Publicada la primera referencia a El enigma de la calle Arcos, de Sauli Lostal, apreció en seguida la carta de un lector de nombre Tomás E Giordano, en la que afirmaba que Sauli Lostal era Luis Stallo "No se trataba -dice- de un hombre de letras sino vinculado a los negocios. Y en éstas condiciones, sigue diciendo, intervino en un concurso del diario Crítica que "proponía a sus lectores encontrar un desenlace más ingenioso para El misterio del cuarto amarillo, de Gastón Leroux, ya que según opinión del diario, el final de la novela decepcionaba un poco. Como consecuencia de tal concurso, se publicó el volumen, "que era el premio instituido por la editorial".
No hay nada exacto en esas afirmaciones. Jamás existió ese concurso para modificar el desenlace de El misterio del cuarto amarillo, y menos para publicar un volumen como premio. Crítica lanzó la novela en folletín, en 1932. La publicará AM-BASS en libro al año siguiente.
Silvia Saítta, en el Prólogo a El enigma de la calle Arcos, reedición de Gastón Gallo con el sello Simurg, de l966, reafirma la inexistencia de este concurso. El día anterior al folletín, "el diario anuncia, en letras bien visibles, su nueva oferta periodística: Crítica publicará la más apasionante novela policial". Es decir, se publicará en folletín y no directamente en volumen como premio de un concurso.
Luis Stallo, que era "un caballero itálico", según la carta, dedicado a los negocios, pero que "no se trataba de un hombre de letras", según decía la carta, ¿cómo pudo escribir una novela tan bien redactada y con conocimiento del lenguaje porteño?
Luis F. Diéguez, subsecretario de Crítica, en la carta-prólogo de la primera edición de El enigma de la calle Arcos, dirigida al verdadero autor, que para nosotros es Jorge Luis Borges, expresa: "Digamos, además, que ha escrito usted una gran novela, empleando un lenguaje muy suyo, esencialmente porteño y que ese sabor local es nuevo en esta clase de publicaciones". Diéguez se dirige, por lo tanto, a un escritor y no a un caballero itálico dedicado a los negocios. O como escribe el mismo Diéguez y transcribe Saítta: "es usted un periodista que escribe novelas policiales realmente sorprendentes". La autora también recuerda que Diéguez se despide como "su afectísimo camarada".
En otras palabras. No hay conexión entre Luis Stallo y el verdadero actor. Pero que Luis Stallo, supuesto verdadero nombre de Sauli Lostal, figure en las guías telefónicas de 1928, 1930, 1931 y 1932, como afirma Alejandro Vaccaro, tampoco aclara la cuestión. Es un hombre que pudo ser tomado de la misma guía telefónica para anagramarlo como Sauli Lostal.
No nos olvidemos, por ejemplo, que se trataba de una época en que los escritores solían burlarse creando entimemas y supercherías. Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, hacedores de la revista Destiempo, de la que se imprimieron 3 números en 1936, escribían bajo el título de ésta el nombre de Ernesto Pissavini en calidad de "secretario". Se trataba, en realidad, del iletrado portero del edificio donde vivía Bioy Casares.
Colaboraron en esa revista Alfonso Reyes, Silvina Ocampo, Baldomero Fernández Moreno, Ulises Petit de Murat, Horacio Rega Molina, Pedro Henríquez Ureña, Xul Solar, Macedonio Fernández y otros, incluidos Borges y Bioy Casares. Había traducciones de Erskin, Caldwell y Franz Kafka.
César Tiempo, a su vez, firmaba los Versos de una p..., haciéndose pasar por cierta inexistente Clara Beter, que todos, enternecidos, buscaron para socorrerla.
A mayor abundamiento, según decía Don Quijote, el seudónimo de Mellors como autor de Los cortadores de manos, que ocultaba a Ulises Petit de Murat, Ricardo M. Setaro y Enrique y Raúl González Tuñón, publicado en folletín previamente a El enigma, nos está indicando este acostumbrado sarcasmo de la época. Lo dice el rostro del supuesto Mellors, realizado por el dibujante de Crítica, con un cuarto de rostro de cada uno de los que se ocultaban bajo el seudónimo.
No me extraña, por lo tanto, que Borges, inclinado a los divertimentos y los seudónimos de la revista multicolor de los sábados del diario Crítica, haya convertido a un Luis Stallo en Sauli Lostal. Era lo mismo que hacer pasar por secretario de una revista literaria a un portero que nada sabía de literatura.
El intertexto del enigma
Digamos ya que El misterio del cuarto amarillo, de Gastón Leroux, publicado en 1.908 por la Biblioteca de la Nación no sólo es el intertexto de El enigma de la calle Arcos, sino que estaba en Borges desde su infancia. Aurora Haedo, prima de éste, durante los juegos infantiles con su hermana Nora, les leía el relato según lo dice Vaccaro en Georgie, 1899-1930 (1996).
En 1934 Borges tradujo para la Revista Multicolor (N¼ 40, del 5/12) La profecía de perro, de G. K. Chesterton, donde se repetía el juego del enigma en cuarto cerrado. Es un dato de Gonzalo Moisés Aguilar que conviene tener presente en un estudio más amplio del tema.
Hay, sin embargo, unas líneas de Luis F. Diéguez que son decisivas respecto de la frecuencia del tema en Borges y de la certeza de que sea él y no otro quien lo repite en El enigma. Estas líneas están en la ya mencionada carta prólogo: "usted mismo ha confesado que se le ocurrió escribir una novela policial porteña sin fantasías, a base de lógica, después de haber visto en un teatro la adaptación cinematográfica de la novela de Gastón Leroux" (el subrayado es nuestro). Silvia Saítta reafirma esta significación.
Todo eso incluye la recurrencia de un tema que aparece durante la infancia y persiste a través de los años. De un relato oral pasa a una traducción y de ésta a un filme. Después, mediante otras posible transfiguraciones que no conocemos, desemboca en El enigma de la calle Arcos. Sigo creyendo, entonces, que el autor de esta novela no es Sauli Lostal ni Luis Stallo, sino el mismo Jorge Luis Borges.
Alusiones al texto
En un trabajo anterior nos hemos referido a El acercamiento a Almotásim, de Historias de la eternidad (1936), ahora en Ficciones. Se trataba de una descripción gráfica de la primera novela policial de un nativo de Bombay, a fines de 1932. Éste nativo no era otro que Borges, y esa primera novela policial, la editio princeps, era según decíamos, El enigma de la calle Arcos.
Hay, sin embargo, otra alusión que nos induce a la autoría que defendemos. Se halla en el Examen de la obra de Herbert Quain (Ficciones, 1.956). Transcribo: "(...) He declarado que se trataba de una novela policial, The god of the laberynth; puedo agregar que el editor la propuso a la venta en los últimos días de noviembre de 1.933". Y algo más que concuerda con el significado de El enigma: "hay un indescifrable asesinato en las páginas inciales, una lenta discusión en las intermedias, una solución en las últimas. Ya aclarado el enigma (...)".
Otro dato interesante lo hallamos en la página 181 de la edición de Simurg. Aquí se menciona indirectamente a la India cuando se hace referencia de Calcuta. Antes, en El acercamiento se hablaba sencillamente de Bombay.
En definitiva: la existencia de Luis Stallo no garantiza que éste sea el autor de la novela. Tampoco Ernesto Pissavini era el secretario de la revista Destiempo. Era un modesto portero que disfrazaban de intelectual para evitar compromisos. Ni Clara Beter era realmente una prostituta convertida en poeta. La época prohijaba estos sarcasmos. O bien, estas resbaladizas jugarretas, como decía Anaïs Nin del París de los años 30. Epater le bourgeois era la fórmula ineludible.
Buenos Aires, 2000.
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