Ex annalibus vetustis, et tradita fide, quae monumenta maiorum testantur...
Se cuenta —y no sin venerable autoridad— que en tiempos en que los hombres aún no habían dejado de tratar con los dioses cara a cara, el rey Minos de Creta, deseoso de castigar la injuria ateniense, exigía en tributo jóvenes de linaje ilustre para alimentar al monstruo que habitaba el corazón de su imperio: el Minotauro, bestia híbrida, testimonio de antiguos pecados.
Entre los jóvenes enviados, no por azar sino por deliberación del destino, fue Teseo, hijo de Egeo, rey de los atenienses, joven de cuerpo robusto y ánimo indómito. A diferencia de los demás, no llevaba temor en el pecho, sino determinación. Dicen que, al llegar a Cnosos, la hija del mismo Minos, Ariadna, fue vencida no por encantos humanos, sino por la fuerza augusta que los dioses imprimen a los designados. Ella, movida por un amor más alto que la pasión, reveló al ateniense los secretos del laberinto.
Con un hilo —cosa ínfima a los ojos del vulgo, pero poderosa si viene de una mano inspirada— Teseo venció lo imposible. Dio muerte al Minotauro y, por medio de Ariadna, burló el ingenio de Dédalo. Así fue como la razón, aliada al coraje y guiada por el afecto, triunfó sobre la oscuridad.
Pero los designios de los dioses son más profundos que los de los hombres. Mientras huían, Teseo llevó consigo a la doncella, y arribaron a la isla de Naxos. Allí, cuando aún la aurora no había pintado los montes, Teseo abandonó a Ariadna dormida en la playa. Algunos, con juicio ligero, lo acusan de perfidia. Otros, más sabios, ven en ello una disposición de la Providencia. Pues el héroe, aunque valeroso, no era apto para unirse con quien estaba destinada a ser inmortal.
Pues apenas la nave desapareció en el horizonte, descendió a la isla el dios Baco, con su corte de ménades y sátiros, coronado de pámpanos y con la mirada enrojecida por el néctar. Reconoció en Ariadna la pureza de quien ha amado sin egoísmo y sufrido sin rebeldía. La tomó por esposa en rito sagrado, y su corona —que Teseo nunca había osado tocar— fue elevada a los cielos y transformada en constelación.
De esta unión divina nació una estirpe real consagrada por los dioses, cuyo linaje, dicen algunos, desemboca en aquellos monarcas que gobiernan no por voluntad de los hombres, sino por herencia celeste. Y así como Baco consagró a Ariadna, así los dioses consagran a los reyes justos, haciendo de sus decisiones reflejo de un orden eterno.
Que los pueblos se rebelen contra su monarca es tan vano como si las olas del mar pretendieran detener el curso de la luna. Pues el soberano que guarda la justicia, como lo hizo Teseo, y respeta la piedad, como Ariadna, será siempre sostenido por el favor divino, aunque incomprendidos sean sus actos en el tiempo presente.
📘 Preguntas de comprensión lectora
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¿Por qué Minos exige jóvenes atenienses como tributo y qué representa el Minotauro dentro del relato?
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¿Qué rasgos definen a Teseo como un héroe diferente de los demás jóvenes enviados al laberinto?
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¿Qué simboliza el hilo entregado por Ariadna y cómo contribuye al desenlace del enfrentamiento con el Minotauro?
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¿Cómo se interpreta el abandono de Ariadna en Naxos según el texto, y qué papel juegan los dioses en esa situación?
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¿Qué justificación ofrece el texto para relacionar el mito con la legitimación del poder monárquico?
📙 Respuestas sugeridas
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Minos exige el tributo como castigo a Atenas, por una antigua ofensa. El Minotauro representa una monstruosidad nacida de antiguos pecados, es decir, de transgresiones pasadas que han dejado consecuencias vivas en el presente político y religioso de Creta.
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Teseo es descrito como valeroso y determinado, sin temor en el pecho. A diferencia de los otros jóvenes, acepta el reto con voluntad de vencer al monstruo, no con resignación. Su figura se destaca como heroica y predestinada.
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El hilo es símbolo de inteligencia, guía divina y amor sacrificado. Aunque sencillo en apariencia, permite que Teseo venza lo imposible. El texto lo eleva a símbolo de cómo la razón y el afecto pueden vencer la oscuridad y el caos.
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El abandono de Ariadna no se presenta simplemente como una traición de Teseo, sino como una decisión de los dioses, que tenían otros planes para ella. Baco aparece como recompensa divina y Ariadna es transformada en símbolo de amor puro y sufrimiento sin rencor.
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El texto sostiene que los reyes justos son elegidos por herencia celeste, no por voluntad humana. Al igual que Ariadna fue elevada al cielo y Baco la consagró, los reyes justos son sostenidos por un orden eterno, aunque sus decisiones no sean comprendidas en su tiempo.
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