El primer canto de la Ilíada, tradicionalmente conocido como Peste. Cólera., es una pieza clave para entender no solo el desarrollo de la epopeya, sino también la visión griega sobre el honor, la justicia y la intervención divina. En apenas seis siglos antes de Cristo, Homero ya nos legaba una obra que sintetiza virtudes literarias como la concisión, el vigor y la maestría compositiva, a la vez que profundiza en complejas pasiones humanas y divinas.
El inicio del conflicto: la súplica de Crises y la peste enviada por Apolo
El drama comienza con la súplica de Crises, sacerdote de Apolo, que reclama la devolución de su hija Criseida, cautiva de los aqueos. Con las ínfulas en mano — “signo de su condición sacerdotal” — suplica con serenidad y sin melodrama, consciente de que convencer al enemigo será difícil. Crises advierte, en palabras solemnes, que “¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas!”, apuntando a la ira de Apolo, dios “el que hiere de lejos” o “el flechador Apolo”, cuyas flechas simbolizan la peste. La negativa arrogante de Agamenón a esta súplica — que le dice al anciano que “quizás no te valgan el cetro y las ínfulas del dios” — no solo desata la peste, sino que establece la base para la violenta disputa que sigue.
El ágora: tensión entre poder y honor
Ante la peste que azota a sus tropas, Aquiles convoca el ágora para investigar la causa, en un gesto de liderazgo y preocupación por su pueblo. El adivino Calcas revela la ofensa a Apolo, pero solo tras asegurar garantías frente al poderío del “rey poderoso”, Agamenón. La disputa entre ambos reyes es intensa: Agamenón, “con las negras entrañas llenas de cólera y los ojos semejantes al relumbrante fuego,” acusa a Calcas, desatiende la justicia y se rehúsa a devolver a Criseida sin compensación.
En un despliegue de hybris — la soberbia que desborda la razón — Agamenón se atribuye la posesión de Briseida, la hermosa esclava, prefiriéndola incluso a su legítima esposa, una afirmación que puede interpretarse más como un golpe de orgullo que un sentimiento sincero.
Aquiles, en defensa de su honor, responde con igual vehemencia, rechazando la doble pérdida de Criseida y Briseida y amenazando con abandonar la guerra si no se respeta su parte justa en el botín: “inténtalo, en tal caso, tu negruzca sangre brotará en torno de mi lanza.” El choque es tan fuerte que Aquiles, furioso, desenfunda la espada dispuesto a atacar a Agamenón, hasta que Atenea, la diosa protectora, interviene para detenerlo, aconsejándole contener su ira y prometiéndole una reparación futura.
Esta escena no solo refleja la fuerza emocional de los héroes sino también cómo los griegos explicaban los comportamientos humanos a través de la intervención divina, atribuyendo a los dioses la moderación o el desenfreno.
La mediación de Néstor: la voz de la razón y la sofrosine
Cuando la tensión parecía alcanzar un punto irreversible, surge la figura de Néstor, el anciano rey de Pilo, símbolo de la sabiduría y la mesura (sofrosine). Con “palabras más dulces que la miel,” Néstor apela a la responsabilidad de ambos héroes, recordándoles las consecuencias de su disputa para toda la patria aquea. Elogia por igual a Agamenón y Aquiles, equilibrando sus méritos para evitar celos y fomentando la reconciliación sin perder autoridad. Aunque no logra que Agamenón desista de su reclamación, su discurso atenúa la furia y permite disolver el ágora.
La retirada de Aquiles y la súplica a Tetis: el honor por encima del deber
Herido en su dignidad y decidido a retirarse, Aquiles se dirige a su tienda y llora amargamente ante el “blanquecino mar.” Invoca a su madre, la diosa marina Tetis, quien aparece “semejante a la niebla,” una imagen delicada y poética que contrasta con la furia del héroe. Aquiles relata la injusticia sufrida y le pide que interceda ante Zeus para que los aqueos sufran derrotas hasta que se le repare su honor.
Tetis, con lágrimas, lamenta haberle dado vida a un ser “de tan corta vida y el más infortunado de los mortales” y promete acudir a Zeus para cumplir el pedido de su hijo.
La disputa divina y el festín de los dioses: reflejo de lo humano en lo divino
El canto concluye con la intervención de los dioses en el Olimpo. Tetis suplica a Zeus, el “Cronión,” para que favorezca a Aquiles. La respuesta no es inmediata, pues Zeus teme la reacción de Hera, su esposa, quien reprocha secretamente la alianza con Tetis. La discusión entre Zeus y Hera, una mezcla de poder y celos, refleja el drama humano y prepara el terreno para los acontecimientos posteriores.
Hefestos, hijo de ambos, interviene para apaciguar el conflicto con un festín y néctar divino, provocando risas entre los dioses, que recuerdan su humanidad, sus defectos y debilidades. Platón censuraría esta escena como impropia, pero para la visión homérica muestra un Olimpo que, lejos de ser perfecto, está lleno de pasiones y pequeñas rencillas.
Con el sueño de los dioses, concluye el canto y queda planteada la tragedia de Aquiles y el destino de los aqueos.
Este primer canto nos presenta una profunda reflexión sobre la cólera y el honor, donde la justicia, la hybris y la intervención divina moldean el destino de los héroes. Las frases como “¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas!” o la intervención de Atenea y Néstor nos muestran la complejidad de las relaciones humanas y divinas, en un poema que sigue siendo fundamental para entender la condición humana.
Cuestionario sobre el Canto I de la Ilíada
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¿Cuál es la causa inicial de la peste que afecta a los aqueos en el Canto I de la Ilíada?
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¿Qué papel juega el ágora convocado por Aquiles y cuál es el conflicto central que se desarrolla allí?
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¿Cómo interviene la diosa Atenea durante la disputa entre Aquiles y Agamenón?
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¿Cuál es la función de Néstor en la resolución del conflicto entre Aquiles y Agamenón?
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¿Qué pedido le hace Aquiles a su madre Tetis y cómo responde ella?
Respuestas
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La peste comienza porque Agamenón rechaza devolver a Criseida, hija del sacerdote Crises, ofendiendo así a Apolo, quien envía la peste como castigo. Esto se resume en la súplica de Crises: “¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas!”.
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El ágora es la asamblea convocada por Aquiles para investigar la causa de la peste. En ella se desarrolla el conflicto entre Agamenón y Aquiles, centrado en la disputa por el botín, especialmente la entrega de Briseida, que Agamenón reclama para sí.
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Atenea interviene justo cuando Aquiles está a punto de atacar a Agamenón con la espada. Ella lo detiene, tirándole de la cabellera y aconsejándole que contenga su cólera, prometiéndole que habrá una reparación futura.
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Néstor actúa como mediador y voz de la razón (sofrosine). Con su elocuencia y experiencia, busca apaciguar la disputa, elogiar a ambos héroes y evitar que el conflicto escale, aunque no logra evitar la retirada de Aquiles.
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Aquiles le pide a Tetis que interceda ante Zeus para que favorezca a los troyanos y provoque la derrota de los aqueos, hasta que se le repare su honor. Tetis llora por la desgracia de su hijo y promete acudir a Zeus para cumplir su pedido.
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