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Don Sancho de Azpeitia en el Quijote, por Beñat Matesanz Alba Vidal
DON SANCHO DE
AZPEITIA GRAVEMENTE HERIDO A CAUSA DE LA ACOMETIDA DE “UN CABALLERO ANDANTE”.
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A causa de un malentendido, ayer, Don Quijote hirió a
Don Sancho de Azpeitia, un noble vasco, en el Alcaná de Toledo.
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Beñat Matesanz
Alba Vidal (J.M. Barandiaran)
El pasado 12 de abril, Don Sancho
de Azpeitia tuvo que ingresar
gravemente herido en el hospital de Toledo a consecuencia de una profunda
herida en el hombro y en la oreja, producto de las estocadas propinadas en un
encuentro violento con un “pretendido
caballero andante”.
La víctima atacó a Don Quijote en medio de una
disputa verbal por unas doncellas. Don Quijote, que demostró más destreza,
consiguió esquivar el golpe y herirle en el hombro y en la oreja.
|
Don Quijote
enzarzado en la lucha con Don Sancho.
Al parecer, todo comenzó cuando Don Quijote creyéndose un caballero se
puso delante del carro amenazando a Don Sancho y, a cual más orgulloso,
empezaron a discutir y
acabaron desenvainando las espadas.
|
Por lo que se sabe, Don Quijote
es un inofensivo caballero aquejado de paranoia debido a la compulsiva
lectura de novelas de caballerías.
Según fuentes médicas, Don Sancho de Azpeitia
estará ingresado varios días en el hospital. Aunque su vida no corre peligro,
tiene el brazo inmovilizado y debe guardar reposo. Por el contrario, Don
Quijote salió ileso de la disputa. Todavía están haciéndole pruebas psiquicas
para ver si es necesario su ingreso en un centro especializado.
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“Si lanza arrojas y espada sacas…”. Sancho de Azpeitia en el IV Centenario del Quijote, por Rilova Jerico
El académico de la Lengua Española Arturo Pérez-Reverte ironizaba en el año 2001, en uno de los artículos con los que nos suele instruir y divertir todos los domingos, pensando en los futuros desastres que acarrearía la celebración del IV Centenario de la publicación de ese libro de fama internacional que su autor, Miguel de Cervantes Saavedra, tuvo el capricho de titular “El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha” y atribuir, al menos en parte, a un tal Cide Hamete Benengeli.
Así, abroquelado tras la voz de un don Quijote que mantenía un apócrifo discurso con su escudero, el escritor nos decía que estaba seguro de que en el 2005, cuando llegase el centenario de la más universal de las novelas españolas, empezarían a llover eventos de toda clase sobre ella para que los intelectuales revenidos de costumbre se lucieran y arañaran dinero de diversas instituciones públicas y privadas, como es habitual en ellos. No se detendría ahí el problema y añadía el autor de “El club
Claves en los nombres del Quijote, por Josep M. Albaigès i Olivart
Parece adecuado, en este año de
Cervantes, hacer un breve análisis a la onomástica del Quijote. Un examen de los centenares de personajes y topónimos que
aparecen en la obra sería tema para una extensa tesis doctoral; nos limitaremos
en esta comunicación a los que más visiblemente transparentan la intención de
su creador al imponerlos.
Nunca elige el autor de una
novela los nombres de sus personajes al azar. En ellos tratará de introducir al
lector en mundos folclóricos, históricos o ambientales, cuando no transmitir
recuerdos personales o incluso claves para la interpretación de acciones o
sentimientos. El monsieur Sans-Délai de Fígaro nos da una idea
inmediata de la eficacia del expeditivo francés, en contraste con la indolencia
hispánica, y el frecuente nombre de Bato (‘rústico, torpe’), tan aplicado a los
pastores en las obras teatrales de Lope de Vega, nos transmite el carácter de
estos personajes.
El caballo de Gonella (Quijote)
En el primer capítulo del ingenioso hidalgo nos presentan a Rocinante, caballo del Quijote, de la siguiente manera:
Nada sabemos de Gonela ni de su caballo, salvo la siguiente nota que aparece en algunas ediciones:
En su trabajo sobre el cuento en el Quatroccento italiano, José Antonio trigueros propone:
Fue luego a ver su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real y más tachas (defectos) que el caballo de Gonela, que «tantum pellis et ossa fuit»(que era piel y huesos), le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro (Alejandro Magno) ni Babieca el del Cid con él se igualaban.
Nada sabemos de Gonela ni de su caballo, salvo la siguiente nota que aparece en algunas ediciones:
Gonella era un bufón de la corte de los duques de Ferrara. Tanto él como su caballo eran famosos por su extrema flaqueza y con frecuencia aparecían ridiculizados en epigramas y textos burlescos.El pintor frances Jean Fouquet (1420-1481) retrató a este personaje en Italia, obra que durante algún tiempo fue atribuída a Van Eyck hasta que se demostró su autoría
En su trabajo sobre el cuento en el Quatroccento italiano, José Antonio trigueros propone:
"El tipo de hombre faceto (hombre gracioso) será
el propuesto por dos colecciones de facecias: «Buffonerie del Gonnella» y las «Facecie e motti del Piovano Arlotto». Las
primeras son en realidad bufonadas. Gonnella es un personaje histórico (según
algunos de la primera mitad del siglo XIV, según otros de la segunda mitad del
siglo XV). Alrededor de su persona se crea una vasta leyenda, que se nos ofrece
ya formada en el Trecentonovelle de
Sacchetti, que lo hace protagonista de proezas de carácter tradicional; se nos
presenta como hombre vinculado a la Corte, al servicio del Marqués Obizzo IH d’Este
(Señor de Ferrara desde 1317 al 1352), capaz de toda clase de bromas y burlas,
con tal de conseguir algún beneficio pecuniario (dinero); siempre jocoso, burlesco y
tramposo. En la cuentística del siglo XV aparece con un repertorio bastante
completo de empresas y bufonadas, que se transmiten, ya en octavas, ya en
prosa."
Esta tradición es reconocida por Cervantes atribuyéndole sus rasgos al que pronto será caballo de Don Quijote.
Nota: en rojo y entre paréntsis aparecen aclaraciones que no son parte de la cita.
Orín (extraído de Nuevas y fascinantes historias de las palabras)
Aunque esta palabra suele ser confundida con "orina", y por más que el Diccionario de la Academia incluya una acepción con ese sentido, lo cierto es que orín es una palabra diferente, con una etimología totalmente distinta de la de ‘orina’. Significa apenas "herrumbre", el óxido de color castaño rojizo que se suele formar en la superficie del hierro. Proviene del latín acrugo, acruginis, que en latín vulgar se convirtió en am igo, aurigines, vocablo usado inicialmente como denominación del hongo de los cereales, que cubre los vegetales de un color castaño amarillento. Se cree que la transición de la forma clásica a la vulgar haya ocurrido debido a la influencia de aunim (oro).
Existen registros en español de esta palabra desde el siglo xv, y aparece ya en el primer capítulo del Quijote, cuando Cervantes describe las armas del hidalgo:
Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos. que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón.
Existen registros en español de esta palabra desde el siglo xv, y aparece ya en el primer capítulo del Quijote, cuando Cervantes describe las armas del hidalgo:
Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos. que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón.
Las comidas de Don Quijote, por Rosalía Rabanal
En la novela "Don Quijote de La Mancha" se
mencionan muchos nombres de recetas. Antaño, los tratadistas y
estudiosos no consideraron importante analizar las citas culinarias de
la obra, era una cuestión menor, de escasa o nula trascendencia. Sin
embargo, con el tiempo, lo que era un dato anecdótico se fue
convirtiendo en profunda referencia histórica. Poco a poco, en el XIX y
XX, se fue abordando las cuestiones relativas a la cocina del Quijote.
Al principio, como un complemento en tratados de mayor envergadura,
luego, en obras monográficas, de tal manera que, actualmente, es fácil
encontrar desde libros que abordan con rigor histórico las recetas del
Quijote, hasta breviarios divertidos que se desenvuelven en el campo de
la imaginación. En la obra se mencionan o sugieren infinidad de
manjares, pero, es en el primer párrafo del primer capítulo, en la
descripción que se hace de don Alonso Quijano, donde Cervantes nos
cuenta la dieta habitual del personaje, lo que solía comer a lo largo de
la semana. En las próximas líneas vamos a describir estas recetas, pero
antes será mejor recordar la frase concreta y recapitular, uno a uno,
los nombres de los cinco platos que se mencionan:
Sopa cana de cocido manchego.
Primer plato: La olla.
La olla es una cazuela o puchero hondo que se utiliza, generalmente, para cocer alimentos. En la España del siglo XVII, en la época de Cervantes, la palabra "olla" también se utilizaba para denominar un guiso
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos lo sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos consumían las tres partes de su hacienda.
Sopa cana de cocido manchego.
La olla es una cazuela o puchero hondo que se utiliza, generalmente, para cocer alimentos. En la España del siglo XVII, en la época de Cervantes, la palabra "olla" también se utilizaba para denominar un guiso
Un viejo que se pone de pie, por Eduardo Sacheri
Algunas
historias son fáciles de contar. Otras no. Como si fuesen demasiado
complejas, huidizas, inabarcables. La que en estas páginas me empeño
en narrar pertenece a estas últimas.
Como casi todas las historias nace a partir de una única imagen, cargada de sentido. Esa imagen primera, esa que me subyuga al punto de querer contarla es ésta: en una tribuna baja, una tribuna de tablones de madera, en la que, salteados aquí y allá, hay unos cuantos espectadores, un hombre mayor, un viejo, se pone de pie.
Como casi todas las historias nace a partir de una única imagen, cargada de sentido. Esa imagen primera, esa que me subyuga al punto de querer contarla es ésta: en una tribuna baja, una tribuna de tablones de madera, en la que, salteados aquí y allá, hay unos cuantos espectadores, un hombre mayor, un viejo, se pone de pie.
El pintor de Don Quijote, por Manuel Mujica Lainez
Toledo. A toda hora doblan campanas por el fenecer de la Ciudad
Imperial; por la ciudad que, falta de la vida y del resplandor de sus
glorias antiguas, semeja despojado cadáver de príncipe. Presto va a
rezarle la noche, lívida de cirios y de terciopelos negra, el oficio de
difuntos.
Bajo la enseña de un estampero de naipes, dos pícaros adulan a un abad de la orden de San Benito. Su escarcela promete escudos famosos.
Unos señores, ahorcados por sus lechuguillas, van discutiendo hazañas de Flandes y de Portugal. Aquí y allá, en los jubones prietos, adviértense remiendos sutiles.
La brisa lleva y trae una cantiga de ciego. Un perro olfatea escorias.
Bajo la enseña de un estampero de naipes, dos pícaros adulan a un abad de la orden de San Benito. Su escarcela promete escudos famosos.
Unos señores, ahorcados por sus lechuguillas, van discutiendo hazañas de Flandes y de Portugal. Aquí y allá, en los jubones prietos, adviértense remiendos sutiles.
La brisa lleva y trae una cantiga de ciego. Un perro olfatea escorias.
El ingenioso hidalgo en Yavi, por Hector Tizón
En la media mañana luminosa y tibia acompaño y guío a un amigo que
viene de afuera y que está de paso por aquí, hacia lo que queda de la
antigua casa del marqués, junto a la iglesia, en Yavi. Mi amigo es
incrédulo pero discreto, hasta que nos acercamos al fanal donde desde no
hace mucho está puesto a buen recaudo y lo ve: «El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha
- Compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra - Dirigido al duque de
Béjar, marqués de Gibraleón, conde de Benalcázar...», etcétera. Y al
verlo, comprobando que no era de mi propia invención, no acaba de salir
de su estupor. Este ejemplar, casi sin duda, corresponde a la edición de
Juan de la Cuesta para Francisco Robles (I-1605; II-1615, Madrid).
¿Cómo ha venido a parar aquí, en este rincón altoperuano tan recoleto,
ignoto y castigado por la intemperie y el olvido?
Y me río de Janeiro, por Roberto Arlt
Las aguafuertes cariocas. Eran los primeros días de marzo de 1930, año fatídico para la democracia. Carlos Muzio Sáenz Peña, director del diario El Mundo, fascinado con el éxito semanal de las aguafuertes porteñas de Arlt, lo envía a Brasil para que escriba crónicas de viaje. Arlt llega a Río de Janeiro, donde pasará dos meses y escribirá textos de antología, tanto de la crónica periodística como de la incorreción política.
¿Cómo quieren que les escriba?, por Roberto Arlt
¿De qué manera debo escribir para mis lectores? Porque algunos opinan
blanco y otros negro. Así, la nota sobre las filósofas ha provocado una
serie de cartas, en las que algunos me ponían de oro y azul, y otros,
en cambio, me elogiaban hasta el cansancio. Aquí a mano tengo dos cartas
de lectoras. Las dos perfectamente escritas. Una firma Elva y se
lamenta de que sea antifeminista. Otra firma “Asidua Lectora” y con
amables palabras encarece mis virtudes antifeministas. ¡Muchas
gracias! Lo curioso es que toda la semana han estado llegando cartas con
opiniones encontradas, y nuevamente me pregunto: ¿de qué modo debo
dirigirme a mis lectores? Seriamente, no creía que le dieran tanta
importancia a estas notas.
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