V
Cuando sepan que el hombre de acero
Está hecho de alma y de pecados
¿Me dijo que lo que le sacó del costado fue un pedazo de vidrio verde?
Qué loco, Tordo. Qué loco. Desde que estoy con Pinino perdí la cuenta de la cantidad de veces que lo tajearon con facas o tramontinas delante mío. Hasta le vi aguantarse un hachazo que le dieron en el pecho con un machete. Nunca sangró. El Federico presenció, y sin poder evitarlo, cómo le llenaban la espalda de plomo a traición. Dice que Pinino solo pegó la media vuelta y les dio para que tengan. Lady Di estuvo cuando un patrullero se lo llevó puesto antes de terminar chocando de frente contra un semáforo. Los dos rati que iban adentro murieron por el impacto. Pinino, después de rodar sobre el capot, el techo del coche y en buena parte de la calle, se levantó lo más campante. El Faisán jura por Dios y todos los santos que vio cómo le pegaban un tiro en la cabeza y no le pasaba nada. Hasta Juan Raro cuenta de una vez que mientras Pinino hacía un cobro explotó una estación de servicio en Pontevedra con los ocho tipos que estaban adentro. ¿El saldo? Siete muertos. Siete cuerpos carbonizados. Un único sobreviviente. Ileso. Pinino.
¿Y así que un pedazo de vidrio de color verde casi lo mata?
Me cuesta creerlo, Tordo. Me cuesta. Hasta ahí. Por algo estamos acá. Y por algo se la fueron a dar. Era cantado. Era cantado que esto iba a pasar. También era cantado quién iba a ser. Quién se moría de ganas de alguna vez poder llenarle la cara de dedos, meterle un puntazo o una bala. Cantado es que fue el Pelado. Cantado es que esto no se va a quedar así. Porque si nos andan buscando nos van a encontrar, carajo.
Acá o en cualquier lugar el liderazgo absoluto no existe, Tordo. Ni ahí. Siempre van a estar los bandos. Por lo menos dos. Conviven aunque estén separados. Uno es el que manda y el otro va viendo, va juntando fuerzas para en algún momento pegar el salto. Lo de la 18 Ciega con la banda del Pelado es algo parecido a lo que pasa en la popular de La Fragata. Lo de Pinino y el Pelado es en algún punto como lo del Kili con el Tanque Pizzutto.
La hinchada del Brown está dividida en dos: Los de Siempre y Los del 20. Los del 20 son de acá al lado, de los monoblocks del barrio 20 de Junio. Re-zarpados. Paran en la esquina de la Técnica 6, en León Gallo y la ruta. Los de Siempre el grueso grande es del centro de Casanova. Son los históricos de la popu. Le van a batir que la cosa empezó cuando tuvieron que ver a quién apoyaban afuera de la cancha; cuando iban a hacer los laburos entre semana esperando el próximo partido. Peronistas eran todos. Pero cuando se le acabó la joda al que se venía poniendo desde los ochenta, ¿qué onda?
Los de Siempre lo siguieron bancando a Sabiola. Los del 20 agarraron viaje con el que ahora corta la pizza. Al final mucha locura, pero los pendejos no comen vidrio: fueron con el que se puso con más teca. Toda una movida. Ahí es donde la rivalidad de los bandos empezó a mostrarse. Y todo por las pintadas. Salen en cuadrillas. Le dan duro y parejo al paredón que encuentren. Y después duermen. Vienen los otros y lo tapan con otra pintada de su candidato. Los del 20 se apiolaron y en lugar de andar tapando ellos para que después les hagan lo mismo de una fueron a hacer pintadas y otros se quedaron por ahí, patrullando. Al que le quisiera blanquear la pared lo cagaban a cuetazos.
Esa pica, esa vena que se iba dando de lunes a viernes, los sábados y sin fierros se la sacaban en el tablón donde pintaban los guantes por más que fueran todos a alentar a La Fragata. ¿Vio, Tordo, que nosotros ascendimos y aunque salimos subcampeones en el Nacional volvimos a la B porque nos restaron dieciocho puntos? Bueno, le van a contar que fue por la bomba que le tiraron al Cubito Cáceres en el partido con el Pincha en la cancha de Racing. Le van a decir que fue porque el Cubito había atajado para el Lafe y por más que dijera en el Olé que era hincha de la Academia los colores del tipo eran los del verde. Y algo de eso había.
Los del 20, re-locura, le tiraron una bomba de estruendo con esa excusa. No importaba que tuviéramos un penal a favor. No importaba que después de nueve años íbamos a dejar la Metro. Lo más importante para ellos era hacerles entender, hacerles ver a Los de Siempre que los que ahora mandaban eran Los del 20. Y que no iba a haber con qué darles.
Sí, en la popular se boxeaban de lo lindo. Y eso se llevaba de la tribuna a la calle. Y ahí es donde se va todo a la mierda. Porque en la calle está la verdad. No es que no haya guapos, Tordo. Uno aprende que no hay que ser guapo. No da jetear. No da soguear. Hay que ir a los bifes de una. Yo ya me cansé de ver giles que lo único que hacen es ladrar. Porque cuando la cosa se arma toda esa manga de putos lo único que dice es miau.
Pararse de manos no es solo llenarle la cara de dedos al que tenés enfrente. Pararse de manos es ir y hacerlo concha. Se sabe que cualquiera va al frente con un cuchillo de cocina. Y con un fierro ni hablar. Si lo mostrás, usalo. Porque si pelaste para hacer rostro lo que hayas sacado te lo van a terminar metiendo en el orto. El que se plantó adelante tuyo nunca tiene que saber si lo que le entró fue una faca o un tramontina. Si la bala que enfrió era de un 38, de una nueve mili o de una metra.
Los del 20 con Los de Siempre se empezaron a matar. Ya sea a la salida del Yesi, en la plaza de San Justo o en el centro de Castillo. Pero adentro de la cancha, no. En Laferrere y en Morón la gozaban de lo lindo: «¡Uy! ¿No te puedo creer que otra vez ya se pelearon las Rikitas de Casanova?».
En esa cargada había algo posta. Porque si bien se hablaba de una guerra de Los del 20 contra Los de Siempre, de monoblockeros contra el resto de Casanova; se supo que la cosa venía de más atrás. Que la pica había empezado entre el Kili, uno de Los del 20, y el Tanque Pizzutto —el capo de Los de Siempre— por una cuestión de polleras. Y si hay algo de lo que no se vuelve es de eso: de cuando hay una mina en el medio.
Tordo: ¿usted vio alguna vez a las porristas de La Fragata? ¿Conoce a Las Marineritas? ¿No es verdad que están para untarlas con dulce de leche o con Mendicrim? ¿Sabía que la más bonita de todas, la del mejor culo que haya existido en La Matanza, fue una de las novias de Walter Olmos? Cuando el loco se pegó el tiro, la mina quedó destrozada. Ahí pintó el Tanque Pizzutto en plan yo te consuelo, preciosa. Para la mina durante un tiempito todo bien salvo el detalle de que el Tanque Pizzutto estaba casado. Un poco la hartó volver a ser la otra. Y ahí es donde aparece el Kili y le arrebata el asado al Tanque. Más bien se lo escupe. La jugó de guacho lindo. Y como no estaba ni comprometido ni casado ni nada…
La mala leche del Tanque Pizzutto se entiende. Perder una mina así. Dejar de darle carne por popa a LA popa de la Fragata. Debe ser un dolor de huevos. De solo pensarlo hasta a mí me duele. Pero si encima te tenés que morfar las cargadas de los que lo soldadean al otro pancho. Si te tenés que comer ver cómo el zarpado se pasea mostrándola al lado suyo. ¿Cómo no va a dar para que le quiera llenar la cara de dedos, meterle un puntazo o una bala? Ojo: uno lo puede decir acá, así como estamos charlando nosotros. De a dos. Pero en la calle, no. Sería mostrar debilidad. Sería quedar como pollerudo. Entonces es donde viene como anillo al dedo si los otros se vendieron y no apoyan más al que antes te daba de comer. Si los otros te tabletean cada vez que vos querés hacer una pintada. Si por culpa de los otros no pudimos quedarnos en el Nacional. Ahí sí se justifica el tramontina en la panza o los cartuchos que se disparen.
¿Un pedazo de vidrio verde? ¿Es este, Tordo? Parece de una botella, ¿no? Seguro no es de una sevená. Es de una botella rota de cerveza. Es de una Heineken. Póngale la firma que es de una Heineken.
Te agarré, hijo de mil putas.
Bueno, le decía que algo de la historia de Los del 20 con Los de Siempre, que algo de lo que hay entre el Kili y el Tanque Pizzutto es lo mismo que nos pasa a nosotros con la banda del Pelado. La cosa se repite entre Pinino y el Pelado. Sí: ellos y nosotros somos las dos bandas más grosas de Castillo. Sí: es lógico que seamos enemigos, no importa que ranchemos en el mismo lugar. Sí: ellos lo quieren todo. Nosotros también. Y sí: existe una mina de la que está enamorado a full el Pelado, Lu. Pero ella al que eligió es al Pini. Nada original. Más de lo mismo. Otra vez más amagues de mano a mano. Otra vez más puntazos de facas. Otra vez más disparos de metras.
Esto no pasaba si tenían que ir para Los Eucaliptus. No lo hubieran encontrado solo. Pero Pinino tiene sus mambos. De un tiempo atrás a esta parte le agarra la loca y pasa unos días solo. Se encierra en un aguantadero que tiene lejos de Los Eucaliptus, en el barrio El Tambo. Está bien equipado. No le falta nada. Tampoco es que necesite mucho. Lo básico. Ahí va a pensar porque dice que está más tranquilo. Por lo menos es lo que él cuenta.
¿Vaya uno a saber cómo lo encontró el Pelado? ¿Vaya uno a saber cómo averiguó la forma en que podía lastimarlo? Mire que intentó de todo. O casi todo. Hasta ahora no lo había hecho con una botella rota. Con el filo de un vidrio. De un vidrio verde.
Juan Raro estuvo la vez en la que Top-Toys le dio con su propio veneno: cuando lo prendió fuego a Pinino en una emboscada con una bomba caza-bobos. Lady Di cuenta de un mano a mano en el que el Pelado se apareció con un pendejo haciéndole la segunda, que lo acogotó mal a Pinino. Que esa vez estuvo bien cerca de ser boleta. Que llovía mucho. Relámpagos. Truenos. Que cuando Pinino le alcanzó a atenazar la jeta al borrego y lo estranguló, paró de llover y terminó la pelea. El Federico todavía no puede creer que Pinino haya sobrevivido a cuando el Larva lo tiró al río Matanza encadenado para que se hundiera hasta el fondo y se cagara ahogando. Y hasta el Faisán intenta convencernos de una madrugada en la que supuestamente uno de los hijos de Sabiola, creo que el que es adoptado, peló un cañón corte Star Wars que disparaba un rayo rojo. Algo así como un láser. El Faisán dice que de los ojos de Pinino también salieron rayos láser que al pendejo le hicieron teta el trabuco onda Darth Vader.
¿Y un pedazo de vidrio verde? ¿Los restos de una botella rota? ¿Esta mierdita que tenía clavada en la espalda casi lo mata?
Todavía no pasó una hora desde que Lady Di recibió el mensaje. Le vibró el celular. Cuando lo leyó se puso blanca.
Me la dieron.
Voi p/cristiania y la ruta
De: S
03:47 29/6/09
Llegué primero yo. Lo encontré tumbado en la parada del tres diecisiete. Tenía olor a podrido. Aunque estaba estropeado, Pinino no durmió. Ganó tiempo. Se acercó lo más que pudo hasta el hospital. Si hubiera esperado a que fuéramos a El Tambo, a su rancho, habríamos tardado el doble en llegar hasta acá. Habría muerto. Usted lo dijo: unos minutos más y no la contaba. Estaba tirado en la garita. Su perro, el Miguel, le estaba lamiendo la herida. Cuando me vio llegar y me reconoció se puso a gemir, así, lastimero. Yo le froté la cabeza y el lomo. Después con las dos manos lo mimé en el cogote antes de pedirle que me dejara acercar a su dueño.
Casi me cago encima haciendo fuerza para levantarlo sobre un hombro. La ropa la tenía húmeda. El Miguel empezó a ladrar y a correr alrededor de nosotros. Caminé por la ruta una cuadra y sentí cómo clavaban los frenos de la camioneta. Lo puse en la caja. Ahí me lo recibieron la Cuñataí Güirá y la Lady Di. El Miguel de un salto también se subió. Juan Raro iba al volante. Al lado el Faisán. Le golpeé el capot y le hice seña para que se fueran. Que yo no iba con ellos. Me preguntaron adónde iba. Les dije que los alcanzaba al toque. Que antes tenía que confirmar algo.
Fui para El Tambo. Para la casilla de Pinino. Fui a ver si entendía qué era lo que había pasado. No solo el Federico la juega de detective para la banda. Será porque uno saliendo de gira con el Fede aprende. Y mucho. ¡El Federico! ¡Gran valor! Ya lo va a conocer, Tordo…
No hay nada atrás de San Alberto. No hay nada en El Tambo. No hay nada en el fondo. Muy pocos ranchos. Algunos bien alejados entre ellos. Solo hay eso por esos lados. Pocos ranchos. Los pocos que viven en ellos. Y muchos perros callejeros.
Adentro de la casilla no había señales de bardo de ningún tipo. En la parte de atrás de lo de Pinino me encontré con dos sillas. Una se había caído. La otra seguía en su lugar. Intacta. La mesita de camping estaba echada, de costado. Los restos de una picada desparramados en el suelo. Hoy, cuando amanezca, van a ser la alegría de los hormigueros que estén más cerca.
Había varias botellas de cervezas vacías que también habían rodado. Ninguna Quilmes. Ninguna de las que tomamos con los muchachos. Ni la común ni la Red Lager. Eran todas Heineken. Eran todos envases verdes. El culo de una de esas botellas estaba reventado sobre las raíces del paraíso. Huellas en el barro hasta la zanja. De Pinino y de otra persona. Huellas del Pelado. Yo sé que son de ese puto porque se la da de guacho importante y él no anda tomando Quilmes ni Isenbeck. Toma Heineken, el señorito.
Seguramente Pinino se levantó a mear. Cuando se estaba echando el cloro vino el otro y se la dio por atrás. Estuvo rápido. Partió la botella contra el árbol. El pico de la Heineken que había usado para hincarlo flotaba en el agua podrida.
Claro: en ese momento no lo pude ver así. Pero ahora que usted me muestra lo que le sacó de la espalda. Ahora todo me cuadra. El Pelado habrá llegado levantando bandera blanca. Queriendo jugarla de man, bajemos un cambio. Nosotros… ¿qué onda? Pinino bajó la guardia. Te cansa estar siempre así. Desconfiando. Se lo compró el Pelado con la sorpresa. Porque además los dos andan en la misma: ya se cansaron de la calle. Entraron a escabiar. Entraron a mentirse que todo se podía arreglar. La curda los hizo amigos un toque. Solo el que necesitaba ese hijo de puta.
Dicen que nos ponemos en pedo básicamente por dos cosas: para soportar lo que tenemos que hacer y para olvidar incluso a los que amamos. También dicen que son otras dos cosas las que nos despabilan de la mamúa: el miedo y la bronca. Que las cuatro cosas pasan porque son naturales en nosotros.
Pinino y el Pelado habrán estado hablando de sus bandas. De Castillo. De Los Eucaliptus. Hasta de La Fragata. Eso primero. ¿Habrán llegado a chamuyar de lo que andan diciendo por ahí? Que el Pelado se quiere dedicar también a la política. ¡Ma-má! Ojalá que sea solo un bolazo porque si ese quiere ser intendente de La Matanza lo va a ser. ¡Y si se le canta el orto hasta la Rosada no para! Si lo deja Sabiola. Si… El barrio… Almirante… Después seguro terminaron charlando de Lu. Pinino se habrá puesto más en pedo de solamente pronunciar el nombre de la mina. El Pelado se habrá despabilado con solo escucharlo en la boca de su enemigo. Dos más dos cuatro, Tordo.
Se la hizo bien. Se la hizo muy bien. ¡Y eso que Pinino tiene un oído! Tendría que haber sido músico. Escucha dos moscas culeando. Y si no escucha es porque no quiere. Cuando uno está solo es fácil dejarse ganar por la tristeza. Por más que el hijo de puta del Pelado se la dio por la espalda, Pinino se la dejó dar. Yo lo conozco. Mucho. Anda cansado. Anda necesitando aire. Quiere volar de acá.
Sí. No era una faca o un tramontina. Pero a ese pedazo de vidrio verde el Pelado se lo enterró con las mismas ganas que siempre le tuvo.
Por lo que hay entre su banda y la nuestra: ya lo está diciendo la calle.
La posta es que fue por lo de Lu.
Polleras, Tordo. Polleras.
Pero acá no se termina la comparación entre nosotros con las dos facciones de la hinchada del Brown. Acá es dónde la cosa se pone interesante, mi amigo. ¿Sabe por qué Los del 20 no los pueden hacer cagar de una vez a Los de Siempre? Porque a los del Tanque Pizzutto los bancan los ratis. Los de Siempre están con la policía.
Bueno, la Bonaerense está con el Pelado y su banda.
Cuando se aparezcan por el hospital le garantizo, Tordo, que van a venir a terminar lo que dejó incompleto el Pelado. La policía está llegando para matar a Pinino y de paso también a nosotros. Esta no se la van a perder cuando se enteren. Si es que ya no se enteraron. Y déjeme aclararle, por si le hace falta, que los patas negras no se van a aparecer con solo un pedazo de vidrio verde. La Bonaerense va a venir con todo.
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