La partida que vino a
buscarme tenía mucho
miedo ero no dio tiempo
a nada, a manotear una
sola arma.
Lástima que entre ellos no
había un solo Sargento Cruz,
sino más bien cobardes,
toruradores, violadores,
cada uno empuñaba una
buena arma larga.
Lástima de Cruz y lástima de
don Martín que tampoco
estaba.
No hay de qué quejarse,
entonces.
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