Artículo 1
Alberto Manguel, el amigo de Margaret Atwood El director de la Biblioteca Nacional es el nexo argentino de la famosa escritora de El cuento de la criada, y quien la informa sobre lo que sucede en el país. Esas charlas provocaron el tuit que ella escribió para Gabriela Michetti
El debate sobre la legalización del aborto en Argentina
genera comentarios en todo el mundo. Incluso la escritora canadiense Margaret
Atwood, reconocida por su novela y posterior serie El cuento de la criada,
expresó hace unos días por Twitter: “Vicepresidenta de A
rgentina Gabriela
Michetti, no mire para otro lado cuando hay miles de mujeres que mueren todos
los años por abortos ilegales. Deles a las mujeres argentinas el derecho a
elegir”. Un tuit que tuvo más de veinticinco mil Me Gusta y comentarios de muchas
de las voces que en Argentina empujaron el tema en la sociedad. PERFIL intentó
comunicarse con ella pero Lucía, su asistente personal, explicó: “Ella está en
una ubicación remota con poca comunicación donde intenta concentrarse para
continuar sus obligaciones como escritora”. Quien sí habló fue su amigo
argentino Alberto Manguel. El director de la Biblioteca Nacional es su conexión
para informarse sobre Argentina. —¿Cómo conoció a Margaret Atwood? —Nos
conocimos en la Feria de Frankfurt hacia fines de los 70. Yo estaba buscando un
lugar para mudarme con mi familia –la editorial para la cual trabajaba estaba
cerrando– y ella me convenció de que Canadá sería el país ideal. Y así lo fue.
Desde entonces, ella no ha dejado de ayudarme y aconsejarme. —¿Han hablado
sobre Argentina y la legalización del aborto? —¡Por supuesto que hablamos de la
Argentina! Entre muchas otras cosas, le conté del debate sobre el aborto. No de
forma específica, porque hablamos de todo en general, pero sí lo tratamos.
Durante la semana, Manguel también se manifestó a favor de la legalización del
aborto a través de una imagen donde sostiene el pañuelo verde. —¿Cree que es
importante que Atwood tuiteara sobre el aborto? —Creo que conviene que toda
persona inteligente dé su opinión, pero sobre todo las mujeres. Al fin y al
cabo, se trata de sus cuerpos. Si no fuera así, estaríamos considerando al
vientre de la mujer como una suerte de horno público, en el que cualquiera
tiene derecho de decidir si puede o no gestar a su hijo. No es la primera vez
que Atwood se refiere a la Argentina. En varias entrevistas se ha referido a la
última dictadura militar y a la apropiación de bebés. Ambos temas son
retratados en su mencionada novela y, en 2017 habló indirectamente al respecto
cuando visitó Argentina y la consultaron. “En El cuento de la criada no escribí
nada que la gente no haya hecho ya en este planeta”, señaló. Artículo 2
Margaret Atwood, una mujer que abre la boca y dice lo que piensa
Si escribís sobre cualquier
mujer que abre la boca y dice lo que piensa, van a decir que sos
feminista". La advertencia la hizo anoche la poeta, novelista y activista
canadiense Margaret Atwood durante la primera conferencia que dio en su visita
a Buenos Aires, una conversación formal entre viejos conocidos con el director
de la Biblioteca Nacional, Alberto Manguel. Allí, en la Sala Jorge Luis Borges,
se habló del lugar de las mujeres en la sociedad, de ecología, de ciencia y...
de literatura.
El encuentro, que tuvo entre el
público a escritoras como Claudia Piñeiro e Inés Fernández Moreno, recorrió la
trayectoria de la autora, que comenzó pidiendo un saludo para todos los que se
quedaron fuera del auditorio y siguieron el encuentro desde una pantalla.
Atwood, de 78 años, eterna candidata al Premio Nobel, llega al país para
participar en diversas actividades, en un año del particular renacimiento de
dos de sus grandes obras: su ficción distópica El cuento de la criada (1985) y su novela Alias Grace (1996), ambas adaptadas en exitosas series.
A pedido de
Manguel, se empezó por el principio: habló de los años de su infancia y de sus
primeros contactos con la naturaleza al norte de Quebec. Recordó los paisajes
de lagos, rocas, vegetación y pájaros (juntos hicieron el sonido de algunas
especies que habitan en esos parajes) y explicó cómo rápidamente abandonó una
posible vocación de botánica para dedicarse a una pasión temprana: la
escritura. El primer relato que escribió fue sobre hormigas, un insecto que con
ironía -dijo- no encuentra motivador, e hizo memoria sobre cómo pasaba las
tardes cuando llovía: "Con mi hermano, escribíamos historias".
En los 60,
cuando las editoriales eran renuentes a publicar novelas de canadienses,
comenzó a hacerlo en revistas. Eran años de movimientos feministas, con
referentes como Simone de Beauvoir, de quien Atwood dijo: "Se quejaba de
que las mujeres usaran vestidos rosas, pero yo no tenía ni vestidos; ya hubiese
querido usarlos en lugar del overol de mi hermano". Sobre el lugar de la
mujer en la sociedad, se explayó en diversas ocasiones. Insistió en que el
feminismo "es un término tan grande que necesitás saber qué piensa el otro
para entender de qué hablamos". Consideró, por otra parte, que "las
mujeres no son ángeles, son personas, pero eso no es una excusa para no darles
igualdad de derechos, porque los hombres tampoco son ángeles".
Sobre El cuento de
la criada, llevado a la televisión por el servicio destreaming Hulu y protagonizado por Elisabeth Moss,
observó: "Cuando salió la novela, mucha gente me decía: me encantó, es
igual a la escuela de mujeres a la que fui. La pregunta que se hace este relato
es: si los Estados Unidos tuvieran un gobierno totalitario, ¿cómo sería ese
totalitarismo?". Considerado una especie de biblia para ciertos sectores
del feminismo, el libro acaba de ser reeditado por Salamandra y produjo un
nuevo fenómeno de lectores.
Como
consejo a las nuevas generaciones de escritores, dijo: "Escriban,
escriban, lean, lean, lean. Cuando leemos a otros autores estamos cultivando
nuestro estilo y aprendiendo técnicas narrativas. No se sientan inhibidos, el
tacho de la basura está hecho para ustedes. Escriban todos los días y sigan
leyendo". En su caso, contó que, como rutina, escribe al menos dos páginas
diarias.
Tras
el encuentro de ayer, la escritora, que también es miembro de Amnistía
Internacional y que integra la comisión directiva del organismo Birdlife
International, participará mañana de un nuevo acto en la Biblioteca Nacional, a
las 19, donde su pareja, el novelista canadiense Graeme Gibson, presentará The Bedside
Book of Birds y The Beadside
Book of Beasts. Para quienes no puedan asistir, también esa charla se
transmitirá en vivo a través de la web de la Biblioteca.
Artículo 3
Las lecciones de Margaret Atwood para el debate del aborto
en la Argentina
BUENOS AIRES — El proyecto de
ley para despenalizar el aborto en la Argentina se aprobó el 14 de junio por un estrecho margen en la Cámara de Diputados. Fue el primer paso para
aprobar una legislación que ha sido rechazada seis veces en once años. Ese
día, miles de mujeres salieron a las calles del centro de Buenos Aires con
pañuelos verdes para celebrar.
Ahora, el proyecto se encuentra en su
segunda fase: el 8 de agosto el Senado votará a favor o en contra de legalizar
el aborto voluntario hasta la semana catorce de gestación. Este debate ocurre
en un momento histórico.
El derecho al aborto voluntario ha sido
conquistado en varias partes del mundo occidental, pero solo tres países de
America Latina —Cuba, Guyana y Uruguay—, lo permiten sin restricciones. En la
Argentina la ley se discute con una carga adicional: se trata de un país que
sufrió una dictadura militar que mantenía con vida a mujeres embarazadas
—consideradas “subversivas”— hasta que parían para después asesinarlas y
entregar a sus hijos a familias cercanas al poder.
Ese episodio de la historia argentina
inspiró a la autora canadiense Margaret Atwood a escribir una novela distópica
en la que un Estado autoritario limita los derechos de las mujeres y esclaviza
a las mujeres fértiles para obligarlas a gestar a los hijos de los hombres
en el poder. En El
cuento de la criada, como en la
Argentina de la dictadura, muchas mujeres son usadas como incubadoras humanas
al servicio de un Estado. Es por esa carga histórica que, si la ley es
aprobada, Argentina será un referente simbólico para el resto del continente,
donde más del 97 por ciento de las mujeres en edad reproductiva viven con leyes de
aborto restrictivas.
La región ha
virado en el último año hacia una política más conservadora. En Brasil, la bancada evangélica en el Congreso está
impulsando la prohibición del aborto, incluso en casos que ponga en riesgo la
vida o salud de la mujer. En Chile, con el regreso de la derecha al poder, hay
voces en el gobierno que han dicho que se deberían repensar la despenalización del aborto –sancionada el año pasado– en casos de
violación o anormalidad fetal grave y para salvar la vida de la mujer. El
Senado argentino tiene el miércoles 8 de agosto la posibilidad de resarcir la
deuda histórica con las mujeres y, de paso, podría ayudar a cambiar la
devastadora tendencia regional que ha hecho que el 10 por ciento de las muertes maternas en Latinoamérica
se deban a abortos inseguros.
Cuando Atwood publicó en 1985 El
cuento de la criada, no imaginó que sería tan vigente en 2018 y probablemente menos que se discutiría con tanta
urgencia en Argentina. Mientras se libra la batalla parlamentaria, su novela
arroja una poderosa lección: las pulsiones regresivas pueden instaurarse de
manera repentina en los parlamentos y las victorias legales y sociales de las
mujeres —y de la agenda progresista que ha avanzado de manera limitada en
América Latina— no dejan de ser frágiles. En este debate, donde está en juego
una medida que podría salvar a casi medio centenar de mujeres que mueren cada año por complicaciones derivadas de
abortos inseguros o clandestinos, la lucha por extender y fortalecer los
derechos de las mujeres debe ser permanente.
Hay muchas resonancias entre el debate
parlamentario y El
cuento de la criada y, con el paso
de los días, se ha convertido en un argumento central en la discusión pública
argentina. Solo hace unos días, mientras un grupo de expertos y políticos
debatían la ley, un contingente de activistas con capas rojas y gorros blancos
se presentaron frente al Congreso en Buenos Aires. Iban vestidas como “las
criadas” de la novela de Atwood, las mujeres fértiles que son obligadas a
gestar a los hijos de los líderes del régimen autocrático.
Durante la sesión en la Cámara de
Diputados, la legisladora Victoria Donda resaltó las rimas del pasado
entrelazando la trama de El
cuento de la criada y su historia personal: nació en la Escuela de Mecánica
de la Armada, un centro de detención clandestino en Buenos Aires en 1977; su
madre, mantenida con vida durante los primeros quince días de su nacimiento,
fue asesinada y ella, cedida a una familia de un militar. Su nacimiento fue
producto de un Estado totalitario en el que las mujeres no tenían derechos.
“¿Por qué es tan difícil que podamos sancionar una ley que le reconozca este
derecho a la mujer?”, cuestionó Donda.
La participación de Atwood en el debate
no solo es simbólica. Hace unos días la escritora se insertó en la polémica
cuando confrontó a la vicepresidenta
Gabriela Michetti, después de que esta declarara que “no permitiría el aborto ni en los casos de
violación”. Y en una carta abierta, publicada a principios de
julio, volvió al tema: “Fuerce partos si usted quiere, Argentina, pero por lo
menos llame a lo forzado por lo que es. Es esclavitud”. Es la esclavitud que
sufren las mujeres en su obra y que sufrieron cientos de mujeres, como la madre
de Donda, durante la dictadura argentina.
El Senado, que preside la misma
Michetti, tiene un perfil más conservador que la Cámara de Diputados, aunque
cada vez menos. Todo indica que la votación será cerrada y difícil de predecir:
ahora está en 32 en contra, 28 a favor, 11 indecisos y una abstención. Pero si
hay un parlamento en América Latina sensible al pulso popular es el argentino.
Y las calles no han dejado de pronunciarse notoriamente a favor: los pañuelos
verdes siempre han sido mucho más que los celestes de los llamados seguidores
provida. Según una encuesta reciente, el 59
por ciento de los argentinos están de acuerdo con la ley.
Igual de sensible a la presión
social es el presidente Mauricio Macri. Fue él quien, pese a ser provida, inició el debate para
mejorar su aprobación en un sector de centroizquierda e izquierda que es hostil
a su gobierno. Ahora su popularidad va en picada, del 66 por ciento de aprobación en octubre, llegó al 35 por ciento en
julio. Cuando el grito a favor del aborto está más alto que nunca en las
calles, Macri ya salió a decir que no vetaría la ley si es aprobada por el
Senado.
Pese a tener un gobierno conservador, en la Argentina se podría conseguir una
victoria crucial en una de las regiones del mundo más peligrosas para ser
mujer. Esta victoria, además, será indispensable para un país en el que los
cuerpos de las mujeres fueron usados de manera sistemática por un Estado
militarizado y que persiguió a las valientes Madres de la Plaza de Mayo,
quienes se atrevieron a alzar la voz contra el autoritarismo.
El libro de Atwood recuerda que las
libertades civiles y los derechos conquistados por las mujeres a lo largo de
las últimas décadas peligran constantemente. Las mujeres de América Latina
tendremos que ver de cerca el caso argentino y marchar y reclamar nuestro lugar
como agentes de un cambio que se ha topado con la resistencia de grupos
conservadores que están ganando tracción por todo el continente. Las mujeres
argentinas tienen que seguir tomando las calles para influir en un Congreso
históricamente sensible a la presión social.
En su carta, Atwood le pregunta a la
Argentina: “¿En qué clase de país querés vivir? ¿En uno en el que cada
individuo es libre de tomar decisiones concernientes a la salud y el cuerpo […]
o en uno en el que la mitad de la población es libre y la otra mitad es
esclavizada?”. El Senado decidirá la próxima semana si la Argentina vivirá en
un país mejor o en uno que limita uno de los derechos más básicos, el derecho
de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos.
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