EXTRAÑO privilegio el de ser para otro alguien
como la luna en el agua:
dama de brumas,
fauna del cielo,
fuego y asombro.
Ese azar, si bendice, no es neutral
y confirma la visceral sospecha:
Toda belleza es arbitraria.
II
Ser, otra vez, la sola.
La que en vano mece su ración de luna
y enciende una vela por segundo,
tratando de ahuyentar la noche.
Un tibio animal que enrola furias
y envuelve el corazón -madero de naufragio-
en lino crudo,
para teñirse el pecho de sol blanco.
III
... y nombrarte despacio,
con dolor de terraplén que se desarma,
resignando sus vigas y sus mañas,
mientras todo lo que amo me abandona
en silencio y para siempre
Buenos Aires...
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