Salvador de Bahía: en la tierra de Doña Flor, la poesía y el misterio, Andrea Ventura



Con fuerte tradición afro, a esta ciudad del nordeste brasileño se la ama o se la odia. Sin medias tintas, un paraíso

SALVADOR DE BAHIA DE TODOS LOS SANTOS.-- "No hay ciudad como ésta, por más que se busquen los caminos del mundo. Ninguna con sus historias, su lirismo, su pintoresquismo, su profunda poesía. En medio de la espantosa miseria de las clases pobres, ahí mismo nace la flor de la poesía, porque la resistencia del pueblo va más allá de toda la imaginación. De él, de ese pueblo bahiano, viene el lírico misterio de la ciudad, misterio que completa su belleza."
Jorge Amado, el que le dio vida a Doña Flor, a sus dos maridos y a otros tantos personajes, describió en su Bahía de Todos los Santos, guía de las calles y los misterios de la ciudad de Salvador, publicada en 1945, la esencia de la gran capital del nordeste brasileño.
A más de 50 años, estas palabras siguen reflejando el alma de una ciudad de personalidad, sabor y aroma bien marcado.
Son los bahianos y sólo ellos los que hacen de Salvador lo que es: una ciudad que no pasa sin pena ni gloria ante los ojos del turista. A la que se ama o se odia, sin medias tintas.
Hay que acostumbrarse al olor a aceite de dendé frito que impregna las calles; a los bahianos que persiguen a los visitantes para venderles cintitas de la iglesia de Bon Fim y collares, y a las grandes distancias de una ciudad que desborda sus límites. 

Arriba y abajo
Tiene 30 km de playas urbanas y el Pelourinho, el casco histórico, ese barrio multicolor, con construcciones de los siglos XVI, XVII y XVIII, declarado Patrimonio de la Humanidad.
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Hay dos ciudades, una abajo, de cara a la bahía, y otra arriba, que se unen fácilmente por un ascensor, como en un edificio.
Las religiones, la música, los bailes, el carnaval, los rituales, la superstición, la comida típica, las palmeras, los dioses del candomblé, las iglesias, todos ingredientes de un pastel irrepetible.
Los números hablan por sí solos. En Salvador viven 2.700.000 personas, de las cuales el 65 % habita en las fabelas y la mitad es analfabeto funcional. Más de 10.000 vendedores ambulantes andan por la ciudad.
Hay mucha pobreza en los bolsillos, pero mucha riqueza en los corazones. Falta dinero, falta trabajo, pero nunca escatiman sonrisas y saludos.
Como dice Amado, ...ninguna otra con sus historias...
Y aquí brotan. Se vienen sumando desde 1501, cuando Américo Vespucio se enamoró de sus costas. Medio siglo más tarde los portugueses construyeron una ciudad fortificada, que se convirtió en la primera capital de Brasil y en uno de los principales puertos de esclavos. 


Vestidas de punta en blanco
Como dice Amado, ...ninguna otra con su pintoresquismo... Las bahianas vestidas de punta en blanco pasean sus contorneadas figuras de aquí para allá o cocinan en las esquinas ese acarajé que hay que atreverse a probar. Los morenos trepan esos callejones empinadísimos y oscuros que los llevan a las fabelas sin siquiera transpirar. Está de moda andar con las havaianas, esas ojotas de todos los colores, tener un pitbull y pasearlo por la ciudad, mostrar los músculos bien marcados, practicar capoeira y... llenarse la cabeza de trenzas.
La cultura afroamericana se siente en el aire. Muchos de los habitantes son descendientes de esclavos traídos de Angola y otras zonas de Africa, y se destacan por su forma de ser.
El capoeira, arte marcial disfrazado de danza, es uno de los legados que cruzó el Atlántico en aquellos barcos y que los identifica.
Desde hace unos años, los productos de belleza (cosméticos, cremas para el pelo) también se producen atendiendo las necesidades de la piel oscura y el cabello rizado.
En Salvador se puede elegir entre hacer vida de playa, circuitos por las iglesias o recorrer el casco histórico, pero nunca se debe dejar de lado el contacto con su gente, la principal riqueza de una ciudad con el corazón a flor de piel. 


Laberinto histórico o divertido
En el Pelourinho se vive de manera diferente el día y la noche
SALVADOR DE BAHIA DE TODOS LOS SANTOS.-- El Pelourinho, el barrio con más de 500 años sobre sus espaldas, es el gran atractivo de la ciudad. Pero en realidad existen dos Pelourinhos: uno de día, cargado de historia, y otro de noche, repleto de colorido local y diversión, muy distintos. Cuando brilla el sol, este barrio de antiguas construcciones y calles laberínticas es el blanco de los turistas. Tiene 1500 casas, de tonos celestes, amarillos y rosados, construidos entre los siglos XVI, XVII y XVIII.
Era el barrio aristocrático, pero hacia 1800 las casas fueron abandonadas por la clase alta, y el deterioro y la mala vida se apoderó de él.
A mediados de la década del 90, cuando fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, comenzó un programa de restauración para que recupere el brillo de entonces.
Uno de los sitios que merecen una visita es la iglesia de San Francisco de Asís, de estilo barroco, que está decorada en su interior con más de 630 kilos de oro. Otro de los lugares imperdibles es la Fundación Casa de Jorge Amado, donde se puede recorrer por medio de fotos y leyendas la vida del escritor.
Además, están colgadas en las paredes las tapas de todos sus libros traducidos a más de 52 idiomas. Cuando sale la luna, las casas y las iglesias pasan a ser parte del decorado. Los bares sacan las mesas a la calle, los músicos improvisan melodías pegadizas, corre la cerveza... empieza la fiesta.
El martes es el día indicado para la visita nocturna. Es cuando se hace la bendición de San Antonio, celebración católica a la que nadie falta. Pero después --siempre aquí que se mezcla la religión con lo pagano-- comienza la diversión. No falta nadie. Los grupos de música en las plazas se encargan de animar la velada. Puestos con comidas, bebidas y recuerdos.
El martes también es el día que ensaya Olodum, el grupo más famoso de esta ciudad que reivindica el orgullo afro. Policías en cada esquina se encargan de que todo esté en orden.
Así que lo mejor es sentarse a una mesa sobre la calle, pedir una capirinha y disfrutar de lo que vendrá. Además de la música, los bahianos desfilan con las más disparatadas vestimentas, hacen piruetas, regalan maníes, conversan y bailan, todo a cambio de unas monedas. 


La casa de Amado abrió sus puertas
SALVADOR DE BAHIA DE TODOS LOS SANTOS.-- En esta ciudad hay, desde hace unos meses, un nuevo lugar para seguir las huellas de Jorge Amado: la residencia donde vivió durante 40 años.
La familia del novelista, que aún reside en la vivienda, aceptó compartirla con visitantes a dos años de su muerte.
La célebre casa, en el número 33 de la calle Alagoinhas, en el tradicional barrio Río Vermelho de Salvador, puede ser visitada diaria y gratuitamente por grupos de hasta 25 interesados que se inscriban previamente en la Fundación Jorge Amado. Los visitantes podrán conocer el amplio jardín cuidado por la viuda de Amado y el árbol de mango bajo cuya sombra, por petición del novelista, fueron esparcidas sus cenizas.
Se puede ver la colección de sapos de cerámica y madera por la que Amado tenía una especial afición y todos los muebles de la casa.

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