Teoría de la literatura fantástica
Joan Escudé González
El punto del estudio que
iniciamos a continuación analizará los contenidos teóricos que posee el género
de la literatura fantástica y de terror. Los diferentes contenidos estudiados
son:
-Definición del género
-El cuento
Definición del género
Antes de empezar a trabajar las
definiciones que los distintos estudiosos han elaborado, es necesario advertir
que, la gran mayoría de ellas se ajustan tan solo al relato clásico de terror
que es el que realmente nos ocupa. La advertencia se debe a que escritores más
contemporáneos como Kafka, Borges o Cortázar, que, por supuesto, no se incluyen
en el estudio, no se limitan a ninguna definición válida que pueda generalizar
sus trabajos. En estos autores
, ni lo fantástico se ciñe sólo al género narrativo, ni la actitud del narrador o de los personajes constituyen la clave para decidir si un texto debe ser catalogado dentro de esa categoría.
, ni lo fantástico se ciñe sólo al género narrativo, ni la actitud del narrador o de los personajes constituyen la clave para decidir si un texto debe ser catalogado dentro de esa categoría.
Hecha la aclaración, empecemos a
analizar las distintas visiones que el género fantástico ha evocado sobre sí
mismo.
Muchas son las definiciones que
se han aportado para intentar apresar la esencia de lo fantástico, y muchas
también las réplicas que aquéllas han obtenido arguyendo razones de peso que
desmontan teorías expuestas pacientemente a lo largo de muchas páginas.
Sin duda, el estudio más
importante, a pesar de sus numerosas contradicciones, es el de Tzvetan Todorov,
pero también es interesante trabajar otros autores, aunque sea de forma más
breve.
Introducción a la literatura fantástica de Tzvetan Todorov
Todorov, cuyo estudio sobre el
tema se ha constituido en una referencia imprescindible (a pesar de las
réplicas suscitadas), y cuyas distinciones generativas siguen en pie,
estableció la más significativa definición hasta el momento. En su estudio
Introduction á la littérature fantastique, Todorov diferencia tres categorías
dentro de la ficción no-realista: lo maravilloso, lo insólito y lo fantástico.
Cada uno de estos géneros se basa en la forma de explicar los elementos
sobrenaturales que caracterizan su manera de narración.
Si el fenómeno sobrenatural se
explica racionalmente al final del relato, como en el relato "Los
asesinatos de la calle
Morgue", de Poe, estamos en el género de lo insólito. Lo
que a primera vista parecía escapar a las leyes físicas del mundo tal y como lo
conocemos no es más que un engaño de los sentidos que se resolverá según estas
mismas leyes. Este es el caso de muchas de las narraciones policíacas que Poe
inició y que Agatha Christie culminó.
Por otro lado, si el fenómeno
natural permanece sin explicación cuando se acaba el relato, entonces nos
encontramos ante lo maravilloso. Tal sería el caso de los cuentos de hadas,
fábulas, leyendas, donde los detalles irracionales forman parte tanto del
universo como de su estructura. Para Todorov, el género fantástico se encuentra
entre lo insólito y lo maravilloso, y sólo se mantiene el efecto fantástico
mientras el lector duda entre una explicación racional y una explicación
irracional. Asimismo, rechaza el que un texto permanezca fantástico una vez
acabada la narración: es insólito si tiene explicación y maravilloso si no la tiene. Según él, lo
fantástico no ocupa más que «el tiempo de la incertidumbre», hasta que el
lector opte por una solución u otra.
En la literatura fantástica
decimonónica podemos encontrar numerosos ejemplos que validarían la tesis de
Todorov, obras ambiguas donde la duda persiste hasta el final. Pensemos, por
ejemplo, en la novela de Henry James (1843-1916), La vuelta de tuerca (1898),
al final de la obra ignoramos si los fantasmas son alucinaciones de la
institutriz o si realmente están confabulados con los niños. En "La Venus
de Ille" (1837), de Prosper Mérimée, una estatua parece animarse y matar a
un recién casado, pero no tenemos la certeza de ello.
Pero esta teoría de Todorov no se
puede decir que sea totalmente original. El escritor francés Guy de Maupassant
ya la percibió un siglo antes, en su crónica titulada "Lo
fantástico", la cual trabajaremos más adelante.
Otras definiciones
Hay una gran cantidad de
literatos que han escrito estudios teóricos acerca del género, nos centraremos
en tres de ellos.
El teórico P. G. Castex1, define
lo fantástico como «una ruptura en la trama de la realidad cotidiana». En un
contexto realista se produce un acontecimiento extraordinario que,
paulatinamente, atrae la atención del personaje principal hasta invadir completamente
su mundo y transformarlo. La normalidad se quiebra. Su percepción del mundo
será distinta a partir de esta experiencia turbadora.
Como ya habíamos adelantado,
Maupassant fue uno de los primeros teóricos del género y aunque en su obra no
dejó clara la diferencia entre lo fantástico y lo insólito, sí diferenció lo
maravilloso de lo fantástico. Según él, el hombre de finales del siglo XIX ya
no puede creer en las leyendas antiguas y su percepción de lo sobrenatural ha
cambiado para siempre, achacando este cambio a los progresos técnicos que han
influido fuertemente en el ser humano y en su visión del mundo. El lector ya no
es tan crédulo y las supersticiones y leyendas ya no le asustan. Por ello, el
autor debe mostrar más sutileza para provocar el escalofrío de inquietud y duda
propio del género.
En los cuentos fantásticos de
Maupassant podemos encontrar una perfecta ilustración de esta teoría,
demostrando el autor que «sólo se tiene miedo de lo que no se entiende». Lo que
distingue un relato fantástico de un cuento de hadas es la oportunidad que da
al lector la narración fantástica de identificar el universo representado como
el suyo propio y de intentar racionalizar los elementos sobrenaturales que
rompen con las leyes naturales del mundo y con la posibilidad de conocimiento
racional de la realidad.
Maupassant insiste mucho sobre el
miedo que ha de provocar un relato fantástico, que no se corresponde con la
anticipación de circunstancias negativas, proyectadas racionalmente, sino a un
terror al límite de lo indecible, cuya causa es la falta de explicación natural
ante un determinado fenómeno, inexplicable.
Otra destacada estudiosa del
género fantástico, Ana María Barrenechea, consciente de las contradicciones del
estudio de Todorov, define la literatura fantástica como «la que presenta en
forma de problemas hechos a-normales, a-naturales o irreales en contraste con
hechos reales, normales o naturales»2. Barrenechea pone el acento en el
conflicto que se crea al confrontarse la realidad, o lo que se considera
normal, con hechos que pertenecen a otro orden.
Retomando el carácter general del
apartado, una vez hemos visto las tres distintas definiciones, nos damos cuenta
de que no es tarea fácil decantarse por una u otra concepción teórica sobre la
literatura fantástica que, afortunadamente, no se deja apresar con facilidad
por caracterizaciones que, por simplificadoras, empobrecen la riqueza de un
texto literario. Las tres definiciones son válidas como acercamiento al tema y
las tres se complementan de una u otra manera. No olvidemos que estamos ante
escritores decimonónicos cuya obra es de corte tradicional. El cambio y la
experimentación en este terreno quedan para más adentrado el siglo XX.
Lo fantástico decimonónico, en
suma, surge siempre por oposición o contraste con lo real y cotidiano, lo
conocido y representativo de nuestro mundo, y necesita apoyarse en un punto de
referencia familiar para el lector. Los personajes de los relatos clásicos que
trabajamos viven en un mundo perfectamente identificable, y sus costumbres,
rutinarias o extravagantes, podrían ser compartidas por cualquier lector. Por
otra, un elemento extraño, impreciso y perturbador se introduce en sus vidas y
va empañando progresivamente su pacífica existencia. Lo sobrenatural, «la realidad
extraña», como dice Todorov, aparece como una ruptura del orden natural
transformando la percepción del mundo de los personajes e incluso a ellos
mismos, si es que logran salir indemnes de la experiencia. De
pronto nos damos cuenta de que, por debajo de nuestra realidad, existe otro
mundo regido por leyes que desconocemos totalmente. Esta realidad extraña se
hace evidente a los ojos del personaje y del lector y ambos se sumergen, por
unos instantes, en una experiencia inolvidable y perturbadora.
El cuento como unidad de trabajo
El cuento como unidad de trabajo
por excelencia del relato fantástico y de terror fue eficazmente establecido
por Edgar Allan Poe. De hecho, en uno de sus estudios teóricos3, mediante un
interesante pasaje, nos hace observar los procedimientos que se deben seguir
para conseguir componer un buen cuento de terror:
«Un hábil artista literario ha
construido un relato. Si es prudente, no habrá elaborado sus pensamientos para
ubicar los incidentes, sino que, después de concebir cuidadosamente cierto
efecto único y singular, inventará los incidentes, combinándolos de la manera
que mejor lo ayude a lograr el efecto preconcebido. Si su primera frase no
tiende ya a la producción de dicho efecto, quiere decir que ha fracasado en el
primer paso. No debería haber una sola palabra en toda la composición cuya
tendencia, directa o indirecta, no se aplicara al designio preestablecido. Y
con esos medios, con ese cuidado y habilidad, se logra por fin una pintura que
deja en la mente del contemplador un sentimiento de plena satisfacción. La idea
del cuento ha sido presentada sin mácula, pues no ha sufrido ninguna
perturbación; y eso es algo que la novela no puede conseguir jamás. La brevedad
indebida es aquí tan recusable como en la novela, pero aún más debe evitarse la
excesiva longitud.»
Poe encontró la fórmula para
conducir el terror a través de las palabras de una forma eficaz y contundente.
El equilibrio y la contención que impone una narración breve, facilitan el
estrecho control de lo que se narra y permiten moderar hábilmente la tensión. El lector,
atraído por lo que lo asusta cada vez más, es conducido a través de la telaraña
narrativa, en manos de una técnica depurada que basa su eficacia en la creación
de una atmósfera sugerente, gracias a los mecanismos psicológicos que
convierten lo macabro en un objeto de placer estético.
Para poner en marcha el engranaje
terrorífico, la descripción tiene un papel fundamental en el género. La
descripción de la atmósfera, los personajes (física y psíquicamente), los
espacios, la situación, etc.
Los autores no ahorran detalles
en estas descripciones, conscientes de su importancia en la narración. Para
conseguir el impacto deseado, hacen una selección del léxico más adecuado,
especialmente de la adjetivación que complemente la atmósfera que va emergiendo
de las páginas.
Esta premeditada selección del
material narrativo se pone al servicio de un crecimiento gradual de la tensión,
que acostumbra a alcanzar su clímax al final de la narración. Por eso,
muchas narraciones basan su técnica en una estructura ascendiente, es decir,
una lenta escalada del interés del lector, a menudo a merced de una estrategia
basada en premoniciones que tiene la doble misión de alertar y de estimular la
curiosidad de aquél que se ha internado en el laberinto narrativo del terror.
Su lenguaje, dada la connotación, es una combinación de poesía y narrativa, ya
que transmite sentimientos y emociones y nos da cuenta de una historia.
Una de las características más
notorias del cuento de terror y motivo principal de su gran éxito es que puede
mantener un ambiente de suspense con mucha más facilidad y firmeza que una
narración larga.
El suspense en el relato breve
El suspense es un elemento
esencial para la literatura fantástica, y los procedimientos para conseguirlo
son muy variados. Poe, en su teoría sobre el relato breve4, desarrolla este
concepto definiéndolo como «cierto efecto único preconcebido, situado al final
de la historia, al que todos los incidentes deben confluir». No debe haber
ninguna descripción, digresión o comentario que no vaya encaminado a conseguir
el efecto único que el autor se ha propuesto previamente: todo debe estar
dispuesto para la sorpresa final. Esta teoría implica una tensión constante en
el relato y una gran economía de medios al relatar las acciones de la trama.
"El corazón delator" es
un ejemplo perfecto: se trata de un cuento breve que mantiene al lector
interesado y en vilo desde el primer momento. Su economía es sorprendente, no
sobra ninguna frase y toda la acción, que va intensificándose paulatinamente,
está dispuesta para estallar en el desenlace, o lo que Poe llama la “unidad de
efecto”. El desenlace no tiene por qué suponer una aclaración del misterio,
pues a menudo sucede todo lo contrario: la duda, la ambigüedad con que se queda
el lector suele ser una forma habitual de cerrarlo y de proporcionar una nueva
sensación de intriga, esa otra vuelta de tuerca.
1. Le conte fantastique en France
de Nodier a Maupassant, Editor Corti, 1987.
2. Ensayo de una tipología de la
literatura fantástica, Editor Monte Ávila, Caracas, 1978, página 90.
3. Ensayos y críticas, Editorial
Alianza, Madrid, 1987, páginas 135 y 136.
4. Véase nota número 3.
"Teoría de la literatura
fantástica", publicado en esta página, es el apartado 3 del estudio Los
cuentos clásicos de terror, por Joan Escudé González.
EL SENTIMIENTO DE LO FANTÁSTICO
Por Julio Cortázar
Julio Cortázar fue un gran generador de
relatos y situaciones fantásticas. Pero el esplendor imaginativo que emerge de
la ficción, involucra también la pregunta estético-filosófica y literaria a su
vez, sobre el sentido o naturaleza de lo fantástico. Un estado de la
sensibilidad que, según el autor de Rayuela "me acompaña desde el comienzo
de mi vida, desde muy pequeño, antes, mucho antes de comenzar a escribir, me
negué a aceptar la realidad tal como pretendían imponérmela y explicármela mis
padres y mis maestros. Yo vi siempre el mundo de una manera distinta, sentí
siempre, que entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y separadas,
hay intersticios por los cuales, para mí al menos, pasaba, se colaba, un
elemento, que no podía explicarse con leyes, que no podía explicarse con
lógica, que no podía explicarse con la inteligencia razonante".
La indagación completa consumada por Cortázar sobre los pliegues de lo
fantástico podremos hurgarla mediante el texto integro de una conferencia que
el gran escritor argentino dictó en la U.C.A.B que ahora la presentamos en esta
nueva palpitación de Textos sobre Literatura fantástica de Temakel.
E.I
EL SENTIMIENTO DE LO FANTÁSTICO
Por Julio
Cortázar
Yo he sido siempre y primordialmente considerado como un prosista. La
poesía es un poco mi juego secreto, la guardo casi enteramente para mí y me
conmueve que esta noche dos personas diferentes hayan aludido a lo que yo he
podido hacer en el campo de la poesía. (...) he pensado que me gustaría
hablarles concretamente de literatura, de una forma de literatura: el cuento
fantástico.
Yo he escrito una cantidad probablemente
excesiva de cuentos, de los cuales la inmensa mayoría son cuentos de tipo
fantástico. El problema, como siempre, está en saber qué es lo fantástico. Es
inútil ir al diccionario, yo no me molestaría en hacerlo, habrá una definición,
que será aparentemente impecable, pero una vez que la hayamos leído los
elementos imponderables de lo fantástico, tanto en la literatura como en la
realidad, se escaparán de esa definición.
Ya no sé quién dijo, una vez, hablando de la posible definición de la
poesía, que la poesía es eso que se queda afuera, cuando hemos terminado de
definir la poesía , creo que esa misma definición podría aplicarse a lo
fantástico, de modo que, en vez de buscar una definición preceptiva de lo que
es lo fantástico, en la literatura o fuera de ella, yo pienso que es mejor que
cada uno de ustedes, como lo hago yo mismo, consulte su propio mundo interior,
sus propias vivencias y se plantee personalmente el problema de esas
situaciones, de esas irrupciones, de esas llamadas coincidencias en que de
golpe, nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad, tiene la impresión de que
las leyes, a que obedecemos habitualmente, no se cumplen del todo o se están
cumpliendo de una manera parcial, o están dando su lugar a una excepción.
Ese sentimiento de lo fantástico como me
gusta llamarle, porque creo que es sobre todo un sentimiento e incluso un poco
visceral, ese sentimiento me acompaña a mí desde el comienzo de mi vida, desde
muy pequeño, antes, mucho antes de comenzar a escribir, me negué a aceptar la
realidad tal como pretendían imponérmela y explicármela mis padres y mis
maestros. Yo vi siempre el mundo de una manera distinta, sentí siempre, que
entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y separadas, hay
intersticios por los cuales, para mí al menos, pasaba, se colaba, un elemento,
que no podía explicarse con leyes, que no podía explicarse con lógica, que no
podía explicarse con la inteligencia razonante.
Ese sentimiento, que creo se refleja en la
mayoría de mis cuentos, podríamos calificarlo de extrañamiento; en cualquier
momento les puede suceder a ustedes, les habrá sucedido, a mí me sucede todo el
tiempo, en cualquier momento que podemos calificar de prosaico, en la cama, en
el ómnibus, bajo la ducha, hablando, caminando o leyendo, hay como pequeños
paréntesis en esa realidad y es por ahí, donde una sensibilidad preparada a ese
tipo de experiencias siente la presencia de algo diferente, siente, en otras
palabras, lo que podemos llamar lo fantástico. Eso no es ninguna cosa
excepcional, para gente dotada de sensibilidad para lo fantástico, ese
sentimiento, ese extrañamiento, está ahí, a cada paso, vuelvo a decirlo, en
cualquier momento y consiste sobre todo en el hecho de que las pautas de la
lógica, de la causalidad del tiempo, del espacio, todo lo que nuestra inteligencia
acepta desde Aristóteles como inamovible, seguro y tranquilizado se ve
bruscamente sacudido, como conmovido, por una especie de, de viento interior,
que los desplaza y que los hace cambiar.
Un gran poeta francés de comienzos de este siglo, Alfred Jarry, el autor
de tantas novelas y poemas muy hermosos, dijo una vez, que lo que a él le
interesaba verdaderamente no eran las leyes, sino las excepciones de las leyes;
cuando había una excepción, para él había una realidad misteriosa y fantástica
que valía la pena explorar, y toda su obra, toda su poesía, todo su trabajo
interior, estuvo siempre encaminado a buscar, no las tres cosas legisladas por
la lógica aristotélica, sino las excepciones por las cuales podía pasar, podía
colarse lo misterioso, lo fantástico, y todo eso no crean ustedes que tiene
nada de sobrenatural, de mágico, o de esotérico; insisto en que por el
contrario, ese sentimiento es tan natural para algunas personas, en este caso
pienso en mí mismo o pienso en Jarry a quien acabo de citar, y pienso en
general en todos los poetas; ese sentimiento de estar inmerso en un misterio
continuo, del cual el mundo que estamos viviendo en este instante es solamente
una parte, ese sentimiento no tiene nada de sobrenatural, ni nada de
extraordinario, precisamente cuando se lo acepta como lo he hecho yo, con
humildad, con naturalidad, es entonces cuando se lo capta, se lo recibe
multiplicadamente cada vez con más fuerza; yo diría, aunque esto pueda
escandalizar a espíritus positivos o positivistas, yo diría que disciplinas
como la ciencia o como la filosofía están en los umbrales de la explicación de
la realidad, pero no han explicado toda la realidad, a medida que se avanza en
el campo filosófico o en el científico, los misterios se van multiplicando, en
nuestra vida interior es exactamente lo mismo.
Si quieren un ejemplo para salir un poco de
este terreno un tanto abstracto, piensen solamente en eso que utilizamos
continuamente y que es nuestra memoria. Cualquier tratado de psicología nos va
a dar una definición de la memoria, nos va a dar las leyes de la memoria, nos
va a dar los mecanismos de funcionamiento de la memoria. Y bien, yo
sostengo que la memoria es uno de esos umbrales frente a los cuales se detiene
la ciencia, porque no puede explicar su misterio esencial, esa memoria que nos
define como hombres, porque sin ella seríamos como plantas o piedras; en primer
lugar, no sé si alguna vez se les ocurrió pensarlo, pero esa memoria es doble;
tenemos dos memorias, una que es activa, de la cual podemos servirnos en
cualquier circunstancia práctica y otra que es una memoria pasiva, que hace lo
que le da la gana: sobre la cual no tenemos ningún control.
Jorge Luis Borges escribió un cuento que se llama “Funes el memorioso”,
es un cuento fantástico, en el sentido de que el personaje Funes, a diferencia
de todos nosotros, es un hombre que posee una memoria que no ha olvidado nada,
y cada vez que Funes ha mirado un árbol a lo largo de su vida, su memoria ha
guardado el recuerdo de cada una de las hojas de ese árbol, de cada una de las
irizaciones de las gotas de agua en el mar, la acumulación de todas las
sensaciones y de todas las experiencias de la vida están presentes en la
memoria de ese hombre. Curiosamente en nuestro caso es posible, es posible que
todos nosotros seamos como Funes, pero esa acumulación en la memoria de todas
nuestras experiencias pertenecen a la memoria pasiva, y esa memoria solamente
nos entrega lo que ella quiere.
Para completar el ejemplo si cualquiera de ustedes piensa en el número
de teléfono de su casa, su memoria activa le da ese número, nadie lo ha
olvidado, pero si en este momento, a los que de ustedes les guste la música de
cámara, les pregunto cómo es el tema del andante del cuarteto 427 de Mozart, es
evidente que, a menos de ser un músico profesional, ninguno de ustedes ni yo
podemos silvar ese tema y sin embargo, si nos gusta la música y conocemos la
obra de Mozart, bastará que alguien ponga el disco con ese cuarteto y apenas
surja el tema nuestra memoria lo continuará. Comprenderemos en ese instante que
lo conocíamos, conocemos ese tema porque lo hemos escuchado muchas veces, pero
activamente, positivamente, no podemos extraerlo de ese fondo, donde quizá como
Funes, tenemos guardado todo lo que hemos visto, oído, vivido.
Lo fantástico y lo misterioso no son solamente las grandes imaginaciones
del cine, de la literatura, los cuentos y las novelas. Está presente en
nosotros mismos, en eso que es nuestra psiquis y que ni la ciencia, ni la
filosofía consiguen explicar más que de una manera primaria y rudimentaria.
Ahora bien, si de ahí, ya en una forma un poco más concreta nos pasamos
a la literatura, yo creo que ustedes están en general de acuerdo que el cuento,
como género literario, es un poco la casa, la habitación de lo fantástico. Hay
novelas con elementos fantásticos, pero son siempre un tanto subsidiarios, el
cuento en cambio, como un fenómeno bastante inexplicable, en todo caso para mí,
le ofrece una casa a lo fantástico; lo fantástico encuentra la posibilidad de
instalarse en un cuento y eso quedó demostrado para siempre en la obra de un
hombre que es el creador del cuento moderno y que se llamó Edgar Allan Poe. A
partir del día en que Poe escribió la serie genial de su cuento fantástico, esa
casa de lo fantástico, que es el cuento, se multiplicó en las literaturas de
todo el mundo y además sucedió una cosa muy curiosa y es que América Latina,
que no parecía particularmente preparada para el cuento fantástico, ha
resultado ser una de las zonas culturales del planeta, donde el cuento
fantástico ha alcanzado sus exponentes, algunos de sus exponentes más altos.
Piensen, los que se preocupan en especial de literatura, piensen en el panorama
de un país como Francia, Italia o España, el cuento fantástico no existe o existe
muy poco y no interesa, ni a autores, ni a lectores; mientras que, en América
Latina, sobre todo en algunos países del cono sur: en el Uruguay , en la
Argentina... ha habido esa presencia de lo fantástico que los escritores han
traducido a través del cuento. Cómo es posible que en un plazo de treinta años
el Uruguay y la Argentina hayan dado tres de los mayores cuentistas de
literatura fantástica de la literatura moderna. Estoy naturalmente citando a
Horacio Quiroga, a Jorge Luis Borges y al uruguayo Felisberto Hernández,
todavía injustamente, mucho menos conocido.
En la literatura lo fantástico encuentra su vehículo y su casa natural
en el cuento y entonces, a mí personalmente no me sorprende, que habiendo
vivido siempre con la sensación de que entre lo fantástico y lo real no había
límites precisos, cuando empezé a escribir cuentos ellos fueran de una manera
casi natural, yo diría casi fatal, cuentos fantásticos.
(...) Elijo para demostrar lo fantástico uno de mis cuentos “La noche
boca arriba” y cuya historia, resumida muy sintéticamente, es la de un hombre
que sale de su casa en la ciudad de París, una mañana, en una motocicleta y va
a su trabajo, observando, mientras conduce su moto, los altos edificios de
concreto, las casas, los semáforos y en un momento dado equivoca una luz de
semáforo y tiene un accidente y se destroza un brazo, pierde el sentido y al
salir del desmayo, lo han llevado al hospital, lo han vendado y está en una
cama, ese hombre tiene fiebre y tiene tiempo, tendrá mucho tiempo, muchas
semanas para pensar, está en un estado de sopor, como consecuencia del
accidente y de los medicamentos que le han dado; entonces se adormece y tiene
un sueño; sueña curiosamente que es un indio mexicano de la época de los
aztecas, que está perdido entre las ciénagas y se siente perseguido por una
tribu enemiga, justamente los aztecas que practicaban aquello que se llamaba la
guerra florida y que consistía en capturar enemigos para sacrificarlos en el
altar de los dioses.
Todos hemos tenido y tenemos pesadillas así, siente que los enemigos se
acercan en la noche y en el momento de la máxima angustia se despierta y se
encuentra en su cama de hospital y respira entonces aliviado, porque comprende
que ha estado soñando, pero en el momento en que se duerme la pesadilla
continúa, como pasa a veces y entonces, aunque él huye y lucha es finalmente
capturado por sus enemigos, que lo atan y lo arrastran hacia la gran pirámide,
en lo alto de la cual están ardiendo las hogueras del sacrificio y lo está esperando
el sacerdote con el puñal de piedra para abrirle el pecho y quitarle el
corazón. Mientras lo suben por la escalera, en esa última desesperación, el
hombre hace un esfuerzo por evitar la pesadilla, por despertarse y lo consigue;
vuelve a despertarse otra vez en su cama de hospital, pero la impresión de la
pesadilla ha sido tan intensa, tan fuerte y el sopor que lo envuelve es tan
grande, que poco a poco, a pesar de que él quisiera quedarse del lado de la
vigilia, del lado de la seguridad, se hunde nuevamente en la pesadilla y siente
que nada ha cambiado. En el minuto final tiene la revelación. Eso no
era una pesadilla, eso era la realidad; el verdadero sueño era el otro. Él era
un pobre indio, que soñó con una extraña, impensable ciudad de edificios de concreto,
de luces que no eran antorchas, y de un extraño vehículo, misterioso, en el
cual se desplazaba, por una calle.
Si les he contado muy mal este cuento es porque, me parece, que refleja
suficientemente la inversión de valores, la polarización de valores, que tiene
para mí lo fantástico y, quisiera decirles además, que esta noción de lo
fantástico no se da solamente en la literatura, sino que se proyecta de una
manera perfectamente natural en mi vida propia.
Terminaré este pequeño recuento de anécdotas
con algo que me ha sucedido hace aproximadamente un año. Ocho años atrás
escribí un cuento fantástico que se llama “Instrucciones para John Howell”, no
les voy a contar el cuento; la situación central es la de un hombre que va al
teatro y asiste al primer acto de una comedia, más o menos vanal, que no le
interesa demasiado; en el intervalo entre el primero y el segundo acto dos
personas lo invitan a seguirlos y lo llevan a los camerinos, y antes de que él
pueda darse cuenta de lo que está sucediendo, le ponen una peluca, le ponen
unos anteojos y le dicen que en el segundo acto él va a representar el papel
del actor que había visto antes y que se llama John Howell en la pieza.
“Usted será John Howell”. Él quiere protestar y preguntar qué clase de
broma estúpida es esa, pero se da cuenta en el momento de que hay una amenaza
latente, de que si él se resiste puede pasarle algo muy grave, pueden matarlo.
Antes de darse cuenta de nada escucha que le dicen “salga a escena, improvise,
haga lo que quiera, el juego es así”, y lo empujan y él se encuentra ante el
público... No les voy a contar el final del cuento, que es fantástico, pero sí
lo que sucedió después.
El año pasado recibí desde Nueva York una carta firmada por una persona
que se llama John Howell. Esa persona me decía lo siguiente: “ Yo me llamo John
Howell, soy un estudiante de la universidad de Columbia, y me ha sucedido esto;
yo había leído varios libros suyos, que me habían gustado, que me habían
interesado, a tal punto que estuve en París hace dos años y por timidez no me
animé a buscarlo y hablar con usted. En el hotel escribí un cuento en el cual
usted es el protagonista, es decir que, como París me ha gustado mucho, y usted
vive en París, me pareció un homenaje, una prueba de amistad, aunque no nos
conociéramos, hacerlo intervenir a usted como personaje. Luego, volví a N.Y, me
encontré con un amigo que tiene un conjunto de teatro de aficionados y me
invitó a participar en una representación; yo no soy actor, decía John, y no
tenía muchas ganas de hacer eso, pero mi amigo insistió porque había otro actor
enfermo. Insistió y entonces yo me aprendí el papel en dos o tres días y me
divertí bastante. En ese momento entré en una librería y encontré un libro de
cuentos suyos donde había un cuento que se llamaba “Instrucciones para John
Howell” . ¿Cómo puede usted explicarme esto, agregaba, cómo es posible que
usted haya escrito un cuento sobre alguien que se llama John Howell, que
también entra de alguna manera un poco forzado en el teatro, y yo, John Howell,
he escrito en París un cuento sobre alguien que se llama Julio Cortázar.
Yo los dejo a ustedes con esta pequeña apertura, sobre el misterio y lo
fantástico, para que cada uno apele a su propia imaginación y a su propia
reflexión y desde luego, a partir de este minuto estoy dispuesto a dialogar y a
contestar, como pueda, las preguntas que me hagan. (*)
(*) Fuente: Julio Cortázar,
"El sentimiento de lo fantástico, en La casilla de los Morelli (Julio
Ortega editor), ed. Tusquets.
El cuento fantástico
De:“Introducción literaria III” Editorial Estrada
Ingredientes de la materia fantástica
El cuento fantástico utiliza como punto de partida los misterios que plantean el hombre y su mundo y que no han tenido una explicación clara y certera: el tiempo, el espacio, los sueños, las dimensiones, la muerte...
El autor del cuento fantástico elige uno de esos misterios como tema pero sin intención de resolverlo, sino que, valiéndose de la ausencia de respuestas y de su imaginación, logra la incertidumbre. Es por eso que, partiendo de elementos reales y cotidianos – a veces en forma gradual y otras abruptamente- anula la realidad y nos traslada al ámbito de lo misterioso y de lo inexplicable. Proviene de la vacilación entre una explicación natural o una sobrenatural.
El escritor busca que el lector se pregunte acerca de la factibilidad de los sucesos; por eso elabora un relato verosímil, al que añade elementos extraños. Éste es el medio de producir la perplejidad y el suspenso, fuente de curiosidad, desazón y, a veces, miedo para el lector.
Tratamiento de la materia fantástica
Son prácticamente innumerables los medios de que se valen los autores de narraciones fantásticas una vez que han entrado en el proceso mental por el cual liberan su imaginación. Invaden tiempo, espacio, personajes o situaciones y, en ocasiones, todo a la vez.
Cuando el personaje es presa de las fuerzas sobrenaturales, si es un ser humano puede sufrir, entre otros, el fenómeno de la metamorfosis; si es cualquier elemento de la realidad –animales, objetos, muerte, espíritu- se animiza y adquiere características propias del hombre.
Si la invasión de lo fantástico se produce por medio del tiempo y del espacio, se producen traslados a los otros tiempos -ya del pasado como al futuro- anacronismos parciales, retrocesos en la propia historia, detención del tiempo, desajustes entre el tiempo cronológico y el tiempo interior, multiplicación en el tiempo, ruptura de las leyes físicas, transmutación de mundos.
Otro tema predilecto de los autores de cuentos fantásticos es la interrelación entre el sueño y la realidad: sueño dentro de otro sueño, conciencia de que se está soñando, sueños comunes a varias personas; en todos los casos, con un elemento que, luego en la vigilia, deja un rastro: por ejemplo, un objeto material presente en el sueño y presente en la vigilia.
Definición
El cuento fantástico es aquel que, por la suma de elementos reales y de elementos extraños e inexplicables, hace vacilar entre una explicación natural o una sobrenatural y deja al lector sumido en la incertidumbre.
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