Gatos & Escritores
Aunque muchos sostengan que el "flechazo" entre escritores y gatos proviene del carácter solitario, sedentario e individualista de la escritura (la típica imagen de Ernest Hemingway escribiendo en la soledad nocturna y ardiente del trópico, rodeado de gatos), creemos que el fundamento de esa singular alianza se explica por la actitud de libertad suprema del felino, que podría traducirse: "Si te hago compañía es porque yo quiero, no porque me lo pides".
El escritor -Borges lo ha dicho- es un anarquista, en el sentido llano del término. No tiene horarios para escribir y su tarea muy raras veces la realiza a pedido. O sea, en pocas y entendibles palabras: "hace lo que quiere". Pues bien, lo mismo hace el gato. Escritores y gatos: una alianza entre seres libres.
Los gatos y sus escritores
Los gatos y sus escritores
Algunos gatos y algunos escritores:
H. G. Wells: tuvo un gato llamado Mr. Peter Wells.
Tennessee Williams: tuvo un gato llamado Topaz.
Tennessee Williams: tuvo un gato llamado Topaz.
Charlotte & Emily Brontë: tuvieron un gato llamado Tiger que jugaba con el pie de Emily mientras ella escribía "Wuthering Heigts".
Alejandro Dumas: tuvo los gatos Mysouff I y Mysouff II, siendo este último de color blanco y negro, el favorito del escritor, pese a que se comiera en una ocasión todos los pájaros exóticos de la casa. También tuvo un gato llamado Le Docteur.
Charles Dickens: tuvo una gata llamada William a la que rebautizó con el nombre de Williamina. Todo ello se debió a que consideraba que su gato era un macho y gracias a que tuvo una numerosa camada de gatitos descubrió que era una hembra. Y eso que la gata avisó al escritor de que no era un macho cuando inició los preparativos del parto con su traslado dentro del estudio de Dickens. De esa camada nació Master's Cat y fue el único que se quedó con Dickens.
Mark Twain: tuvo numerosos gatos como son Apollinaris, Beelzebub, Blatherskite, Buffalo Bill, Satan, Sin, Sour Mash, Tammany y Zoroaster.
Lord Byron: tuvo cinco gatos que llegaron a viajar con él. Entre ellos destacamos a Beppo, cuyo nombre fue recogido por Borges para bautizar al suyo, originalmente llamado Pepo.
Edgar Allen Poe: tuvo una gata llamada Catarina, quien se sentaba frecuentemente en su hombro mientras él escribía. La gata le inspiró la obra "The Black Cat".
Victor Hugo: tuvo un gato llamado Chanoine, aunque inicialmente se llamaba Gavroche y no le gustaba, y otro que se llamaba Mouche.
F. Scott Fitzgerald: tuvo un gato llamado Chopin.
Theóphile Gautier: tuvo numerosos gatos a los que llamó Childebrand (un gato negro y rayado al que mencionó en "La Ménagerie Intime"), Cléopatre (hija de Epoine y a la que le gustaba mantenerse sobre 3 patas, siendo mencionada en la misma obra), Don Pierrot de Navarre (a este gato blanco le gustaba robarle la pluma y engendró a 3 gatitos negros, siendo mencionado en la obra anterior), Enjoras (este gatito negro era hijo de los blancos Don Pierrot y de Séraphita y fue bautizado con un nombre procedente de la obra "Les Miserables", siendo también mencionado en la obra anterior), Eponine (gato de piel negra con los ojos verdes procedente de los mismos padres que Enjoras, con la misma procedencia de su nombre y siendo mencionado en la misma obra), Gavroche (gato negro con idénticas referencias al anterior), Madame Theóphile (gata blanca y roja a la que le gustaba robar la comida y mencionada en la misma obra), Séraphita (gata blanca que tuvo 3 gatos negros con Dom Perriot y también aludida en la obra anterior) y Zizi (un angora que le gustaba tocar las teclas del piano y también mencionado en la misma obra).
Colette: esta escritora tuvo varios gatos: Franchette, Kapok, Kiki-la-Doucette, Kro, La Chatte, La Chatte Dernière, La Touteu, Mini-mini, Minionne, Muscat, One and Only, Petieu, Pinichette, Toune, Zwerg y Saha, a la que dedicó su novela "La Chatte".
T. S. Elliot: tuvo varios gatos llamados George Pushdragon, Noilly Prat, Pattipaws o Pettipaws, Tantomile y Wiscus.
Walter Scott: tuvo un gato llamado Hinse al que le gustaba molestar a los perros de Scott, hasta que en 1826 uno de esos perros acabó con su vida.
Mark Twain: tuvo numerosos gatos como son Apollinaris, Beelzebub, Blatherskite, Buffalo Bill, Satan, Sin, Sour Mash, Tammany y Zoroaster.
Lord Byron: tuvo cinco gatos que llegaron a viajar con él. Entre ellos destacamos a Beppo, cuyo nombre fue recogido por Borges para bautizar al suyo, originalmente llamado Pepo.
Edgar Allen Poe: tuvo una gata llamada Catarina, quien se sentaba frecuentemente en su hombro mientras él escribía. La gata le inspiró la obra "The Black Cat".
Victor Hugo: tuvo un gato llamado Chanoine, aunque inicialmente se llamaba Gavroche y no le gustaba, y otro que se llamaba Mouche.
F. Scott Fitzgerald: tuvo un gato llamado Chopin.
Theóphile Gautier: tuvo numerosos gatos a los que llamó Childebrand (un gato negro y rayado al que mencionó en "La Ménagerie Intime"), Cléopatre (hija de Epoine y a la que le gustaba mantenerse sobre 3 patas, siendo mencionada en la misma obra), Don Pierrot de Navarre (a este gato blanco le gustaba robarle la pluma y engendró a 3 gatitos negros, siendo mencionado en la obra anterior), Enjoras (este gatito negro era hijo de los blancos Don Pierrot y de Séraphita y fue bautizado con un nombre procedente de la obra "Les Miserables", siendo también mencionado en la obra anterior), Eponine (gato de piel negra con los ojos verdes procedente de los mismos padres que Enjoras, con la misma procedencia de su nombre y siendo mencionado en la misma obra), Gavroche (gato negro con idénticas referencias al anterior), Madame Theóphile (gata blanca y roja a la que le gustaba robar la comida y mencionada en la misma obra), Séraphita (gata blanca que tuvo 3 gatos negros con Dom Perriot y también aludida en la obra anterior) y Zizi (un angora que le gustaba tocar las teclas del piano y también mencionado en la misma obra).
Colette: esta escritora tuvo varios gatos: Franchette, Kapok, Kiki-la-Doucette, Kro, La Chatte, La Chatte Dernière, La Touteu, Mini-mini, Minionne, Muscat, One and Only, Petieu, Pinichette, Toune, Zwerg y Saha, a la que dedicó su novela "La Chatte".
T. S. Elliot: tuvo varios gatos llamados George Pushdragon, Noilly Prat, Pattipaws o Pettipaws, Tantomile y Wiscus.
Walter Scott: tuvo un gato llamado Hinse al que le gustaba molestar a los perros de Scott, hasta que en 1826 uno de esos perros acabó con su vida.
El gato de Cortázar
Por Francesc M. Rotger
Ahora que hace veinticinco años que se fue para siempre a los tejados de París, a mirar a las magas desde las mansardas (recuerdo con bastante nitidez la jornada; y la correspondencia de aquel día), hemos recuperado las imágenes sepias de Julio Cortázar. En una de ellas, sentado en el suelo, el gran cronopio mira por la ventana; al otro lado del vidrio, un gato le mira a él. En otra aparece con un gato atigrado en los brazos, él con esa belleza triste que apuntaba Matías Vallés en la portada de Bellver el otro día, el gato con ese gesto solemne y enigmático de los gatos. Queda claro que el gato es un ser superior, Charles Darwin debió olvidarse de los gatos en sus análisis. Ya dijo Mark Twain que el cruce de persona con gato sin duda mejoraría la especie humana, pero empeoraría a los gatos.
Teodoro W. Adorno era el gato de Cortázar, aunque esto no es correcto, porque los gatos no son de nadie. Como mucho, te conceden que les des de comer, que los tengas en casa y que les rasques, si a ellos les apetece. El mismo Cortázar describe cuidadosamente el proceso en su cuento La entrada en religión de Teodoro W. Adorno. Julio Cortázar eligió para aquel gato el nombre del filósofo, a quien por cierto la Universitat de les Illes Balears dedicó no ha mucho un simposio, con sus ponencias oportunamente publicadas. Adorno negó que después de Auschwitz pudiera seguir escribiéndose poesía, reflexión que continúa inquietándonos.
´Rayuela´ es uno de esos libros que han cambiado la vida de la gente. Aunque yo tengo que reconocer que empecé a leer a Cortázar por el final, por Los autonautas de la cosmopista, un libro que escribió junto a su segunda mujer, Carol Dunlop, narrando un viaje de París a Marsella en furgoneta. Rayuela es la librería del barrio de mi niñez en Bilbao, en la calle Huertas de la Villa, que en euskera se dice Uriortu; mucho más corto y sin duda menos poético. Hay librerías que se llaman así, Rayuela, en Málaga, Sevilla, Sigüenza, Barbastro. Los gatos no leen, no tienen dinero (ni lo necesitan), pero en Rayuela también salen gatos. Qué sería de los tejados de París sin los gatos, de las calles monacales palmesanas, de los muelles mediterráneos en su conjunto.
Hemingway vivía rodeado de gatos, he leído en algún sitio que de gatos de seis dedos en cada pata, y escribió el relato El gato bajo la lluvia (como el de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes), del que dijo Gabriel García Márquez que era el mejor cuento que había leído en su vida. Aunque Enrique Vila-Matas confiesa que no lo entiende, y traslada la duda a sus alumnos, en Ella era Hemingway (publicado por Cuadernos Alfabia). Un personaje de la última novela de Baltasar Porcel convive con un gato llamado Giocco, y dice que se siente más próximo a él que a sus nietos. "Almenys li feia companyia".
Por Francesc M. Rotger
Ahora que hace veinticinco años que se fue para siempre a los tejados de París, a mirar a las magas desde las mansardas (recuerdo con bastante nitidez la jornada; y la correspondencia de aquel día), hemos recuperado las imágenes sepias de Julio Cortázar. En una de ellas, sentado en el suelo, el gran cronopio mira por la ventana; al otro lado del vidrio, un gato le mira a él. En otra aparece con un gato atigrado en los brazos, él con esa belleza triste que apuntaba Matías Vallés en la portada de Bellver el otro día, el gato con ese gesto solemne y enigmático de los gatos. Queda claro que el gato es un ser superior, Charles Darwin debió olvidarse de los gatos en sus análisis. Ya dijo Mark Twain que el cruce de persona con gato sin duda mejoraría la especie humana, pero empeoraría a los gatos.
Teodoro W. Adorno era el gato de Cortázar, aunque esto no es correcto, porque los gatos no son de nadie. Como mucho, te conceden que les des de comer, que los tengas en casa y que les rasques, si a ellos les apetece. El mismo Cortázar describe cuidadosamente el proceso en su cuento La entrada en religión de Teodoro W. Adorno. Julio Cortázar eligió para aquel gato el nombre del filósofo, a quien por cierto la Universitat de les Illes Balears dedicó no ha mucho un simposio, con sus ponencias oportunamente publicadas. Adorno negó que después de Auschwitz pudiera seguir escribiéndose poesía, reflexión que continúa inquietándonos.
´Rayuela´ es uno de esos libros que han cambiado la vida de la gente. Aunque yo tengo que reconocer que empecé a leer a Cortázar por el final, por Los autonautas de la cosmopista, un libro que escribió junto a su segunda mujer, Carol Dunlop, narrando un viaje de París a Marsella en furgoneta. Rayuela es la librería del barrio de mi niñez en Bilbao, en la calle Huertas de la Villa, que en euskera se dice Uriortu; mucho más corto y sin duda menos poético. Hay librerías que se llaman así, Rayuela, en Málaga, Sevilla, Sigüenza, Barbastro. Los gatos no leen, no tienen dinero (ni lo necesitan), pero en Rayuela también salen gatos. Qué sería de los tejados de París sin los gatos, de las calles monacales palmesanas, de los muelles mediterráneos en su conjunto.
Hemingway vivía rodeado de gatos, he leído en algún sitio que de gatos de seis dedos en cada pata, y escribió el relato El gato bajo la lluvia (como el de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes), del que dijo Gabriel García Márquez que era el mejor cuento que había leído en su vida. Aunque Enrique Vila-Matas confiesa que no lo entiende, y traslada la duda a sus alumnos, en Ella era Hemingway (publicado por Cuadernos Alfabia). Un personaje de la última novela de Baltasar Porcel convive con un gato llamado Giocco, y dice que se siente más próximo a él que a sus nietos. "Almenys li feia companyia".
Por Rubén Mario Gatti*
“Has recorrido un largo camino, felino” se podría decir si recorremos la historia de este mamífero de más de cinco mil años y su proceso de domesticación. Si alguna vez tuvo contornos de Divinidad, también tuvo su etapa de brujo durante la Inquisición. En el presente, en las sociedades desarrolladas, compite con los perros por ser ‘primera figura’ en las casas de familia.
La domesticación se inició a partir de un cambio en la forma de vida de los humanos Un trabajo hecho en España en la estación de fauna silvestre de Doñana, ha confirmado que el gato doméstico desciende en forma principal del gato montés africano cuyo nombre científico es Felis Silvestres Lybica. Si bien esto ya se sabía con los estudios arqueológicos de Egipto de hace unos 5000 años, la novedad es que se han encontrado evidencias que la domesticación del gato puede tener casi el doble de antigüedad y podría haberse iniciado en la medialuna fértil de oriente medio o sea en la zona donde actualmente existen Israel, Irack, Siria y Líbano. Ya se había encontrado hace dos años una tumba de 9000 años de antigüedad en la isla de Chipre, donde se hallaba un gato como ajuar funerario.
Con estos últimos estudios se ha determinado que si bien el Felix Lybica es el iniciador de la estirpe doméstica parecería que esta domesticación se inició en oriente medio y posiblemente de allí se trasladó a Egipto donde tomo máximo esplendor, efectivamente allí el gato fue considerado una divinidad, era como un enviado del cielo para cuidar las cosechas y se creó una diosa llamada Bast con cuerpo de mujer y cabeza de gato.
“Has recorrido un largo camino, felino” se podría decir si recorremos la historia de este mamífero de más de cinco mil años y su proceso de domesticación. Si alguna vez tuvo contornos de Divinidad, también tuvo su etapa de brujo durante la Inquisición. En el presente, en las sociedades desarrolladas, compite con los perros por ser ‘primera figura’ en las casas de familia.
La domesticación se inició a partir de un cambio en la forma de vida de los humanos Un trabajo hecho en España en la estación de fauna silvestre de Doñana, ha confirmado que el gato doméstico desciende en forma principal del gato montés africano cuyo nombre científico es Felis Silvestres Lybica. Si bien esto ya se sabía con los estudios arqueológicos de Egipto de hace unos 5000 años, la novedad es que se han encontrado evidencias que la domesticación del gato puede tener casi el doble de antigüedad y podría haberse iniciado en la medialuna fértil de oriente medio o sea en la zona donde actualmente existen Israel, Irack, Siria y Líbano. Ya se había encontrado hace dos años una tumba de 9000 años de antigüedad en la isla de Chipre, donde se hallaba un gato como ajuar funerario.
Con estos últimos estudios se ha determinado que si bien el Felix Lybica es el iniciador de la estirpe doméstica parecería que esta domesticación se inició en oriente medio y posiblemente de allí se trasladó a Egipto donde tomo máximo esplendor, efectivamente allí el gato fue considerado una divinidad, era como un enviado del cielo para cuidar las cosechas y se creó una diosa llamada Bast con cuerpo de mujer y cabeza de gato.
Ahora ¿cómo se domesticó el gato? Es muy interesante y los arqueólogos, antropólogos y etólogos han tratado de determinar la forma en que el gato se ha domesticado.
El primer cambio lo produjo el hombre, que paso de la actividad nómada y cazadora a la de asentarse en un lugar y transformarse en agricultor. Mientras fue nómada y cazador su único compañero fue el perro que derivaba del lobo, como todos sabemos.
En cuanto se dedicó a la agricultura hace unos 10 mil años, comenzó a guardar los granos de sus cosechas y eso fue un gran atractivo para los roedores, que rápidamente se instalaron en sus graneros, ya que tenían mucha comida a disposición. Y como consecuencia de esto, se acercaron los gatos porque también comenzaron a tener mucha comida a disposición, o sea los roedores.
Para los gatos lybicas o monteses la cosa no habrá sido muy fácil ya que tenían que vencer el miedo al humano, así que se supone que tuvo que haber un pequeño cambio genético, que les redujera su temor o dicho en otras palabras que aumentara su tolerancia a la presencia del humano; por otro lado éstos comprendieron rápidamente que el gato protegía sus cosechas, ya que se comía los roedores que eran los que se comían los granos.
Luego todo anduvo sobre rieles, los gatos que ya tenían la tolerancia se reprodujeron entre ellos y esto produjo más gatos tolerantes al humano. Otro hecho que debe haber ayudado a la domesticación fue que las gatas tenían cría en zonas cercanas a los humanos y esto favoreció lo que ahora llamamos la socialización al humano, o sea todo gatito que está en contacto con humanos entre el primer y segundo mes de vida, luego no le tendrá miedo y hasta buscará su compañía.
Entonces podríamos decir que la domesticación se inició gracias a un progreso en la forma de vivir de los humanos (agricultura) y desde allí en más el gato ha ido acompañando la historia, y siempre ha sido un marcador de modernidad de las sociedades humanas. Como lo es actualmente donde va tomando posiciones en las sociedades más avanzadas del planeta.
* Médico veterinario. Especialista en medicina felina. Autor de El gato. Una mascota especial (1996) y Señales de alarma en la salud de nuestro gato- Edición Argentina 2003, Española 2006 e Inglesa 2007. Coordina el foro de discusión de la Asociación de Medicina Felina
En cuanto se dedicó a la agricultura hace unos 10 mil años, comenzó a guardar los granos de sus cosechas y eso fue un gran atractivo para los roedores, que rápidamente se instalaron en sus graneros, ya que tenían mucha comida a disposición. Y como consecuencia de esto, se acercaron los gatos porque también comenzaron a tener mucha comida a disposición, o sea los roedores.
Para los gatos lybicas o monteses la cosa no habrá sido muy fácil ya que tenían que vencer el miedo al humano, así que se supone que tuvo que haber un pequeño cambio genético, que les redujera su temor o dicho en otras palabras que aumentara su tolerancia a la presencia del humano; por otro lado éstos comprendieron rápidamente que el gato protegía sus cosechas, ya que se comía los roedores que eran los que se comían los granos.
Luego todo anduvo sobre rieles, los gatos que ya tenían la tolerancia se reprodujeron entre ellos y esto produjo más gatos tolerantes al humano. Otro hecho que debe haber ayudado a la domesticación fue que las gatas tenían cría en zonas cercanas a los humanos y esto favoreció lo que ahora llamamos la socialización al humano, o sea todo gatito que está en contacto con humanos entre el primer y segundo mes de vida, luego no le tendrá miedo y hasta buscará su compañía.
Entonces podríamos decir que la domesticación se inició gracias a un progreso en la forma de vivir de los humanos (agricultura) y desde allí en más el gato ha ido acompañando la historia, y siempre ha sido un marcador de modernidad de las sociedades humanas. Como lo es actualmente donde va tomando posiciones en las sociedades más avanzadas del planeta.
* Médico veterinario. Especialista en medicina felina. Autor de El gato. Una mascota especial (1996) y Señales de alarma en la salud de nuestro gato- Edición Argentina 2003, Española 2006 e Inglesa 2007. Coordina el foro de discusión de la Asociación de Medicina Felina
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