Escena II Los Reyes, Julio Cortázar

 Los condenados permanecen a distancia, mirando hacia el laberinto. Teseo se adelanta solo. Contempla largamente a Ariana antes de volverse al Rey. Ariana se aparta hasta quedar apoyada en la pared del laberinto. Ya el sol cae a plomo y el cielo es de un azul duro y ceñido.


MINOS

Créeme, no lo hago con alegría. Los sacerdotes leyeron su amenaza sobre láminas de bronce corroídas por un líquido sagrado. Cnossos no se regocija con vuestra muerte. Pero él reclama su tributo cíclico, reclama siete vírgenes y siete de vosotros. Es preciso.

TESEO

Y los exige atenienses, por supuesto.

MINOS

¿Quién eres tú que me arroja su ácida flecha a tan pocos pasos de la muerte?

TESEO

Un igual.

MINOS

Teseo.

TESEO

Mira esa gente. Cuánto llorar perdido. Su ser entero confluye a las lágrimas, como si de las lágrimas pudiera nacer alguna perpetuación. ¿Tú concibes que un hombre, máquina de poder, se resuma en su llanto, en esa sal sin futuro?

MINOS

Teseo el matador. Sí, tienes la frente y la palabra dura de tu padre. Se ve al mirarte que te ordenas en torno de tu voluntad, como otros en torno de su gracia o su silencio. No sé a qué vienes, qué astucia ática te han aconsejado tus dioses nutridos de espantosa dialéctica. No te prefiero así, ¡oh hijo de enemigo! No has venido a morir; tu presencia altera el orden sagrado, introduce el desconcierto que en el sacrificio irrumpe de la ternera rebelde, de la libación mal vertida. No te prefiero aquí.

TESEO

Nunca sabrás cuánto se parece tu lenguaje a mi pensamiento. Serénate, rey, imita a esa virgen que adhiere a la pared misteriosa y nos contempla con mirada incierta y blanda, fuera del tiempo. Ve cómo coincide su túnica con la lejana réplica de aquellas columnas. ¡Oh armonía presente, instauración feliz de lo continuo! Lazos aéreos ciñen su doble fuga, y de su relación sutil adviene mi alegría. Serénate y apacigua tanto tráfico oscuro mirando lo que dura, sostenido y claro, en su ritmo meridiano.

MINOS

Es Ariana.

TESEO

No podía ser otra. Hasta en ella nos asemejamos. En Atenas me hablaron de Ariana. La deseé como al viento de popa y al perfil familiar de las islas. Ella es el vértice que une nuestras dos líneas reales.

MINOS

Y todo lo dices como si el hoy fuese ya el día cumplido, como si hubieras cruzado su puente con la muerte sonando entre las piedras. ¡Oh insensato, pasto codiciado del Minotauro!

TESEO

Tú ya sabes que no.

MINOS

Mis guardias te arrastrarán al igual que los otros.

TESEO

Iré el primero y solo.

MINOS

Morirás temblando.

TESEO

Tú ya sabes que no. Tengo un problema: salir del laberinto. ¡Cómo se desvelaron mis maestros proponiendo soluciones al enigma dedálico! Los hay que creen en galerías concéntricas, llenas de falsas puertas. Me aconsejaron caminar con los ojos cerrados para evitar las ilusiones; el instinto crece con la sombra y el desamparo.

MINOS

¡Con los ojos cerrados! Sí, te evitarás verlo antes que te alce en sus pitones luminosos.

TESEO

Se entiende que eso será después de haber matado al monstruo.

MINOS

Habla; es bueno para no pensar.

TESEO

Pero el problema persiste; su muerte me hace señor de una cárcel. Si no vuelvo, ¿cómo sabrán en Atenas que he matado al Minotauro ilustre?

MINOS

¿Tenías que matarlo?

TESEO

Sí, por lo mismo que tú tenías que encerrarlo. Aquí divergen nuestras sendas, rey, pero la inteligencia es alta y se comprende de un hombre a otro y desde sus diferencias.

MINOS

Te obstinas en ver semejanza allí donde sólo hay azar.

TESEO

Este azar, igual que todos, se ha venido tejiendo con minucia y el Minotauro lo expone a la luz como envuelve el rocío en su delación plateada el tapiz de Aracné. Nadie nos oye y yo soy Teseo. Es decir, soy también Minos. Cosa nuestra, más acá de nuestros reinos y nuestros nombres. Porque también tú eres Teseo. Creta y Atenas, la nada. Sobre esas tierras perecederas, los reyes impetramos un orden sobrehumano, con un lenguaje solitario y desnudo, frente a frente.

MINOS

Ahora sé que mentías. Nuestro vértice no es Ariana, está al otro lado del muro y nos espera.

TESEO

¡Oh rey, seguro entendimiento!

MINOS

Sigo a oscuras esta indecible claridad que me propones. Ignoro a qué has venido, qué proyectas. Compruebo la necesidad casi horrible de que estés aquí, de que nos enfrentemos junto al muro, bajo los ojos de Ariana. Es casi un saber, algo que participa de la amenaza y el ultraje.

TESEO

Es más que saber; resuena en la nocturna caja del pecho, donde las pruebas huelgan. ¿Acaso sé yo por qué he venido? Cuando mis maestros querían explicármelo, los detenía riendo: «Callad, filósofos. Tan pronto llenéis de razones mi valor, me echaré a temblar.» Estoy aquí cumpliendo un mandato que me viene de la estirpe. No consta de palabras ni designios, sólo un movimiento y una fuerza.

MINOS

Tenías que matarlo. Oscuramente sé que tu respuesta es la mía, que una sola palabra puede desatar todo enigma.

TESEO

¿Quién sabe de enigmas? Yo ataco.

MINOS

Es una solución. Cuántos sucumben a los enigmas por creerlos materia de sutil examen, por contestar con palabras a la obra de la palabra. ¿Pero tenías que matarlo?

TESEO

Está en mi camino, como los otros. Todos ellos me estorbaban.

MINOS

Es extraño. Cada uno se construye su sendero, es su sendero. ¿Por qué, entonces, los obstáculos? ¿Llevamos el Minotauro en el corazón, en el recinto negro de la voluntad? Cuando ordené al arquitecto esta sierpe de mármol era como si previera la irrupción del cabeza de toro. Y también como si tu barca, ¡oh matador de sueños crueles!, estuviera ya subiendo el río, toda velas negras, hacia Cnossos. ¿Es que vamos extrayendo el acaecer de nuestro presente torturado? ¿Edificamos tan horriblemente nuestra desdicha?

TESEO

Yo iba al gimnasio y dejaba que mis maestros pensaran por mí. No creas que te sigo en tus rápidos juegos. Me obedezco sin preguntar mucho. De pronto sé que debo sacar la espada. Vieras a Egeo cuando me agregué a los condenados. Quería razones, razones. Yo soy un héroe, creo que basta.

MINOS

Por eso hay tan pocos.

TESEO

Además, soy rey. Egeo está ya muerto para mí. Atenas encontrará pronto su amo. Al rey puedes preguntarle más que a Teseo. De pronto me descubro una peligrosa facilidad para encontrar palabras. Lo que es peor, me gusta tejerlas, ver qué pasa, arrojar las redes— ¡Oh, pero me contengo! Mira, yo sé por qué debo matar al cabeza de toro. Me preocupa su astucia.

MINOS

También tu.

TESEO

Es temible allí dentro.

MINOS

Más que fuera, pero de otro modo, con la sutileza del prestigio. Yo tenía que encerrarlo, sabes, y él se vale de que yo tenía que encerrarlo. Soy su prisionero, a ti puedo decírtelo. ¡Se dejó llevar tan dócilmente! Aquella mañana supe que salía camino de una espantosa libertad, mientras Cnossos se me convertía en esta dura celda.

TESEO

Debiste concluir con él si tu cetro no alcanzaba para usar su vida.

MINOS

Parecía tan difícil ocultarlo para siempre. Ya ves, todos los artificios de Dédalo se vuelven horriblemente contra mí. Y luego… ¡con qué tranquilidad hablas de matar!

TESEO

Ahora te alegrarás de que lo haga por ti.

MINOS

Sí. Tiene que morir, has venido a eso y no hay ya que hablar. Nos entendemos bien. Pero yo te llevo años, tristezas, desnuda y solitaria meditación nocturna en terrazas abiertas a los astros. Lo que llamas matar…

TESEO

Pudiste hacerlo tú mismo. En cambio lo alimentas con carne ateniense, que te cobraré el mismo día en que de la mano seca de Egeo caiga el cetro a estos dedos como águilas.

MINOS

¿Tú crees que los devora? A veces pienso si no ejercita su vigilia en hacer de esos mancebos aliados, de esas vírgenes esposas, si no urde la tela de una raza terrible para Creta.

TESEO

¿Por qué entonces renuevas el tributo?

MINOS

Lo sabes como yo. Hubieras hecho lo mismo en mi lugar. Egeo tiembla cuando los vientos empiezan a alzarse desde las aguas, y el plazo se cierra inevitable. Y luego la ceremonia, el pavor de Atenas.

TESEO

Todo lo pagarás en su día.

MINOS

Sí, y no porque a ti te importe; deberás hacerlo con el mismo secreto hastío que pongo en reclamar mis presas. Está mi pueblo, que me elogia por tener en mis manos al monstruo. Y el Egipto, donde repiten las maravillas del laberinto. Imagínate, matarlo de hambre. Se diría en seguida: «No era tan temible, apenas le faltó el tributo dejaron de oírse sus mugidos triunfales, los altos gritos que a mediodía brotaban del recinto como bocinas de fiesta.» No es al cabeza de toro que entrego los atenienses; hay aquí un demonio que necesita alimento.

TESEO

Cuánto hablas— Pero no hubieras podido decir con menos tanta falsa materia. ¡Demonio! Mataré a ese demonio, arrastraré su cuerpo vestido de polvo por las calles de Cnossos.

MINOS

En el fondo lo matarás por lo mismo que temo yo matarlo. Sólo los medios cambian, alguna vez te tocará saberlo.

TESEO

Nos parecemos menos de lo que supuse.

MINOS

El tiempo te probará otra cosa.

TESEO

Tú serás una sombra. La venganza de Atenas se abre paso hacia tu garganta que hierve con las hormigas del perjurio. ¿Lo querías, vivo? ¿Su existencia sostenía tu poder más allá de la isla? ¡Llama las músicas fúnebres, haz que se preparen!

MINOS

No me importa que lo mates.

TESEO

Te importa. Por eso lo heriré con doble fuerza.

MINOS

Y en ese mismo momento yo meteré esta espada entre los senos de Ariana.

TESEO

¿Ariana? No pensaba en Ariana. ¿Por qué no matarme a mí?

MINOS

Atenas saltaría como una inmensa langosta sobre mi isla. Que te mate el cabeza de toro; eso lo acatarán, viene de más arriba.

TESEO

Ariana. Sí, está Ariana. Pero yo debo matar al Minotauro.

MINOS

Mátalo, y guarda su muerte como una piedra en la mano. Entonces te daré a Ariana.

TESEO

¿Callar su muerte? ¿Pero tú crees que Teseo puede volver a Atenas sin que lo sobrevuele la noticia de otro monstruo vencido?

MINOS

Volverás con Ariana y con el corazón en paz. Piensa; con Ariana, y con el corazón en paz.

TESEO

Libres de monstruos las islas; porque éste es el último.

MINOS

Y los pueblos siempre temerosos. Los atenienses inclinándose con el tributo anual. Luego yo te lo perdonaría. Siempre están los africanos para alimentar el prestigio del monstruo.

TESEO

Ya ningún monstruo vivo.

MINOS

Sólidos, nuestros tronos.

TESEO

Ningún monstruo vivo. Solamente los hombres.

MINOS

Los hombres, sostén de los tronos.

TESEO

Y tú me darías a Ariana.

MINOS

Mira si nos parecemos.



ACTIVIDADES

  1. ¿Qué actitud muestra Teseo hacia Minos al principio de la conversación y cómo cambia su tono a lo largo del diálogo?
  2. ¿Qué opinión tiene Teseo sobre el llanto y la expresión de emociones, y cómo contrasta con la actitud de Minos?
  3. ¿Qué revela la conversación sobre la relación entre Teseo, Ariana y el Minotauro?
  4. ¿Qué conflicto interno enfrenta Minos en relación con el sacrificio del tributo y cómo intenta resolverlo?
  5. ¿Cuál es la propuesta que hace Minos a Teseo sobre el destino de Ariana y cómo reacciona Teseo ante ella?

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