Dos modalidades de pensamiento, de Jerome Brumer


(adaptación)
Hay dos modalidades de funcionamiento cognitivo, dos modalidades de pensamiento, y cada una de ellas brinda modos característicos de ordenar la experiencia, de construir la realidad. Las dos, si bien son complementarias, son irreductibles entre sí. Los intentos de reducir una modalidad a la otra o de ignorar una a expensas de la otra hacen perder inevitablemente la rica diversidad que encierra el pensamiento. Además, esas dos maneras de conocer tienen principios funcionales propios y sus propios criterios de corrección. Difieren fundamentalmente en sus procesos de verificación. Un buen relato y un argumento son clases naturales diferentes. Los dos pueden usarse como un medio para convencer a otro. Empero, aquello de lo que convencen es completamente diferente: los argumentos convencen de su verdad, los relatos de su semejanza con la vida. En uno, la verificación se realiza mediante procedimientos que permiten establecer una prueba formal y empírica. En el otro no se establece la verdad sino la verosimilitud. Se ha afirmado que uno es un perfeccionamiento o una abstracción del otro. Pero esto debe ser falso o verdadero tan sólo en la manera menos esclarecedora. Funcionan de modos diferentes, como ya se observó, y la estructura de un argumento lógico bien formulado difiere fundamentalmente de la de un relato bien construido. Con un argumento lógico se realiza una búsqueda de verdades universales; con un relato se buscan conexiones probablemente particulares entre dos sucesos: una pena mortal, un suicidio, un juego sucio. Si bien es cierto que el mundo de un relato (para lograr verosimilitud) tiene que ajustarse a las reglas de una coherencia lógica puede transgredir esa coherencia para constituir la base del drama. Como en las novelas de Kafka, en lasque una arbitrariedad no lógica en el orden social proporciona el motor del drama. La modalidad del argumento lógico, modalidad paradigmática o lógico científica, trata de cumplir el ideal de un sistema matemático, formal, de descripción y explicación. Se ocupa de causas generales, y de su determinación, y emplea procedimientos para asegurar referencias verificables y para verificar la verdad empírica. Su lenguaje está regulado por requisitos de coherencia y no contradicción. Su ámbito está definido no sólo por entidades observables a las cuales se refieren sus enunciados básicos, sino también por la serie de mundos posibles que pueden generarse lógicamente y verificarse frente a las entidades observables; es decir, está dirigida por hipótesis de principios. La modalidad narrativa del pensamiento produce buenos relatos, obras dramáticas interesantes, crónicas históricas creíbles (aunque no necesariamente “verdaderas”). Se ocupa de las intenciones y las acciones humanas y de las vicisitudes y consecuencias que marcan su transcurso. Trata de situar sus milagrosa temporales en los sucesos de la experiencia y de situar la experiencia en el tiempo y el espacio. Paul Ricoeur sostiene que la narrativa se basa en la preocupación por la condición humana: los relatos tienen desenlaces tristes o cómicos o absurdos, mientras que los argumentos teóricos son sencillamente convincentes o no convincentes. A diferencia de los vastos conocimientos que tenemos sobre el funcionamiento del razonamiento lógico y científico, sabemos muy poco en cualquier sentido formal sobre la manera de hacer buenos relatos. Al final, lo narrativo y lo paradigmático existen uno junto al otro. Razón de más para que tratemos de comprender e interpretar grandes relatos y cómo éstos crean una realidad que les pertenece, tanto en la vida como en el arte.

SOBRE LA NARRACION
En un relato deben construirse dos panoramas simultáneamente. Uno es el panorama de la acción, donde los constituyentes son los argumentos de la acción: agente, intención o meta, situación, instrumento; algo equivalente a una “gramática del relato”. El otro es el panorama de la conciencia: lo que saben, piensan o sienten, o dejan de saber, pensar o sentirlos que intervienen en la acción. Los dos panoramas son esenciales y distintos: es la diferencia que media entre el momento en que Edipo comparte el lecho con Yocasta antes de enterarse por el mensajero de que es su madre y después de enterarse. En este sentido, la realidad psíquica predomina en la narración y toda realidad que exista más allá del conocimiento de los que intervienen en la historia es puesta allí por el autor con el objeto de crear un efecto dramático. En realidad, es un invento de los novelistas y dramaturgos modernos la creación de un mundo compuesto totalmente con las realidades psíquicas de los protagonistas, dejando el conocimiento del mundo “real” enel dominio de lo implícito. El objeto de la narrativa son las vicisitudes de las intenciones humanas. Y puesto que hay millares de intenciones e infinitas maneras de que entren en conflicto –o así parecería- debería haber infinitas clases de relatos. Pero, extrañamente, no es éste el caso. Según un punto de vista, las narraciones realistas comienzan con un estado calmo, canónico o “legítimo” que es interrumpido, con lo cual se produce una crisis que termina con la restitución de la calma, dejando abierta la posibilidad de que el ciclo se repita. Una definición flexible que permite determinar cuando un relato “es” un relato es la que ya se mencionó: la narrativa se ocupa de las vicisitudes de la intención. La intención es inmediata e intuitivamente reconocible: no parece requerir para su reconocimiento ningún acto interpretativo complejo por parte del espectador. La narración elabora un modelo de mundo posible que existe en la mente del destinatario que le permite reconocer una gran cantidad y variedad de fábulas y relatos, cualquiera que sea la expresión en que sea la expresión en que se encuentran.

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