Con fuerte
tradición afro, a esta ciudad del nordeste brasileño se la ama o se la odia.
Sin medias tintas, un paraíso
SALVADOR DE
BAHIA DE TODOS LOS SANTOS.-- "No hay ciudad como ésta, por más que se
busquen los caminos del mundo. Ninguna con sus historias, su lirismo, su
pintoresquismo, su profunda poesía. En medio de la espantosa miseria de las
clases pobres, ahí mismo nace la flor de la poesía, porque la resistencia del
pueblo va más allá de toda la imaginación. De él, de ese pueblo bahiano, viene
el lírico misterio de la ciudad, misterio que completa su belleza."
Jorge Amado,
el que le dio vida a Doña Flor, a sus dos maridos y a otros tantos personajes,
describió en su Bahía de Todos los Santos, guía de las calles y los misterios
de la ciudad de Salvador, publicada en 1945, la esencia de la gran capital del
nordeste brasileño.
A más de 50
años, estas palabras siguen reflejando el alma de una ciudad de personalidad,
sabor y aroma bien marcado.
Son los
bahianos y sólo ellos los que hacen de Salvador lo que es: una ciudad que no
pasa sin pena ni gloria ante los ojos del turista. A la que se ama o se odia,
sin medias tintas.
Hay que
acostumbrarse al olor a aceite de dendé frito que impregna las calles; a los
bahianos que persiguen a los visitantes para venderles cintitas de la iglesia
de Bon Fim y collares, y a las grandes distancias de una ciudad que desborda
sus límites.
Arriba y abajo
Tiene 30 km
de playas urbanas y el Pelourinho, el casco histórico, ese barrio multicolor,
con construcciones de los siglos XVI, XVII y XVIII, declarado Patrimonio de la
Humanidad.
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Hay dos
ciudades, una abajo, de cara a la bahía, y otra arriba, que se unen fácilmente
por un ascensor, como en un edificio.
Las
religiones, la música, los bailes, el carnaval, los rituales, la superstición,
la comida típica, las palmeras, los dioses del candomblé, las iglesias, todos
ingredientes de un pastel irrepetible.
Los números
hablan por sí solos. En Salvador viven 2.700.000 personas, de las cuales el 65
% habita en las fabelas y la mitad es analfabeto funcional. Más de 10.000
vendedores ambulantes andan por la ciudad.
Hay mucha
pobreza en los bolsillos, pero mucha riqueza en los corazones. Falta dinero,
falta trabajo, pero nunca escatiman sonrisas y saludos.
Como dice
Amado, ...ninguna otra con sus historias...
Y aquí
brotan. Se vienen sumando desde 1501, cuando Américo Vespucio se enamoró de sus
costas. Medio siglo más tarde los portugueses construyeron una ciudad
fortificada, que se convirtió en la primera capital de Brasil y en uno de los
principales puertos de esclavos.
Vestidas de punta en blanco
Como dice
Amado, ...ninguna otra con su pintoresquismo... Las bahianas vestidas de punta
en blanco pasean sus contorneadas figuras de aquí para allá o cocinan en las
esquinas ese acarajé que hay que atreverse a probar. Los morenos trepan esos
callejones empinadísimos y oscuros que los llevan a las fabelas sin siquiera
transpirar. Está de moda andar con las havaianas, esas ojotas de todos los
colores, tener un pitbull y pasearlo por la ciudad, mostrar los músculos bien
marcados, practicar capoeira y... llenarse la cabeza de trenzas.
La cultura
afroamericana se siente en el aire. Muchos de los habitantes son descendientes
de esclavos traídos de Angola y otras zonas de Africa, y se destacan por su
forma de ser.
El capoeira,
arte marcial disfrazado de danza, es uno de los legados que cruzó el Atlántico
en aquellos barcos y que los identifica.
Desde hace
unos años, los productos de belleza (cosméticos, cremas para el pelo) también
se producen atendiendo las necesidades de la piel oscura y el cabello rizado.
En Salvador
se puede elegir entre hacer vida de playa, circuitos por las iglesias o
recorrer el casco histórico, pero nunca se debe dejar de lado el contacto con
su gente, la principal riqueza de una ciudad con el corazón a flor de piel.
Laberinto histórico o divertido
En el
Pelourinho se vive de manera diferente el día y la noche
SALVADOR DE
BAHIA DE TODOS LOS SANTOS.-- El Pelourinho, el barrio con más de 500 años sobre
sus espaldas, es el gran atractivo de la ciudad. Pero en realidad existen dos
Pelourinhos: uno de día, cargado de historia, y otro de noche, repleto de
colorido local y diversión, muy distintos. Cuando brilla el sol, este barrio de
antiguas construcciones y calles laberínticas es el blanco de los turistas.
Tiene 1500 casas, de tonos celestes, amarillos y rosados, construidos entre los
siglos XVI, XVII y XVIII.
Era el
barrio aristocrático, pero hacia 1800 las casas fueron abandonadas por la clase
alta, y el deterioro y la mala vida se apoderó de él.
A mediados
de la década del 90, cuando fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la
Unesco, comenzó un programa de restauración para que recupere el brillo de
entonces.
Uno de los
sitios que merecen una visita es la iglesia de San Francisco de Asís, de estilo
barroco, que está decorada en su interior con más de 630 kilos de oro. Otro de
los lugares imperdibles es la Fundación Casa de Jorge Amado, donde se puede
recorrer por medio de fotos y leyendas la vida del escritor.
Además,
están colgadas en las paredes las tapas de todos sus libros traducidos a más de
52 idiomas. Cuando sale la luna, las casas y las iglesias pasan a ser parte del
decorado. Los bares sacan las mesas a la calle, los músicos improvisan melodías
pegadizas, corre la cerveza... empieza la fiesta.
El martes es
el día indicado para la visita nocturna. Es cuando se hace la bendición de San
Antonio, celebración católica a la que nadie falta. Pero después --siempre aquí
que se mezcla la religión con lo pagano-- comienza la diversión. No falta
nadie. Los grupos de música en las plazas se encargan de animar la velada.
Puestos con comidas, bebidas y recuerdos.
El martes
también es el día que ensaya Olodum, el grupo más famoso de esta ciudad que
reivindica el orgullo afro. Policías en cada esquina se encargan de que todo
esté en orden.
Así que lo
mejor es sentarse a una mesa sobre la calle, pedir una capirinha y disfrutar de
lo que vendrá. Además de la música, los bahianos desfilan con las más
disparatadas vestimentas, hacen piruetas, regalan maníes, conversan y bailan,
todo a cambio de unas monedas.
La casa de Amado abrió sus puertas
SALVADOR DE
BAHIA DE TODOS LOS SANTOS.-- En esta ciudad hay, desde hace unos meses, un
nuevo lugar para seguir las huellas de Jorge Amado: la residencia donde vivió
durante 40 años.
La familia
del novelista, que aún reside en la vivienda, aceptó compartirla con visitantes
a dos años de su muerte.
La célebre
casa, en el número 33 de la calle Alagoinhas, en el tradicional barrio Río
Vermelho de Salvador, puede ser visitada diaria y gratuitamente por grupos de
hasta 25 interesados que se inscriban previamente en la Fundación Jorge Amado.
Los visitantes podrán conocer el amplio jardín cuidado por la viuda de Amado y
el árbol de mango bajo cuya sombra, por petición del novelista, fueron
esparcidas sus cenizas.
Se puede ver
la colección de sapos de cerámica y madera por la que Amado tenía una especial
afición y todos los muebles de la casa.
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