Frente al tedio que le provocaban las continuas
amonestaciones morales de las que era víctima en Inglaterra, en 1816 Lord Byron
(1788-1824) decidió buscar refugio en el continente. El primer destino de su
viaje fue Villa Diodati, en Cologny, Suiza. Acompañado por su médico personal,
John William Polidori (1795-1821), pasó allí más de un año. Durante ese período
recibió la visita de Percy Shelley (1792-1822), Mary Shelley (1797-1851) y
Claire Clairmont (1798-1879). Las noches pasadas en las cercanías del Lago de
Ginebra, el clima tormentoso y la lectura de cuentos fantásticos alemanes,
acentuaron el interés del grupo por los acontecimientos extraordinarios y las historias
sobrenaturales16. En sus
encuentros nocturnos, la imaginación, alimentada por el consumo de opiáceos,
propició un desafío: la escritura de cuentos de terror. Todos aceptaron el
desafío, aunque sólo dos de ellos concluyeron la tarea. Este episodio, uno de
los más reconocidos de la historia de la literatura17, fue el marco del notable desplazamiento que condujo del primer ciclo
de la literatura gótica, extendido entre Walpole y Lewis, a sus futuras reapropiaciones
por parte del Romanticismo decimonónico. Precisamente, los dos poetas más
notorios de la segunda generación de románticos ingleses, Percy Shelley y Lord
Byron, fueron quienes no concluyeron sus relatos. Sólo las dos figuras en ese
momento periféricas fueron capaces de inscribirse en la tradición de la
literatura gótica y, al mismo tiempo, fundar su renacimiento a partir de su
fusión con el Romanticismo.
Hija de William Godwin, uno de los representantes
más notorios de la filosofía política inglesa del siglo XVIII18, y de
Mary Wollstonecraft, autora de Vindicación
de los derechos de la mujer (1792),
la vida de Mary Shelley estuvo atravesada por la literatura. Sin embargo, su conversión en escritora se
produjo en las circunstancias extraordinarias del viaje a Suiza. En las noches
de Villa Diodati comenzó la escritura de Frankenstein
o el moderno Prometeo (Frankenstein; or the Modern Prometheus),
publicado en 181819. Allí se hace presente una de las transformaciones más radicales del
goticismo romántico, la conversión de los villanos del siglo XVIII en los
monstruos del siglo XIX. Alfred, Vathek o Ambrosio podían ser considerados
monstruosos desde un punto de vista moral; pero en la obra de Mary Shelley emerge la
figura revulsiva del monstruo, central a partir de allí. En el universo
férreamente europeo y racional de la novela, la criatura irrumpe como la
amenaza de una otredad inaprehensible. La repulsión que produce en quienes la
ven se traspone en la imposibilidad de una nominación precisa o rigurosa. La
criatura escapa a todas las categorías y clasificaciones conocidas. Por eso se
la define como “engendro”, “diablo”, “momia”, “aborrecible fantasma”, “cadáver
demoníaco”, “aquello”.
Victor Frankenstein comprende que ese ser
monstruoso funciona como su doble, su imagen invertida en el espejo. Y le
explica a Robert Walton, el capitán que lo rescata en las aguas congeladas del
Polo Norte, que considera “a aquel vampiro como una encarnación repugnante de
mi propia alma, destinada a destrozar aquello que me era más amado” (Shelley,
1986: 58). En el desenlace, entiende que “es indudable que siempre estará allí
donde yo esté” (Ibid.: 161). La
figura siniestra de la criatura es inseparable de su creador. Frankenstein
constituye así una nueva representación del peligro del conocimiento absoluto,
de la no aceptación de los límites humanos. El mad doctor concibe al mundo como un secreto y un enigma a develar.
En ese intento de indagación, rechaza la ciencia moderna y recurre a lo que el
siglo XIX llamaba “filosofía natural”. Primero se deslumbra con Cornelius
Agrippa, Paracelso y Alberto el Grande. Después se interesa por el galvanismo y
los nuevos poderes de la electricidad. Quiere descifrar el origen de la vida y,
para ello, suma a sus estudios químicos, la anatomía, las etapas de la
descomposición y especula sobre cómo dar vida a la materia inerte. El tópico
gótico del conocimiento como transgresión se acentúa por la travesía que lo
aleja de la ciencia y lo acerca a la alquimia.
La intención moral de Shelley se hace explícita
desde el prólogo agregado en la reedicion de 1831. Allí señala que se esforzó
por evitar los efectos perniciosos de las novelas de su época y que quiso
presentar la bondad del amor familiar. El recurso del relato enmarcado permite
que Frankenstein narre al capitán Walton, quien padece su misma tendencia a las
búsquedas infinitas, los peligros a los que estuvo expuesto y los padecimientos
que atravesó. Quiere explicarle “lo penoso que resulta adquirir ciertos
conocimientos” y los riesgos que debe afrontar “aquel que desea ser más grande
de lo que su naturaleza le permite” (Ibid.:
38). Así, el relato pedagógico postula que la imaginación ilimitada es el mayor
de los peligros. Victor Frankenstein aprende trágicamente que las persecuciones
obstinadas convierten al sujeto en monstruo.
John William Polidori se
encontraba en Villa Diodati en calidad de médico personal de Lord Byron. Hasta
ese momento, se había debatido entre su dedicación a la medicina y el interés
creciente por la literatura. Su acercamiento a los círculos literarios
románticos lo había contactado con algunas personalidades del mundo editorial
inglés. Por eso, fue contratado por Lord Byron para que lo acompañara en su
viaje al continente y John Murray, editor del poeta, le encomendó la escritura
de un diario de viaje. Polidori no había escrito hasta entonces más que algunos
versos y obras teatrales que no habían obtenido mayor repercusión.
Tras el desafío lanzado en Villa Diodati, inició la
escritura de un relato que dejó interrumpido. Sin embargo, algunos meses
después retomó las notas elaboradas por Lord Byron en su intento por escribir
una historia sobrenatural. Se apropió del viaje a Grecia con el que se iniciaba
el relato de su paciente y lo convirtió en la historia de un vampiro. En El vampiro20 (The Vampyre), Polidori concibió al
personaje a partir de la imagen de Lord Byron.
Lord Ruthven21 es un libertino que conduce a la
ruina a quienes lo rodean. Se lo presenta como un seductor irresistible y se lo
configura como un oscuro y extraño héroe romántico. Aubrey, el joven
protagonista, queda absorbido por su atracción hacia él, aunque luego descubre
su carácter siniestro.
El
vampiro se considera el primer relato de
la literatura sobre vampiros en el que adquieren forma canónica sus elementos característicos: la inmortalidad, el
dominio en su provecho de las debilidades humanas hasta conducirlas a la
autodestrucción, la fascinación sobre hombres y mujeres, el desprecio por lo
humano, la impunidad del mal. En el desenlace, el excéntrico Lord Ruthven logra
imponerse sobre el débil Aubrey. La caída en la locura y la muerte precipitada
del joven héroe no hacen más que subrayar el triunfo en todos los frentes del
vampiro romántico22. En contraste con la apariencia nefasta y aterradora del
monstruo imaginado por Mary
Shelley, el pergeñado por Polidori se esconde detrás de modales aristocráticos
y una máscara social seductora. En la confluencia de ambos textos, aunque con
las diferencias señaladas, se instauró una política de lo monstruoso que
definiría a partir de allí a la narrativa gótica del siglo XIX.
NOTAS
15 En 1972, Ado Kyrou dirigió una versión de El monje basada en un guión escrito por Luis Buñuel y Jean-Claude
Carrière. Le moine conserva en parte
la historia del texto literario, pero incluye los resabios surrealistas que
marcaron la filmografía de Buñuel (la dialéctica entre la represión y el deseo,
la representación animal). Kyrou refuerza el carácter disciplinario de los
espacios (la abadía, el castillo, la cárcel) y extrema la subversión al
convertir la abadía en el lugar del deseo. En su desenlace, el film radicaliza
su crítica a la Iglesia católica al plantear que el pacto que firma Ambrosio
con el diablo no sólo le permite sobrevivir, sino que lo convierte en el nuevo
Papa, quien es aclamado por las multitudes.
16 La noche del 17 de junio el grupo se dedicó a la lectura de Fantasmagoriana, o Colección de historias de apariciones, espectros, revinientes,
fantasmas, etc., una traducción
al francés del primer tomo de Fantasmagoriana,
editado por Johann August Apel y Friedrich Laun en 1811.
17 Los encuentros en Villa Diodati
fueron el germen de dos films realizados en la década de 1980. El primero de ellos, Gothic (Gothic, Ken
Russel, 1986), se inicia con la llegada de los visitantes a Ginebra el 16 de
junio de 1816. La mansión a orillas del lago ofrece el escenario indicado para
las pesadillas opiáceas de los miembros del grupo. Y, en ese ambiente
penumbroso, una sesión de espiritismo en la que invocan a sus propios terrores
como estímulo para la escritura, concluye con el nacimiento simultáneo de Frankenstein,
el monstruo literario inventado por Mary Shelley, y su encarnación en la
mansión. Una nueva sesión de espiritismo logra aniquilar al monstruo y propicia
la recuperación de la paz perdida. Finalmente, todo parece reducirse a una
pesadilla generada por el consumo de opio. Remando
al viento (Gonzalo Suárez, 1988) se introduce más decididamente en el
ámbito de lo fantástico. Aquí, la criatura de la novela de Shelley toma vida y
es la responsable de las muertes atroces de los personajes. También en este caso
el monstruo es concebido como la manifestación de los demonios interiores de su
autora. El film concluye con la espera del enfrentamiento de Mary Shelley con
la criatura en la espesura de la nieve del polo norte, en un final que remite a
la clausura de su novela, en la que el encuentro final de Victor Frankenstein
con el monstruo se produce en esa geografía inhóspita.
18 También se lo suele vincular con la narrativa gótica. En particular,
por dos de sus novelas: Caleb Williams
(1794) y St. Leon (1799).
19
Mary Shelley también se destacó
en la escritura de cuentos. La fascinación con la Edad Media italiana se
percibe en la ambientación de “Historia de pasiones” y “El heredero de Mondolfo”.
El interés en las figuras monstruosas se hace presente en “La transformación”,
una reescritura del mito fáustico protagonizada por “un enano con ojos
entrecerrados, facciones distorsionadas y cuerpo deforme” (Shelley, 43: 23) y “El
mortal inmortal”, la historia de un presunto asistente de Cornelius Agrippa en
sus experimentos alquímicos.
20 El relato fue publicado anónimamente en 1819. Su
autoría se atribuyó a Lord Byron y sólo después se reconoció a Polidori como su
autor.
21 En Glenarvon
(1816), una novela gótica escrita por Lady Caroline Lamb, una antigua amante de
Lord Byron, la autora llama Lord Ruthven Glenarvon al pérfido personaje que
representa al poeta inglés.
22 El siglo XIX quedó marcado por la influencia de El vampiro. Su traductor al francés, el
novelista Charles Nodier, escribió una secuela titulada Lord Ruthven o los vampiros (Lord
Ruthven ou les vampires, 1820). La
presencia del vampiro de Polidori puede detectarse en gran parte de la literatura romántica y hasta se percibe en el
drama Le Vampire.
ACTIVIDADES
1) Describa el episodio de Villa Diodati. ¿Qué figuras de la literatura inglesa del romanticismo intervienen en la génesis de la novela?
2) En qué sentidos el autor afirma que «la criatura escapa a todas las categorías y clasificaciones conocidas». ¿Cómo lo argumenta?
3) ¿Cómo se trabaja en el artículo el tema del doble?
4) Desarrolle el «tópico gótico del conocimiento como transgresión» según el artículo.
5) Cómo se presenta el intercambio discursivo entre Victor y el Capitán Walton. ¿Qué referencia
6) ¿Cómo explica la autora la instauración de una «política de los monstruoso» en la narrativa gótica del siglo XIX?
ACTIVIDADES
1) Describa el episodio de Villa Diodati. ¿Qué figuras de la literatura inglesa del romanticismo intervienen en la génesis de la novela?
2) En qué sentidos el autor afirma que «la criatura escapa a todas las categorías y clasificaciones conocidas». ¿Cómo lo argumenta?
3) ¿Cómo se trabaja en el artículo el tema del doble?
4) Desarrolle el «tópico gótico del conocimiento como transgresión» según el artículo.
5) Cómo se presenta el intercambio discursivo entre Victor y el Capitán Walton. ¿Qué referencia
6) ¿Cómo explica la autora la instauración de una «política de los monstruoso» en la narrativa gótica del siglo XIX?
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