Pronuncié tu nmbre. Tu mirada cayó rodando desde algún cometa y se metió en la celda de mis ríos. Planos aéreos nos cobijaron en la sombra y la intemperie. Y me nombraste con sonido de majadas y de anillos. Tu fatiga es como la piel del alba, dije, mientras ángeles cubiertos de mortajas entreabrían puertas. Nos abrazamos. Y fue un incendio de catedrales, murallas de jazmines rompiendo el tiempo.
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