Rimas al norte, metáforas al sur





Complicado resulta entender el por qué los seres humanos tendemos a sectorizar por antinomia la mayoría de las cosas, campesino-citadino, pobre-rico, joven-viejo, etc. Y como parece no alcanzar, también distinguimos por puntos cardinales, dejando involucrados a los ricos o conservadores en el norte y a los pobres o vanguardistas en el sur. En Argentina, la literatura al comienzo del siglo XX, no fue ajena a ello. Allá por 1920, el límite entre el norte y el sur de Buenos Aires rondaba la Avda. Rivadavia. Al sur de la misma, en la zona de Boedo se formó un grupo literario, que tomó ese nombre, en tanto que hacia el norte varios escritores organizaron el Grupo Florida.
Los de Boedo: Leónidas Barletta, Nicolás Olivari, Elías Castelnuovo, Lorenzo Stanchina, Álvaro Yunque, Roberto Mariani, Raúl González Tuñón, Gustavo Riccio, Aristóbulo Echegaray, Alberto Pinetta, César Tiempo y con alguna participación Roberto Arlt. Cabe destacar que de este grupo, que algunos ironizaban como de “melancólicos intelectuales”, el único que vivía en el Barrio era González Tuñón, los otros, procedentes de otros suburbios, eran como extranjeros en esa porción de la ciudad.
El Grupo de Florida: Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo*, Conrado Nalé Roxlo, Leopoldo Marechal, Eduardo González Lanuza, Ricardo Güiraldes, Francisco Luis Bernárdez, Nicolás Olivari, Norah Lange. Más tarde, al abandonar a los de Boedo, se incorpora Raúl González Tuñón.
El primero en formarse es el de Boedo. En febrero de 1922 aparece el número uno, de “Los pensadores”, revista literaria que más tarde pasaría a llamarse “Claridad”. Estas publicaciones, en sus inicios tenían el objetivo de difundir las grandes obras de la literatura, tanto clásica como moderna. Con el tiempo, integrado como estaba por jóvenes de origen humilde, se convirtió en una publicación de vanguardia, en donde se luchaba por los derechos sociales de los trabajadores. Iniciaron así el primer movimiento de literatura social y realista de la Argentina.
Poco tiempo después aparece el Grupo Florida, también llamado Grupo Martín Fierro, nombre de la revista que publican a partir de febrero de 1924. Se destacaron por su constante búsqueda de nuevas formas en la métrica y la rima en la poesía. Promovieron el surrealismo, el ultraísmo y en general todas las corrientes de la avanzada europea. La influencia de estas corrientes, es la revolución más importante que sacude la literatura y el arte en esos momentos. El grupo manifiesta su voluntad de romper los esquemas y reglas de la época, explorar la poesía sin leyes métricas, rigiéndose por el juego de similitudes y el azar, usando las metáforas y las imágenes como recursos reveladores de la dimensión interior. Además quieren referenciar la vida moderna, las preocupaciones, los miedos.
Suele hablarse de estos grupos como si fueran antagónicos. Los de Florida, reuniéndose en “la Richmond”, en medio de la comodidad, el refinamiento. En tanto que los de Boedo, en la imprenta de Boedo 837 o en la calle San José 1641, representando al inmigrante, el obrero, su innovación pasaba por darle tintes políticos y sociales, con perspectiva izquierdista a sus publicaciones.
Álvaro Yunque nos cuenta en sus escritos: “…En Florida, con respecto a la literatura precedente, quizás fueron más iconoclastas, ellos estaban inventando el arte de escribir en la Argentina…..En suma Boedo era la calle, Florida,la torre de marfil….dos grupos turbulentos, excesivos hasta la injusticia, las dos ramas estéticas que, desde el renacimiento, o sea desde que nació al mundo occidental la teoría del arte por la belleza, del arte-forma, se han disputado la posesión del arte. En Florida: los neogrecolatinos, los estetas, los que cultivan un arte para minorías, hermético y vanguardista. En Boedo: los antimitológicos, los socializantes, los que iban hacia el pueblo con sus narraciones y sus poemas hoscos de palabras crudas, cargadas de sangre, sudor y lágrimas…..Y la voz de los muchachos de Boedo se levantaba, unida y fuerte, para llevar al verso, al cuento, a la novela, al ensayo, a la crítica y al drama, esa visión de futuro que en las masas del suburbio comenzaba a encenderse. Los otros, los de Florida, seguían escépticos o enemigos de la luz (groseramente roja-luz de incendio) que se aproximaba….”
Con el transcurso del tiempo, los escritores fueron cambiando de grupo, algunos llegaron a pertenecer a ambos. Borges, menos tremendista que Yunque, decía que la rivalidad que en ocasiones se planteaba, no pasaba de una mera broma. En el mundo literario, solían decir que solo había un grupo y que se llamaba “Floredo”.
Con la llegada de la década infame, ya no importaba si se trataba de uno o dos grupos, si eran señoritos u obreros, del norte o del sur. Los tiempos políticos, los llevaron a dispersarse y a caminar cada uno como pudiere, destacarse dentro o fuera del país, con suerte, ambas alternativas. Expresarse con mesura y saber esperar el momento. Es que para salvar a las letras, antes había que salvar la piel.

*Girondo, el vanguardista
Oliverio Girondo (1891- 1967) se formó en Europa, gracias a la buena posición económica de su familia. Sus estudios en Inglaterra y Francia, le permitieron estar en el grupo de los pioneros del movimiento de poetas ultraístas argentinos. En sus obras están reflejadas las distintas transformaciones que las corrientes artísticas de la posguerra europea aplicaron a la poesía. Ya con 30 años cumplidos, regresa de unos de sus viajes con un corto pero inmenso libro de poesías bajo el brazo: “Veinte poemas para ser leídos en el tranvía”. Había partido decidido a descubrir un mundo nuevo, convencido que se avecinaba una época de sensibilidad y comprensión “distintas”. De allí que sus poemas llevan los acentos vanguardista del ultraísmo, el simultaneísmo y el surrealismo.
Escribió en el prólogo de Veinte poemas…: “lo cotidiano, sin embargo, ¿no es una manifestación admirable y modesta de lo absurdo? Y cortar las amarras lógicas, ¿no implica la única y verdadera posibilidad de aventura?”.
Fue, junto a Borges, unos de los animadores más importantes del Grupo Florida. Allí inició su romance con Norah Lange, con quien contrajo matrimonio. Se dice que Norah era en aquel momento, el amor imposible de Borges. De ser así ¿imaginan la tensión emocional en aquellas reuniones de literatos? Chispas de poesía, amor y pasión debían encender el ambiente. Girondo estaba convencido que en poesía, la base no es solo el ensamble de la palabra, sino que toman importancia las sílabas y más aún las letras. Para él la sintaxis revolucionada, no era un ensayo, sí una necesidad poética. Así se explica entre otras cosas, el uso de “sub” (subánimas, subcero) y el “ex” (exellas, exapoyos) o que un menos es más. De allí el título de su publicación de 1953: “La masmédula”, la más que médula. De este libro tomamos algunos versos:
“Al gravitar rodando: .afaz subrripio cocopleonasmo exodro/ sin lar sin can sin cala sin camastro sin coca sin/ historia/endosorbienglutido/ por los engendros móviles del gravitar rotando bajo…”.
Ya en 1951 en un poema que tituló “Instancias a un poeta-encallado en las costas del Pacífico” daba un adelanto del lenguaje efervescente que luego usaría en La Masmédula, con palabras como “fofopulpoduende, averritmo...”
En 1942, publicó “Persuasión de los días”, aquí nos dice:
“Comunión plenaria: ….El mármol, los caballos/ tienen mis propias venas. /Cualquier dolor lastima/ mi carne, mi esqueleto. / ¡Las veces que me he muerto/ al ver matar un toro!.....Nunca sigo un cadáver/ sin quedarme a su lado. / Cuando ponen un huevo, / yo también cacareo. / Basta que alguien me piense/ para ser un recuerdo”.
Oliverio Girondo supo ser amigo de Federico García Lorca y de Pablo Neruda. También experimentó sus dotes de pintor surrealista, aunque nunca expuso públicamente sus cuadros. Se destacó como un escritor innovador en su época, quebrando estructuras prestablecidas y como un rebelde de las letras será siempre recordado.

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