El poder de la lectura

La lectura es una puerta hacia mundos que jamás habríamos imaginado. Cada libro contiene universos completos, personajes con los que reímos, lloramos o sentimos miedo, y aventuras que nos enseñan lecciones inesperadas. Leer nos permite viajar sin movernos del lugar, explorar culturas diferentes y comprender emociones que, de otro modo, podrían permanecer ocultas.

Además, leer no solo enriquece nuestro vocabulario y mejora la ortografía, sino que también fortalece la imaginación y la capacidad de pensar críticamente. Quien lee con frecuencia desarrolla habilidades para resolver problemas, analizar situaciones complejas y comprender a los demás.

Incluso los textos más sencillos pueden ofrecer enseñanzas profundas, si los abordamos con atención y curiosidad. A veces, un cuento breve nos deja reflexiones que perduran semanas, mientras que una novela extensa nos acompaña durante meses, transformando lentamente nuestra manera de percibir la realidad.

La lectura también nos conecta con la historia y con la experiencia humana. A través de los libros, podemos entender épocas pasadas, conocer las ideas de personas que vivieron hace siglos y descubrir los motivos que guiaron sus decisiones. Nos ayuda a valorar la diversidad de pensamiento y a reconocer que cada voz, incluso la más lejana, tiene algo que enseñarnos.

Además, leer nos permite escapar de la rutina diaria y encontrar un espacio propio, un refugio donde nuestras emociones se entrelazan con las de los personajes. Cada página leída nos ofrece la posibilidad de crecer, de soñar y de reflexionar sobre nuestras propias acciones y decisiones. Por eso, dedicar unos minutos al día a la lectura se convierte en un hábito invaluable, capaz de transformar nuestra manera de ver el mundo y de relacionarnos con quienes nos rodean.

Consigna:
Después de leer el texto sobre el poder de la lectura, escribí un texto en el que expliques qué ideas principales comprendiste, cómo los ejemplos del texto ayudan a entender esas ideas y de qué manera la lectura puede influir en tu forma de pensar, sentir o actuar. Buscá usar tus propias palabras y organizar tus ideas de manera clara y coherente.




La cosmovisión trágica y Shakespeare

La cosmovisión trágica proviene de la antigüedad griega y sostiene que la vida humana está marcada por la inevitabilidad del destino. Los héroes trágicos se enfrentan a fuerzas que los superan, ya sean los dioses, el azar o su propia condición humana. La tragedia muestra que, por más que intenten resistirse, siempre llega el desenlace fatal. Lo característico no es solamente la muerte del héroe, sino el proceso de lucha, de dolor y de reconocimiento que atraviesa antes de caer.

En la tragedia griega encontramos conceptos esenciales. La hibris es la desmesura del héroe, su exceso de orgullo o de ambición que lo lleva a desafiar los límites impuestos por los dioses. La anagnórisis es el momento del reconocimiento, cuando el personaje comprende su error y descubre la verdad de su situación. Y la catarsis es la purificación que experimenta el público, que a través del sufrimiento del héroe reflexiona sobre su propia condición humana.

William Shakespeare, dramaturgo del Renacimiento inglés, hereda esa visión trágica pero la transforma. Sus personajes ya no dependen exclusivamente de la voluntad divina, sino de sus pasiones y de sus decisiones. En Hamlet, el príncipe queda paralizado por la duda, incapaz de decidir entre la venganza y la justicia, y esa indecisión lo conduce a la ruina. En Macbeth, la ambición es tan poderosa que lo empuja a asesinar al rey y, más tarde, a perder la razón en medio de la culpa y la desconfianza. En Otelo, los celos y la manipulación de Yago destruyen su amor y lo llevan al crimen más terrible: matar a quien amaba con todo su corazón.

Lo trágico en Shakespeare no es solamente un destino exterior que aplasta al héroe, sino la mezcla entre lo inevitable y las pasiones humanas. Sus personajes son libres de elegir, pero esa libertad se convierte en su condena, porque los errores, las debilidades y las pasiones los dominan. En esa tensión entre libertad y destino, entre grandeza y fragilidad, Shakespeare logra que la tragedia siga viva y actual, mostrando que el ser humano, en cualquier época, puede ser arrastrado por fuerzas que lo superan.

De este modo, la cosmovisión trágica no es un simple tema literario, sino una forma de comprender la existencia: todos estamos expuestos a la caída, y en ese límite se revela lo más profundo del alma humana.

Gatos divinos y la cultura egipcia

 En el Antiguo Egipto, los gatos eran considerados criaturas divinas y ocupaban un papel central en la vida religiosa y cotidiana. Bastet, la diosa con cabeza felina, era adorada como protectora del hogar, guardiana de las mujeres y símbolo de fertilidad y armonía. Se creía que su presencia mantenía alejados a los malos espíritus y aseguraba la prosperidad familiar. En la ciudad de Bubastis, los templos dedicados a ella recibían ofrendas constantes, y cada año se celebraban festivales multitudinarios en su honor.

La relación de los egipcios con los gatos no se limitaba a lo simbólico. Estos animales, además de ser guardianes espirituales, cumplían una función práctica esencial: protegían los graneros de los roedores y preservaban el alimento de toda la comunidad. Este beneficio tangible reforzaba la percepción de que los felinos eran enviados por los dioses para mantener el equilibrio entre la naturaleza y la sociedad.

El respeto hacia ellos era tan grande que herir a un gato estaba penado por la ley. Heródoto relata que, si un gato moría, incluso de manera accidental, las familias guardaban luto, a veces afeitándose las cejas en señal de duelo. Algunos animales eran momificados y enterrados con honores, como si se tratara de personas. Esta práctica revela hasta qué punto los egipcios veían en los gatos no simples mascotas, sino compañeros espirituales con un lugar propio en el más allá.

Esa sensibilidad, aunque surgida hace miles de años, no ha perdido vigencia. Hoy, los rescatistas que recogen a un cachorro abandonado, alimentan a un gato callejero o curan a un animal herido, continúan, de otra manera, aquel antiguo culto a Bastet. La empatía hacia los seres vivos constituye un acto de civilización: una forma de medir la grandeza de una sociedad no solo por sus templos y conquistas, sino también por el cuidado que brinda a los más vulnerables.