Cómo están todos, nos volvemos a encontrar en nuestro espacio. Esta vez para dar fin a nuestro recorrido por la novela Aura de Carlos Fuentes y también a nuestra última clase del 2020 a través de esta modalidad virtual. Agradezco a todos los que me han acompañado, a los que han podido a su manera seguir estas clases que fueron para mí un verdadero desafío pero también una satisfacción de ser correspondido con buenos trabajos que han estado haciendo. A partir de ahora comenzaría la etapa de evaluación que consistiría en trabajar con carpetas individuales que contengan todos sus trabajos y trabajar en las devoluciones hasta que estén claras para las instituciones cuáles son los requisitos para promocionar. Por supuesto, van a estar siempre acompañados en este proceso, organizaremos devoluciones por correo o videollamadas según la modalidad que prefiera o disponga cada uno de ustedes. Los que no han podido todavía establecer conexión, se atrasaron con la materia por diversas razones que todos entendemos tendrán una posibilidad para integrarse a la materia a través de un proyecto de Cine y Literatura que presentaré en los colegios donde cursan respectivamente. Este proyecto consiste en la proyección virtual y análisis de una película que los conecte con alguna de las unidades trabajadas a lo largo del año. A partir de este primer contacto, pactará conmigo un plan de actividades para recorrer los contenidos trabajados durante el año. Recuerden siempre, estoy para orientarlos y ayudarlos a terminar con sus estudios de literatura.
Aclarado todo esto, me gustaría empezar ahora sí con la novela Aura, recordar la atmósfera que nos ofrece este relato y que conocemos a través de la subjetividad de Felipe Montero, personaje cuya voz narrativa está ubicada en su conciencia. En apariencia se corresponde a la de un mundo cotidiano: La oscuridad de la casa de Consuelo, el mobiliario viejo, los objetos, el rechinar de las maderas, las puertas que se cierran de golpe, el jardín. Todos estos son elementos comunes y corrientes, pero que sirven de soporte para que tengan lugar los eventos sobrenaturales en esta narración. Yo recuerdo siempre esa misa negra del comienzo del cuarto capítulo que tanto me había impresionado en mi primera lectura.
Escuchemos a Carlos Fuentes:
La encuentras en la cocina, sí, en el momento en que degüella un macho cabrío: el vapor que surge del cuello abierto, el olor de sangre derramada, los ojos duros y abiertos del animal te dan náuseas: detrás de esa imagen, se pierde la de una Aura mal vestida, con el pelo revuelto, manchada de sangre, que te mira sin reconocerte, que continúa su labor de carnicero.
Le das la espalda: esta vez, hablarás con la anciana, le echarás en cara su codicia, su tiranía abominable. Abres de un empujón la puerta y la ves, detrás del velo de luces, de pie, cumpliendo su oficio de aire: la ves con las manos en movimiento, extendidas en el aire: una mano extendida y apretada, como si realizara un esfuerzo para detener algo, la otra apretada en torno a un objeto de aire, clavada una y otra vez en el mismo lugar. En seguida, la vieja se restregará las manos contra el pecho, suspirará, volverá a cortar en el aire, como si… sí, lo verás claramente: como si despellejara una bestia…
Con relación a este pasaje que el autor de Aura acaba de leer, tenemos un buen referente en artículo El Mundo Fantástico de Aura: Cosas, Bestias y Otros Símbolos, trabajo de Irene Marquina Sánches que tenemos en el blog. Desde su disciplina aborda el estudio de los símbolos implicados en este escabroso ritual satánico de Aura del capítulo 4. Ella lo asocia a los Aquelarres, aquellas fiestas donde las brujas sacrificaban a un macho cabrío que representaba a Satanás. Este animal es el emisario del mal. Otra lectura de este símbolo del macho cabrío representa la proyección de la propia culpa sobre otro.Se refiere al tema del chivo expiatorio, en el sentido que esa gran pintor prerafaelita William Holman Hunt le dio. ¿Conocen el cuadro de Hut?
Les voy a dejar una actividad entre las opciones para quienes se interesen en el cuadro o quieran trabajar con él. Es, según un pasaje bíblico, el chivo que se soltaba al desierto a morir de hambre y de sed para que los pecados de la gente sean redimidos. De este modo, la culpa se pasa a otro y la responsabilidad del error, de la falta, es impuesta a ese otro. En este sentido, Consuelo-Aura daría muerte a un macho cabrío como símbolo para expiar sus culpas. Ese evento lo desorienta y lo confunde: su Aura ya no es más esa imagen de niña frágil y desprotegida que él ansiaba cuidar y salvar, no, ahora se ha convertido en un monstruo bañado de sangre y que no lo reconoce. Él sale corriendo y encuentra a Consuelo en un ritual gestual como si estuviera despellejando a un animal. Esta vez Felipe Montero se refugia en su recámara, huye de ese espectáculo que le parece nauseabundo. Esta vez siente aversión tanto por la imagen de Aura en medio de un aquelarre, como por Consuelo en su jugueteo en el aire, siguiendo con sus manos el desollamiento de un animal. Los símbolos de este macho cabrío son representaciones, en su mayoría, masculinas, y en este sentido, quizás, nuestro personaje masculino se ve reflejado en dicho animal. A este sinnúmero de elementos simbólicos que hemos encontrado a lo largo de la obra, sumémosle dos más: la campana que acompaña a Aura. Este elemento nos abre la narración hacia el mundo de las percepciones. El tintineo de una campana es premonitorio, anuncia, avisa. Aquí como el anuncio del periódico, el sonido de la campana se afirma así mismo y anuncia lo que Aura prepara en un futuro inmediato; y anuncia lo que ha de venir cuando ello ya ha sido, paradójicamente, advertido:
Estos elementos extraños se ciñen a la intriga y mantienen el suspenso de la narración; además, nos van introduciendo a ese mundo de lo fantástico. Todos estos elementos establecen relaciones cercanas entre sí, están encadenados de tal forma que nos llevan paulatinamente al encuentro de lo sobrenatural y a conocer el desenlace.
Esto que acabamos de compartir es lo que sería una lectura simbólica, un tipo particular de lectura que hacen a veces los semiólogos, a veces intelectuales que vienen del área de las psicologías. Son lecturas interesantes y valiosas, siempre suman bastante a todos los otros tipos de lecturas que podemos hacer sobre el objeto literario que estudiamos.
Vayamos ahora a la última lectura, lo molestamos por última vez a Carlos Fuentes para que nos lea, esta vez un fragmento de su último capítulo, la idea es vincularlo con el último texto teórico que les propuse como recorrido, me refiero a Del Amor Sublime en Aura, texto de Manuel Pérez Martinez que me gusta mucho recorrer, sobre todo porque le da una vuelta de tuerca que contradice a la propia visión del autor. Yo no sé si Carlos Fuentes habrá leído alguna vez este trabajo, pero se me ocurre que le encantaría, que disfrutaría mucho ver como uno de sus lectores subvierte algunas de sus ideas para mirar desde otro ángulo. La lecturas diversas que hacemos es también cambiar el ángulo desde donde enfocamos. Vayamos entonces con el final de Aura y quedará después la última actividad que será con opciones. Elijan una de las dos.
Escuchemos Aura:
Entrarás a la recámara. Las luces de las veladoras se habrán extinguido. Recordarás que la vieja ha estado ausente todo el día y que la cera se habrá consumido, sin la atención de esa mujer devota. Avanzarás en la oscuridad, hacia la cama. Repetirás:
—Aura…
Y escucharás el leve crujido de la tafeta sobre los edredones, la segunda respiración que acompaña la tuya: alargarás la mano para tocar la bata verde de Aura; escucharás la voz de Aura:
—No… no me toques… Acuéstate a mi lado…
Tocarás el filo de la cama, levantarás las piernas y permanecerás inmóvil, recostado. No podrás evitar un temblor:
—Ella puede regresar en cualquier momento…
—Ella ya no regresará.
—¿Nunca?
—Estoy agotada. Ella ya se agotó. Nunca he podido mantenerla a mi lado más de tres días.
—Aura…
Querrás acercar tu mano a los senos de Aura. Ella te dará la espalda: lo sabrás por la nueva distancia de su voz.
—No… No me toques…
—Aura… te amo.
—Sí, me amas. Me amarás siempre, dijiste ayer…
—Te amaré siempre. No puedo vivir sin tus besos, sin tu cuerpo…
—Bésame el rostro; sólo el rostro.
Acercarás tus labios a la cabeza reclinada junto a la tuya, acariciarás otra vez el pelo largo de Aura: tomarás violentamente a la mujer endeble por los hombros, sin escuchar su queja aguda; le arrancarás la bata de tafeta, la abrazarás, la sentirás desnuda, pequeña y perdida en tu abrazo, sin fuerzas, no harás caso de su resistencia gemida, de su llanto impotente, besarás la piel del rostro sin pensar, sin distinguir: tocarás esos senos flácidos cuando la luz penetre suavemente y te sorprenda, te obligue a apartar la cara, buscar la rendija del muro por donde comienza a entrar la luz de la luna, ese resquicio abierto por los ratones, ese ojo de la pared que deja filtrar la luz plateada que cae sobre el pelo blanco de Aura, sobre el rostro desgajado, compuesto de capas de cebolla, pálido, seco y arrugado como una ciruela cocida: apartarás tus labios de los labios sin carne que has estado besando, de las encías sin dientes que se abren ante ti: verás bajo la luz de la luna el cuerpo desnudo de la vieja, de la señora Consuelo, flojo, rasgado, pequeño y antiguo, temblando ligeramente porque tú lo tocas, tú lo amas, tú has regresado también…
Hundirás tu cabeza, tus ojos abiertos, en el pelo plateado de Consuelo, la mujer que volverá a abrazarte cuando la luna pase, tea tapada por las nubes, los oculte a ambos, se lleve en el aire, por algún tiempo, la memoria de la juventud, la memoria encarnada.
—Volverá, Felipe, la traeremos juntos. Deja que recupere fuerzas y la haré regresar…
Martinez propone en este final el triunfo de lo que el llama el amor sublime, un amor que superaría al mero amor carnal y que uniría finalmente a Consuelo y al General Llorente. Es una mirada más tierna, creo yo, la otra posibilidad es que la horrible bruja haya atrapado al joven Felipe para que se quede con ella. Yo escuché en algunas de las entrevistas que el autor se inclinaba por esta última mirada. Bueno, lo hemos hecho. Hemos trabajado con Aura muy prolijamente, hemos podido completar el recorrido pero también hemos aprendido que siempre hay algo más por decir, algo más por leer cuando se trata de literatura. Hemos aprendido durante estos tres años de cursada que los clásicos de la literatura se leen y se releen y en cada uno de nuestros recorridos algo nuevo nos llevamos.
Por el momento les doy las gracias, espero también con ansias a los que todavía no pudieron conectarse, van a tener mi apoyo porque los conozco, ya fueron mis alumnos durante otros dos años y sé que pueden completar este último. La próxima clase virtual será, como ya les dije, para comunicar y pautar lo concerniente al proceso de evaluación. Comenzaré con quienes ya hayan completado todas las entregas y después veremos cuándo y cómo se cierra la cursada según lo dispuesto por las autoridades provinciales. Sigo respondiendo consultas a mi correo gbelziti@hotmail.com
Elegí una de las siguiente tareas:
Tarea A
Escribí una narración de tu propia invención inspirada en el cuadro del Chivo o en su historia. No olvidés el título
Tarea B
Escribí una narración o realizá un dibujo que tenga como título:
¿acaso no es el amor un acontecimiento sobrenatural?
No hay comentarios:
Publicar un comentario