Macbeth - Acto III


TERCER ACTO

ESCENA I
Forres. El palacio.
Entra BANQUO.
BANQUO Ahí lo tienes ya: rey, Cáudor, Glamis, todo,
tal cual las brujas prometieron; y me temo
que hayas jugado harto sucio por tal triunfo.
Ah, pero se dijo
que no se asentaría en tu posteridad,
sino que había yo de ser raíz y padre
de muchos reyes. Si ello es que sale de ellas
verdad (y en ti, Macbeth, esplende su palabra),
¿por qué, sobre la cierta fe probada en ti,
no pueden ser profetas míos igualmente
y alzarme en esperanza? Pero ¡sst!, no más.10
Floreo de banda.
Entra MACBETH como rey, LADY MACBETH como reina, LENNOX, ROSS, señores,
damas y acompañantes.
MACBETH Aquí esta nuestro huésped principal.
LADY MACBETH Si a él
se le hubiera olvidado,
fuera como un vacío en nuestra fiesta grande,
de todo punto indecoroso.
MACBETH Celebramos esta noche una solemne cena,
y requerimos tu presencia.
BANQUO En mí disponga
vuestra real alteza, a quien mis lealtades
están con nudo el más indisoluble atadas
por siempre.
MACBETH Y esta tarde ¿sales a caballo?
BANQUO Sí, mi buen señor.20
MACBETH Habríamos, si no, apreciado vuestro buen consejo,
que siempre ha sido a un tiempo grave y venturoso,
en la asamblea de hoy; pero lo oiré mañana.
¿Será el paseo lejos?
BANQUO Lo lejos, mi señor, que dé a llenar el tiempo
de aquí a la cena. Si el caballo no da más,
haré bien de pedirle en préstamo a la noche
una hora oscura o dos.
MACBETH No faltes a la fiesta.
BANQUO Señor, no faltaré.30
MACBETH Oigo que nuestros sanguinarios primos paran
en Inglaterra y en Irlanda, y no confiesan
su crudo parricidio, hartando a quien les oye
de estraña fábula. Mas de esto, ya mañana,
cuando además tendremos asuntos de estado
que juntos nos reclamen. ¡A caballo, ea!
¡Adiós! Hasta esta noche
a tu regreso. Y Fleancio ¿va contigo?
BANQUO Sí, mi buen rey: el tiempo ya nos pide cuentas.
MACBETH ¡Sean vuestros corceles raudos y de andar
seguro! Así os encomendamos a sus lomos.40
Ve en paz.
Sale BANQUO.
Que sea cada uno dueño de su tiempo
hasta las siete: a fin que nuestra compañía
más grata se os vuelva, nos quedamos solos
hasta la cena. En tanto ¡Dios sobre vosotros!
Salen todos menos MACBETH y un CRIADO.
Una palabra, amigo: ¿esperan esos hombres
a nuestras órdenes?
CRIADO Están, señor, ante las puertas de palacio.
MACBETH Tráelos ante nos.
Sale el CRIADO.
El serlo así no es nada,
sino el serlo seguro. Mi temor en Banquo50
hondo está hincado; y en su majestad de porte
reina lo que es mi miedo. Es alta su osadía,
y a ese indomable temple de su espíritu
junta cordura tal que guía su valor
a obrar en salvo. No hay ninguno más que él
a cuyo ser yo tema; y bajo su censura
mi genio se apoquina, como el de Antonio dicen
bajo el de César. Se encaró con las hermanas,
la primera vez que en mí mención de rey pusieron,
y hablarle les mandó; que entonces, adivinas,60
le saludaron padre de un renglón de reyes;
sobre mi sien ciñeron la corona estéril
y un infecundo cetro hundieron en mi puño,
a ser de allí arrancado por estraña mano,
sin hijo mío a sucederme. A ser así,
por la estirpe de Banquo habré manchado el alma,
por ellos he matado al generoso Duncan,
vertido enconos en la copa de mi paz
solo por ellos, y mi joya eterna dado
al común contrario de los hombres, para hacerlos70
a ellos reyes: ¡tu simiente, Banquo, reyes!
Antes que eso, ven, destino, entra en mis filas,
y guíame a la ultimidad. ¿Quién anda ahí?
Vuelve el CRIADO con dos ASESINOS.
Ahora ve a la puerta, y guarda hasta que llame.
Sale el CRIADO.
Fue ayer cuando estuvimos conversando, ¿no?
PRIMER ASESINO Ayer, bien dice vuestra alteza.
MACBETH Bien, entonces
¿ya habéis pensado bien en mis palabras? Él
sabed que fue el que os tuvo un tiempo tan sujetos
a negra suerte; que creísteis que era nuestra
inocente persona; así os lo hice ver
en nuestra última entrevista, dándoos pruebas80
de cómo bajo yugo se os metió, de cómo
se os puso trabas, cuáles medios, quién con ellos
obró, y todo, en fin, cuanto además pudiera
a una media alma y a un entendimiento lerdo
decirle «Así hizo Banquo».
PRIMER ASESINO Nos lo hicisteis ver.
MACBETH Lo hice; y fui más lejos, que es ahora el punto
de este segundo encuentro. ¿Halláis tan dominante
acaso la paciencia en vuestros caracteres
que deje que esto siga? ¿Tan evangelizados
estáis para rezar por tal buen hombre y por90
su estirpe? ¿Él, cuya grave mano os ha bajado
hasta la fosa, y a los vuestros para siempre
mendigos hecho?
PRIMER ASESINO Somos hombres, mi señor.
MACBETH Sí, estáis catalogados como hombres;
como lebreles, galgos y mastines, chuchos
callejeros, de aguas y de lanas, perros-lobos,
sabuesos, todos se constriñen bajo el nombre
de perros: la ringlera en orden de valores
distingue al lento, al rápido, al astuto, al lerdo,
al buen guardián, al cazador, a cada uno
según el don que naturaleza generosa
ha puesto en él, por donde gana el añadido100
de una particular mención en la etiqueta
que inscribe igual a todos. Tal también los hombres.
Pues bien, si en el catálogo ocupáis un puesto
del rango no más bajo de humanidad, decidlo,
y yo encomendaré este asunto a vuestros pechos,
cuya ejecución os libra de vuestro enemigo
y os amarra a nuestro amor y gracia, que arrastramos
con achaques en su vida una salud que fuera
perfecta en muerte de él.
PRIMER ASESINO Mi rey, yo soy un hombre
que viles golpes de este mundo y bofetadas110
lo tienen tan quemado, que me importa un bledo
qué ultraje al mundo vaya a hacerle.
SEGUNDO ASESINO Y yo soy otro
tan harto de miseria, hundido de desgracias,
que bien pondré mi vida a cualquier carta, a riesgo
de arreglarla o de acabar con ella.
MACBETH Os consta a ambos
que Banquo fue vuestro enemigo.
LOS DOS ASESINOS Así es, señor.
MACBETH También lo es mío; y tan cruel distancia entre ambos
que cada minuto de su ser va acometiendo
al siguiente de mi vida; y aunque yo podría
barrerlo en descarado imperio de mi vista120
y justificarlo a voluntad, no debo hacerlo
a causa de amistades, suyas como mías,
cuyo amor no es bien que pierda, sino su caída
llorar tras empujarlo a ella; y de eso viene
que así le esté la corte haciendo a vuestra ayuda,
velando el caso al ojo público, por varias
razones y de peso.
SEGUNDO ASESINO Mi señor, haremos
lo que nos encomiendes.
PRIMER ASESINO Aunque nuestras vidas…
MACBETH Vuestro ánimo destella en vuestra faz. En plazo
de una hora a lo más
os avisaré de dónde estaros al acecho,130
os presentaré al perfecto espía de su tiempo,
al momento justo. Que ha de hacerse en esta noche,
y un poco aparte del palacio. Pensad siempre
que exijo estar del acto en limpio. Ah, y con él,
por no dejar rebaba y tachas en la obra,
su hijo Fleancio, que le tiene compañía,
y cuya ausencia me es no menos esencial
que la de su padre, debe entrar bajo los hados
de esa hora oscura. Decidid aparte. Al punto
yo volveré.
LOS DOS ASESINOS Señor, estamos decididos.140
MACBETH Pronto os haré llamar. Quedáos ahí dentro.
Salen los ASESINOS.
Resuelto está. Tu alma, Banquo, ya alza el vuelo:
si el cielo va a ganar,
será esta noche cuando gane el cielo.
Sale.
ESCENA II
El palacio.
Entran LADY MACBETH y un CRIADO.
LADY MACBETH ¿Se ha ido Banquo de la corte?
CRIADO Mi dueña, sí, pero a la noche está de vuelta.
LADY MACBETH Ve y dile al rey que espero que me otorgue espacio
para un breve recado.
CRIADO Así lo haré, mi dueña.
Sale.
LADY MACBETH Nada se tiene, todo se ha gastado,
cuando el deseo lo logramos sin contento.
Mejor es ser aquello que uno destruía
que por la destrucción morar en casa
de dudosa alegría.
Entra MACBETH.
¿Qué es esto, mi señor? ¿A qué te apartas solo,10
haciendo a ideas negras tus acompañantes,
gastando un pensamiento que debió haber muerto
con esos en quien piensa? Cosas sin remedio
sean cosas sin cuidado. Hecho está lo hecho.
MACBETH Fue darle un tajo a la serpiente, no matarla:
sanará, y será ella misma, mientras nuestra pobre
maldad sigue en peligro de su antiguo diente.
Pero ¡quiebre el quicio de la esfera, húndase un mundo
y el otro, antes que untar nuestro manjar en miedo
y dormir en la aflicción de esos terribles sueños20
que la noche nos agitan! ¡Antes con los muertos,
que, por ganar la paz, mandamos a su paz,
que no yacer en este potro de la idea,
en desmayo sin reposo! Está en su tumba Duncan:
tras la vaga fiebre de la vida, él duerme bien;
traición en él ha hecho todo el mal que puede:
ni acero ni ponzoña,
maldad de dentro, ejército de fuera, nada
puede alcanzarle ya.
LADY MACBETH ¡Ah, vamos,
mi dulce dueño! Alisa tu fruncido gesto;
sé jovial y claro con tus huéspedes hoy noche.
MACBETH Lo seré, mi amor; y así también, te ruego, selo.30
Tus atenciones se dirijan sobre Banquo;
dele preferencia con tus ojos y tu lengua.
¡Ah, malseguros, mientras que lavar debamos
nuestro esplendor en esa profusión de halagos,
y hacer de nuestras caras máscaras de nuestros
corazones, disfrazando lo que son!
LADY MACBETH Debías
dejarte de eso.
MACBETH Ah, llena de alacranes mi alma esta, mi esposa,
mi amor: sabes que Banquo y su Fleancio viven.
LADY MACBETH Pero el don de la vida no es eterno en ellos.
MACBETH Hay un consuelo, sí: aún son atacables.40
Conque estate risueña: hoy, antes que el murciélago
despliegue el enclaustrado vuelo, que al conjuro
de la negra Hécate el acorazado grillo
con adormecida grita taña el soñoliento
repique de la noche, estará cumplido un hecho
de espeluznante marca.
LADY MACBETH ¿Qué es lo que ha de hacerse?
MACBETH Sé inocente del conocimiento, prenda mía,
hasta que el hecho aplaudas. Ven, cegadora noche,
véndale el tierno ojo al compasivo día
y con tu invisible ensangrentada mano borra
y desgarra en tiras este poderoso lazo50
que me tiene pálido. La luz se espesa; el cuervo
de vuelo va al graznante bosque, y ya los bienes
del día a declinar y adormecerse empiezan,
mientras los agentes negros de la noche bullen
alertos a la presa. Te maravillan mis palabras;
pero mantente en calma.
Cosas que mal empiecen
solo a fuerza de mal se fortalecen.
Conque, te lo ruego, ven conmigo.
Salen.
ESCENA III
Campo cerca del palacio.
Entran tres ASESINOS.
PRIMER ASESINO Pero ¿quién te dio orden de juntarte con nosotros?
TERCER ASESINO Macbeth.
SEGUNDO ASESINO No hay por qué desconfiar de él,
pues explica nuestro cargo y qué es lo que ha de hacerse
en sentido justo.
PRIMER ASESINO Bien, pues ponte con nosotros.
El Oeste aún relumbra con alguna estría
de día; ahora el viajero retrasado aprisa
espolea por ganar a tiempo la posada;
y va llegando cerca el tema
de nuestra espera.
TERCER ASESINO ¡Eh, callad! Siento caballos.
BANQUO (Dentro.) ¡Eh, luz! Alumbra aquí.
SEGUNDO ASESINO Así que es él: el resto
de los anotados para espera ya se encuentran10
en el palacio.
PRIMER ASESINO Sus caballos andan lejos.
TERCER ASESINO Casi a una milla. Pero él, según costumbre
de todo el mundo, de aquí a las puertas de palacio,
se lo hace de paseo.
SEGUNDO ASESINO ¡Luz! ¡Allí una luz!
Entra BANQUO y FLEANCIO
con antorcha.
Es él.
PRIMER ASESINO ¡Alerta a ello!
BANQUO Habrá lluvia esta noche.
PRIMER ASESINO ¡Abajo ya!
Se echan sobre BANQUO.
BANQUO ¡Traición! ¡Ah! ¡Huye, buen Fleancio, huye, huye!
Tú me vengarás. ¡Ah, esclavo!
Muere.
FLEANCIO escapa.
TERCER ASESINO ¿Quién apagó la luz?
PRIMER ASESINO ¿No era esa la manera?20
TERCER ASESINO Solo ha caído uno: el hijo huyó.
SEGUNDO ASESINO Perdimos
la mejor mitad de nuestro asunto.
PRIMER ASESINO Bien,
vámonos, y digamos cuánto queda hecho.
Salen.
ESCENA IV
Sala en el palacio. Banquete preparado.
Entran MACBETH y LADY MACBETH, ROSS, LENNOX,
señores y acompañantes.
MACBETH Sabéis ya vuestro rango. Así sentíos. Al primero
y al último, cordiales bienvenidas.
SEÑORES Gracias, majestad.
MACBETH Yo en persona iré a unirme con la compañía,
y haré de humilde huésped. Nuestra hospedadora
guarda el sitial de honor. Pero al mejor momento
su bienvenida solicitaremos.
LADY MACBETH Dala por mí, señor, a todos los amigos,
pues que mi corazón les dice bienvenidos.
Asoma el PRIMER ASESINO a la puerta.
MACBETH Ya ves que ellos te pagan con cordiales gracias.
Están iguales ambos lados. Me sentaré
aquí en el medio. Sed generosos en alegría.
Al punto iré con cada cual bebiendo en brindis10
en torno de la mesa.
Acercándose a la puerta.
Hay sangre en tu cara.
PRIMER ASESINO De Banquo entonces.
MACBETH Mejor está fuera de ti que dentro de él.
¿Despachado pues?
PRIMER ASESINO Señor, cortado el cuello: eso hice yo por él.
MACBETH Eres el mejor entre los cortacuellos. Claro
que también es bueno el que hizo igual por su Fleancio:
si fuiste tú, no tienes par.
PRIMER ASESINO Mi muy real señor,
Fleancio se ha escapado.
MACBETH Vuelve entonces mi espasmo. Habría, si no, sido20
entero como mármol, firme como peña,
tan franco y general como el aire envolvente;
pero así, enjaulado, preso, confinado, atado
a duda y miedo burladores. Pero Banquo
¿está seguro?
PRIMER ASESINO Sí, mi buen rey: seguro aguarda en una zanja,
con veinte tajos bien cavados en la testa,
el menor, una muerte.
MACBETH Bien; gracias por eso.
Allí la sierpe adulta yace; el viborezno
que se escurrió naturaleza tiene
que con el tiempo criara veneno,
sin dientes por ahora. Quita de ahí: mañana30
nos oiremos de nuevo.
Sale el ASESINO.
LADY MACBETH Mi real señor,
no das brindis al gozo. Al traste va la fiesta
que a menudo no recibe, mientras se celebra,
fianza de que se da con gusto. Para comer,
mejor en casa; fuera, es salsa del manjar
la cortesía.
MACBETH ¡Dulce recordadora! Ahora,
¡que buena digestión le siga al apetito
y a ambos salud!
LENNOX Plega a su majestad sentarse.
Entra el ánima de BANQUO
y se sienta en el sitio de MACBETH.
MACBETH Tendríamos bajo este techo la honra toda
de la patria, a estar presente la gentil persona40
de nuestro Banquo; que ojalá más bien se deba
reprenderle de descortesía que lamentarlo
por accidente.
ROSS Mi señor, su ausencia vierte
mancilla en su promesa. Plega a vuestra alteza
honrarnos con su augusta compañía.
MACBETH Está
la mesa llena.
LENNOX Aquí hay un sitio reservado,
señor.
MACBETH ¿En dónde?
LENNOX Aquí, mi noble rey. ¿Qué turba a vuestra alteza?
MACBETH ¿Quién de vosotros ha hecho esto?
SEÑORES ¿Qué señor?
MACBETH No podrás decir que yo lo he hecho. ¡No sacudas
sobre mí tu crencha ensangrentada!50
ROSS Caballeros,
alcémonos: su alteza no está bien.
LADY MACBETH Sentaos,
nobles amigos. A mi señor le da esto a veces,
ya desde su juventud. Guardad, os ruego, el sitio.
El ataque es momentáneo; fijándoos en él mucho,
le irritaréis y alargaréis el padecimiento.
Comed, y no atendáis a él. ¿Eres un hombre?
MACBETH ¡Ah, sí, y valiente, para osar mirar a aquello
que al diablo espantaría!
LADY MACBETH ¡Ah, linda broma! Esto
es la pintura mera de tu miedo; es esto60
la daga trazada en aire que, a lo que decías,
te guió hasta Duncan. ¡Ah!, esos sustos y repentes,
máscaras del miedo verdadero, bien caerían
con un cuento del ama al fuego del invierno
testimoniado por su abuela. ¡Tal vergüenza!
¿Por qué haces esas muecas? Cuando todo es hecho,
tú miras ¿qué?: una silla.
MACBETH ¡Mira, por favor! ¡Atiende! ¡Ahí! ¿Qué dices?
¡Bah, qué me importa! Si haces señas, vamos, habla.
Si osarios y sepulcros nos devuelven fuera70
los que enterramos, ¡sean nuestras sepulturas
buches de milanos!
Se desvanece el ánima.
LADY MACBETH ¿Qué, pelele de la locura?
MACBETH Si estoy aquí, aquí lo he visto.
LADY MACBETH ¡Oh, qué bochorno!
MACBETH Sangre se ha derramado antes de ahora, en tiempos
que no había humana ley purgado aún el goce
de la vida; sí, y después también se han cometido
asesinatos demasiado espeluznantes
al oído. Ya ha pasado el tiempo aquel que un hombre
al reventársele la sesera se moría,
y fin; pero ahora se alzan otra vez con veinte80
seguras muertes en la testa, y nos arrojan
de nuestro asiento. Más pasmoso aún es esto
que lo es el crimen mismo.
LADY MACBETH Mi gentil señor,
tus ilustres huéspedes te reclaman.
MACBETH Os olvido.
No os asombréis de mí, mis mas nobles amigos:
tengo una estraña enfermedad, que es nada para
quien me conoce. ¡Venga: amor, salud a todos!
Después me sentaré. Echa vino, y hasta el borde.
Brindo a la alegría general de la mesa entera,
y a nuestro caro amigo Banquo, que nos falta.
¡Así estuviera aquí! ¡A vosotros y a él mi copa,90
y todo para todos!
SEÑORES ¡Honra y homenaje!
Vuelve a entrar el ánima.
MACBETH ¡Atrás! ¡Fuera de mi vista! ¡Escóndate la tierra!
Tus huesos son sin tuétano, tu sangre fría;
no tienes chispa de mirada en esos ojos
que clavas sobre mí.
LADY MACBETH Ved esto, honrados pares,
como cosa de costumbre: nada es más que eso;
solo que estropea la alegría de la hora.
MACBETH A lo que se atreve un hombre, a eso yo me atrevo.
Acércate en figura de áspero oso ruso,
de armado rinoceronte, como tigre hircana;100
trae cualquier traza menos esa, y firmes, nunca
mis nervios temblarán; o sé de nuevo vivo,
y rétame a salir al yermo espada en mano:
si temblando paro entonces, tenme por el rorro
de una doncella. ¡Fuera, sombra espeluznante!
¡Burla irreal, fuera!
Se desvanece el ánima.
Bueno. Ya. En yéndose,
vuelvo a ser un hombre. Por favor, seguid sentados.
LADY MACBETH Has trastocado el regocijo, roto el gozo
de la reunión con alboroto tan pasmoso.
MACBETH ¿Pueden ser cosas tales
y sobrevenirnos como nube de verano110
sin mayor asombro nuestro? Hacéis que aun yo me sienta
extraño al sentimiento al que obedezco, cuando
pienso ahora que podéis mirar visiones tales
reteniendo el natural carmín en la mejilla,
mientras la mía encala el miedo.
ROSS ¿Qué visiones,
señor?
LADY MACBETH Os ruego, no le habléis;
se pone cada vez peor;
le irritan las preguntas. Basta, y buenas noches;
no os paréis a aguardar el orden de salida:
partid sin más.
LENNOX Buena noche, y pronta mejoría
a su majestad.
LADY MACBETH A todos, muy felices noches.120
Salen todos menos MACBETH y LADY MACBETH.
MACBETH Sí, tendrá sangre. Sangre, dicen, pide sangre.
Piedras se ha sabido que se mueven y hablan árboles;
agüeros y relaciones descifradas han
revelado por urracas, chovas y cornejas
al más secreto agente del sangriento hecho.
¿Qué es de la noche?
LADY MACBETH Riñendo casi con el alba a quién es quién.
MACBETH ¿Qué dices de que Macduff rehúse su persona
a mi alto requerimiento?
LADY MACBETH ¿Le has mandado aviso,
señor?
MACBETH Lo oigo al paso. Pero mandaré.
No hay uno de ellos que en su casa no mantenga130
un criado a mis espensas. Quiero ir mañana,
y temprano quiero ir, a las hermanas brujas:
mas han de hablar; pues ya a saber estoy resuelto
por los peores medios lo peor. A mi derecho
dará paso toda causa. Estoy metido en sangre
hasta tan hondo que, si no entro más al vado,
volver tan duro fuera como atravesar.
Extrañas cosas tengo en la cabeza
que bajar quieren a las manos,
que es fuerza que ejecute
antes que nadie su secreto escrute.
LADY MACBETH Te falta la sazón de toda vida, el sueño.140
MACBETH ¡Vamos, al sueño! Mi alucinación
es el temor novicio
que necesita aún duro ejercicio.
Casi somos niños en el crimen.
Salen.
ESCENA V
Un páramo. Trueno.
Entran las tres BRUJAS yendo al encuentro de HÉCATE.
PRIMERA BRUJA ¡Eh, eh! ¿Qué pasa, Hécate? Pareces enojada.
HÉCATE Y ¿no hay motivo, cabras viejas,
insolentes que sois, pendejas?
¿Cómo tanta desfachatez
tuvisteis para con Macbeth
meteros de esa suerte
en trama y tráficos de muerte?
Y el ama yo de vuestro oficio,
centro de todo maleficio,
nunca llamada a entrar a parte
en la gloria de nuestro arte?
Y lo que es peor, cuanto habéis hecho,10
fue por un hijo sin provecho,
que, airado y fatuo, como todos
mira solo a sus acomodos,
no al vuestro. Mas de todos modos,
tratad de hacer de vuestra ofensa
reparación y recompensa:
ahora huid por senda y monte,
y junto al pozo de Aqueronte
buscadme al alba: allí el indino
va a ir a averiguar su sino.
Redomas aprestad y ungüento
y ensalmos y cuanto haga al cuento.
Al aire voy: la noche pienso20
gastar en un designio inmenso:
fatal empresa soberana
cumplida debe estar mañana
antes que el cuco dé la una.
Allá de un cuerno de la luna
destila un vaporoso
rocío poderoso;
antes que llegue al suelo,
lo habré cogido al vuelo;
por magas mañas destilado,
será en espíritus trocado
de tal virtud, que su ilusión
lo arrastrará a la perdición;
escupirá al destino fuerte,30
despreciará a la muerte;
sus esperanzas más allá
de todo juicio llevará
y de merced y de favores;
y bien sabéis que los peores
enemigos del hombre son
soberbia y despreocupación.
Música y canto dentro:
«Vuelve ya, ven acá, Hécate, Hécate, ven acá.»
¿Oís? Me llaman. Mi pequeño duende allí
montado en una niebla aguarda ya por mí.
Sale.
PRIMERA BRUJA ¡Vamos, deprisa, vamos! Va a volver muy pronto.
Salen.
ESCENA VI
Forres. El palacio.
Entran LENNOX y otro NOBLE.
LENNOX No han hecho mis palabras más sino atinar
con vuestro pensamiento, que podrá más lejos
interpretar. Tan solo digo que las cosas
se han producido extrañamente. El dulce Duncan,
llorado por Macbeth; pues claro, a fe: ¡si estaba muerto!
Luego el leal y bravo Banquo dio un paseo
demasiado tarde; al cual podéis, si se os antoja,
decir que lo mató Fleancio; pues Fleancio
huyó. No debe uno pasear muy tarde.
Y ¿quién puede evitar pensar cuán monstruoso
fue por parte de Malcolm y de Donalbain
matar a su clemente padre? ¡Acción nefanda!10
¡Cómo le dolió a Macbeth! ¿No fue en piadosa rabia
derecho a degollar a aquellos dos precitos
que yacían presos de bebida en torpe sueño?
¿No fue una noble acción? ¡Oh, sí!, y también prudente,
porque irritado habría a todo pecho vivo
el oírles denegarlo. Así que él, ya digo,
lo ha llevado todo bien; y a haber tenido, pienso,
a los hijos del buen Duncan bajo su cerrojo
(lo que, plega al cielo, no será), ya hubieran visto
lo que es matar a un padre; oh sí, y también Fleancio.20
Pero ¡a callar!, que por alguna frase clara
y por haberle rehusado su asistencia
a la fiesta del tirano, oigo que Macduff
vive en desgracia. Mi señor, ¿podríais vos
decir dónde se halla?
NOBLE El hijo del buen Duncan,
de quien este usurpa los derechos de nacimiento,
vive en la corte inglesa, y se ve acogido
del muy piadoso rey Eduardo con tal gracia
que la malquerencia de la fortuna nada puede
menguar de su alta honra. Allí Macduff se ha ido
a pedir al santo rey que en su socorro alce30
al de Nortumberlandia y al feroz Siguardo,
que con la ayuda de estos (y la de lo Alto
para coronar la obra) demos nuevamente
manjar a nuestras mesas, sueño a nuestras noches,
quitemos de los banquetes las sangrientas dagas,
rindamos fiel honor, tengamos libres honras,
todo lo que ahora aquí añoramos. Y el relato
tanto ha indignado al rey que ya se está poniendo
en pie de guerra.
LENNOX Y él ¿mandó a Macduff recado?40
NOBLE Lo hizo, y con un rotundo «No, señor, yo no»
sombrío el mensajero vuélvesenos de espaldas
rezongando, como quien dice «Os pesará del tiempo
que me carga tal mensaje».
LENNOX Y eso bien debiera
avisarle de prudencia, y mantener distancia
cuanta su juicio le prevenga. ¡Un santo ángel
vuele a la corte de Inglaterra, y le revele
su mensaje antes que venga!; que retorne pronto
alada gracia a nuestra tierra atormentada
bajo maldita mano.
NOBLE Mandaré con él
mis oraciones.
Salen.

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