La partida que vino a buscarme tenía mucho miedo ero no dio tiempo a nada, a manotear una sola arma. Lástima que entre ellos no había un solo Sargento Cruz, sino más bien cobardes, toruradores, violadores, cada uno empuñaba una buena arma larga. Lástima de Cruz y lástima de don Martín que tampoco estaba. No hay de qué quejarse, entonces.
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