La cerda de Cromión


Los pastores de la región no hablaban de ella a la luz del día. Y si lo hacían en las noches —borrachos o febriles—, era para conjurar su nombre con sal y escupitajos al suelo. Le llamaban Faya, o la Vieja Madre. Decían que no era animal, o no del todo. Que había sido mujer antes, y que la cruza con un jabalí había hecho de ella una aberración. Otras versiones murmuraban que era hija de la guerra, nacida de los despojos sin sepultura de una batalla antigua.

Teseo no atendía a supersticiones. Venía de matar a Sinis con sus propias manos. ¿Qué podía hacerle una bestia por más hedionda que fuera? Lo pensaba mientras cruzaba los páramos secos de Cromión, donde la tierra olía a hueso quemado.

Fue al tercer día cuando la encontró —o, mejor dicho, cuando ella lo encontró a él.


No era como la había imaginado. Era más grande. Más fea. Y sin embargo, había en sus ojos una inteligencia enfermiza, de esas que sólo crecen en la penumbra del odio largo. Tenía pechos. Pechos flácidos, colgantes, con pezones secos como higos agrios. Se sostenía sobre cuatro patas, pero las traseras parecían querer recordar cómo se camina en dos. Su lomo estaba cubierto de costras, y la piel viva se mezclaba con la piel vieja. Olía a agua estancada y a carroña.

Teseo no desenfundó el hierro. No todavía. La criatura lo miró, y habló. Su voz era como si una grieta se abriera en la roca:

—Otro más. A ti te soñé… con lengua bífida y vientre de mármol. ¿Vienes a matarme, niño sin padre?

—No soy un niño —dijo Teseo—. Y sí, he venido.

Ella rió. El sonido atrajo cuervos.

—He parido más muerte que tus ancestros en cien guerras. ¿Sabes por qué me odian, los hombres? Porque amamanté cosas que no se deben nombrar. Porque sé los secretos de las hembras… y porque no les tengo miedo.


Entonces atacó. No con la rapidez torpe de una bestia, sino con la astucia de quien ya ha visto muchas muertes. Embistió y lo derribó, mordiendo con una mandíbula más fuerte que la de un lobo. Teseo rodó, esquivó, y sintió el aliento pútrido cerca del cuello.


La lucha fue larga. El hierro no bastaba. Tuvo que golpearla con piedras, con tierra, con furia. Finalmente, cuando le incrustó el cuchillo hasta la empuñadura en la garganta, ella soltó un grito no de cerda, sino de madre.

Cuando murió, el viento cambió.

Teseo se levantó cubierto de sangre y baba negra. En el suelo, el cuerpo temblaba aún, como si algo dentro de ella aún no quisiera irse.

Al alejarse, miró una vez más. Y durante un instante —apenas un susurro de duda en su mente— creyó ver en su rostro muerto los rasgos de una mujer vieja… no del todo humana… no del todo bestia.

Pero siguió caminando. El camino a Atenas aún era largo. Y los monstruos, muchos. 


Actividades:

  1. ¿Cómo describen los pastores de la región a Faya, y qué actitud tiene Teseo frente a estas creencias?

  2. ¿Qué características físicas y simbólicas tiene Faya cuando aparece ante Teseo?

  3. ¿Qué dice Faya sobre sí misma antes del combate?

  4. ¿Por qué crees que Faya llama a Teseo “niño sin padre”?

  5. ¿Qué efecto tiene la muerte de Faya en el ambiente y en Teseo?


Respuestas orientadoras:

  1. Los pastores ven a Faya como una criatura maldita, mezcla de mujer y bestia, nacida del horror: “Decían que no era animal, o no del todo. Que había sido mujer antes… Otras versiones murmuraban que era hija de la guerra.” Estos relatos están cargados de miedo y superstición. Sin embargo, Teseo los desprecia: “Teseo no atendía a supersticiones. Venía de matar a Sinis con sus propias manos.” Su actitud es racional, valiente y confiada.

  2. Faya es una figura monstruosa y simbólica, que mezcla lo humano, lo animal y lo maternal de forma perturbadora: Tiene “pechos flácidos”, “traseras que parecían querer recordar cómo se camina en dos”, “piel viva” y “piel vieja”, y un “olor a agua estancada y a carroña”. Su aspecto genera repulsión, pero también misterio e inteligencia, lo que sugiere que representa más que una simple bestia: “había en sus ojos una inteligencia enfermiza, de esas que sólo crecen en la penumbra del odio largo”.

  3. Faya se presenta como una figura poderosa, antigua y femenina, asociada con la muerte y los tabúes: “He parido más muerte que tus ancestros en cien guerras.” También revela por qué es temida: “Porque amamanté cosas que no se deben nombrar. Porque sé los secretos de las hembras… y porque no les tengo miedo.” Se presenta como un símbolo del poder femenino que asusta a los hombres.

  4. Probablemente lo llama “niño sin padre” para rebajarlo, pero también porque reconoce su origen incierto o trágico: El insulto puede aludir al origen mitológico de Teseo, que no sabía quién era su verdadero padre (Egeo o Poseidón). También puede ser una forma de desestabilizarlo: Faya parece tener conocimientos profundos o mágicos, y decirle eso es como si le revelara algo íntimo.

  5. La muerte de Faya cambia el ambiente, y deja en Teseo una inquietud silenciosa: “Cuando murió, el viento cambió.” Y luego, aunque sigue su camino, “durante un instante […] creyó ver en su rostro muerto los rasgos de una mujer vieja… no del todo humana… no del todo bestia.” Teseo no celebra la victoria; empieza a percibir que los monstruos no son simples enemigos, sino parte de un mundo más complejo y oscuro.

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