¿Cómo están?, queridos estudiantes. Hoy volvemos a tener una clase de literatura y vamos a continuar avanzando en esta unidad que se corresponde la cosmovisión épica y que venimos estudiando a través de la lectura del poema épico más representativo del mundo occidental. Nos referimos, por supuesto, a la Iliada, este poema atruibuido a Homero, dividido en cantos, escrito en versos y que nosotros ya hemos leído alguna partecita. También vimos la película Troya, una película que también nos acerca a la mirada que intentamos diferenciar y que nos acerca al género épico.
Ustedes investigaron, la clase anterior yo dejé unas actividades para comenzar a definir este modelo que estudiamos. Hoy les traigo algunas definiciones que también nos van a ayudar a concebir la idea de épica. Porque los vínculos entre la mitología y la épica son centrales en la construcción de relatos y en la inclusión de personajes. De este modo, dioses y diosas de la Iliada, o los monstruos como el cíclope Polifemo, las sirenas que intentan devorar a Ulises en la Odisea, el otro poema que completa esta historia, son personajes más antiguos que la epopeya cantada por el aedo Homero.
Hablemos un poco sobre héroes, los héroes son importantes en el poema, sobre todo teniendo en cuenta que el relato sustenta la narración en diversos enfrentamiendos de héroes importantes: Aquiles, Ulises, Ayax, Héctor, Eneas. Todos nombres rimbombantes en materia de héroes míticos.
Podemos hablar de tres etapas para estudiar y comprender mejor a los héroes: la partida, la iniciación, el regreso.
En la primera etapa, el héroe oye el llamado a la aventura , lo acepta y parte a lo desconocido. En la segunda, atraviesa pruebas o hazañas, a veces ayudados por dioses o, quizá lo contrario, los dioses están ahí para complicarlo todo.Finalmente, la tercera etapa, la del regreso, el héroe vuelva a su patria con algún trofeo que demostrará su valor, su coraje y todo eso.
Este modelo de estudio fue propuesto por un mitólogo bastante importante, se llama Joseph Cambell, el libro donde publica su trabajo es "El héroe de las mil caras", tengo este material si alguno quiere leer y profundizar.
Aclarados algunos conceptos, me gustaría proponerles, para que trabajemos, un cuento que se vincula al tema. El autor es cubano, se llama Alejo Carpentier y es una de las figuras centrales en la literatura de Latinoamérica. A Alejo se le atribuye la creación de un estilo al que algunos llaman Lo real maravilloso y otros le dicen Realismo Mágico. Ese será un tema que desarrollaremos el año que viene, es parte del programa de lo que veremos el próximo año.
El cuento se llama "Semejante a la noche", epíteto con el que se designa al dios Apolo en el primer canto de la Ilíada. Un epíteto, no lo aclaré aún, son esas palabras que acompañan a los personajes y que los caracterizan. Por ejemplo: Aquiles, el de los pies ligeros o Héctor, domador de caballos.
Sintácticamente tienen forma de aposición del núcleo que nombra al héroe. Recuerden que esta literatura era de caracter oral, se necesitaban los epítetos para caracterizar rápidamente al personaje y además ayudaba a los oyentes a recordar quiénes eran. Imaginen que les reciten casi 16000 versos de corrido que tiene el poema. Los epítetos ayudaban bastante.
Volviendo al cuento de Carpentier se los dejo para que puedan leerlo tranquilos y en la siguiente clase lo comentamos. Es solamente la primera parte. El cuento completo es más largo. Si desean leerlo completo les dejo el enlace:
Enlace:
https://navedeasterion.blogspot.com/2011/01/semejante-la-noche-de-alejor-carpentier.html
Semejante a la noche
Y caminaba, semejante a la noche
Ilíada, Canto I
El mar empezaba a verdecer entre los promontorios todavía en sombras, cuando la caracola del vigía anunció las cincuenta naves negras que nos enviaba el rey Agamemnón. Al oír la señal, los que esperaban desde hacía tantos días sobre las boñigas de las eras, empezaron a bajar el trigo hacia la playa donde ya preparábamos los rodillos que servirían para subir las embarcaciones hasta las murallas de la fortaleza. Cuando las quillas tocaron la arena, hubo algunas riñas con los timoneles, pues tanto se había dicho a los micenianos que carecíamos de toda inteligencia para las faenas marítimas, que trataron de alejarnos con sus pértigas. Además, la playa se había llenado de niños que se metían entre las piernas de los soldados, entorpecían las maniobras, y se trepaban a las bordas para robar nueces de bajo los banquillos de los remeros. Las olas claras del alba se rompían entre gritos, insultos y agarradas a puñetazos, sin que los notables pudieran pronunciar sus palabras de bienvenida, en medio de la barahúnda. Como yo había esperado algo más solemne, más festivo, de nuestro encuentro con los que venían a buscarnos para la guerra, me retiré, algo decepcionado, hacia la higuera en cuya rama gruesa gustaba de montarme, apretando un poco las rodillas sobre la madera, porque tenía un no sé qué de flancos de mujer.
A medida que las naves eran sacadas del agua, al pie de las montañas que ya veían el sol, se iba atenuando en mí la mala impresión primera, debida sin duda al desvelo de la noche de espera, y también al haber bebido demasiado, el día anterior, con los jóvenes de tierras adentro, recién llegados a esta costa, que habrían de embarcar con nosotros, un poco después del próximo amanecer. Al observar las filas de cargadores de jarras, de odres negros, de cestas, que ya se movían hacia las naves, crecía en mí, con un calor de orgullo, la conciencia de la superioridad del guerrero. Aquel aceite, aquel vino resinado, aquel trigo sobre todo, con el cual se cocerían, bajo ceniza, las galletas de las noches en que dormiríamos al amparo de las proas mojadas, en el misterio de alguna ensenada desconocida, camino de la Magna Cita de Naves, aquellos granos que habían sido echados con ayuda de mi pala, eran cargados ahora para mí, sin que yo tuviese que fatigar estos largos músculos que tengo, estos brazos hechos al manejo de la pica de fresno, en tareas buenas para los que sólo sabían de oler la tierra; hombres, porque la miraban por sobre el sudor de sus bestias, aunque vivieran encorvados encima de ella, en el hábito de deshierbar y arrancar y rascar, como los que sobre la tierra pacían. Ellos nunca pasarían bajo aquellas nubes que siempre ensombrecían, en esta hora, los verdes de las lejanas islas de donde traían el silfión de acre perfume. Ellos nunca conocerían la ciudad de anchas calles de los troyanos, que ahora íbamos a cercar, atacar y asolar. Durante días y días nos habían hablado, los mensajeros del Rey de Micenas, de la insolencia de Príamo, de la miseria que amenazaba a nuestro pueblo por la arrogancia de sus súbditos, que hacían mofa de nuestras viriles costumbres; trémulos de ira, supimos de los retos lanzados por los de Ilios a nosotros, acaienos de largas cabelleras, cuya valentía no es igualada por la de pueblo alguno. Y fueron clamores de furia, puños alzados, juramentos hechos con las palmas en alto, escudos arrojados a las paredes, cuando supimos del rapto de Elena de Esparta. A gritos nos contaban los emisarios de su maravillosa belleza, de su porte y de su adorable andar, detallando las crueldades a que era sometida en su abyecto cautiverio, mientras los odres derramaban el vino en los cascos. Aquella misma tarde, cuando la indignación bullía en el pueblo, se nos anunció el despacho de las cincuenta naves. El fuego se encendió entonces en las fundiciones de los bronceros, mientras las viejas traían leña del monte. Y ahora, transcurridos los días, yo contemplaba las embarcaciones alineadas a mis pies, con sus quillas potentes, sus mástiles al descanso entre las bordas como la virilidad entre los muslos del varón, y me sentía un poco dueño de esas maderas que un portentoso ensamblaje, cuyas artes ignoraban los de acá, transformaba en corceles de corrientes, capaces de llevarnos a donde desplegábase en acta de grandezas el máximo acontecimiento de todos los tiempos. Y me tocaría a mí, hijo de talabartero, nieto de un castrador de toros, la suerte de ir al lugar en que nacían las gestas cuyo relumbre nos alcanzaba por los relatos de los marinos; me tocaría a mí, la honra de contemplar las murallas de Troya, de obedecer a los jefes insignes, y de dar mi ímpetu y mi fuerza a la obra del rescate de Elena de Esparta -másculo empeño, suprema victoria de una guerra que nos daría, por siempre, prosperidad, dicha y orgullo. Aspiré hondamente la brisa que bajaba por la ladera de los olivares, y pensé que sería hermosos morir en tan justiciera lucha, por la causa misma de la Razón. La idea de ser traspasado por una lanza enemiga me hizo pensar, sin embargo, en el dolor de mi madre, y en el dolor, más hondo tal vez, de quien tuviera que recibir la noticia con los ojos secos -por ser el jefe de la casa. Bajé lentamente hacia el pueblo, siguiendo la senda de los pastores. Tres cabritos retozaban en el olor del tomillo. En la playa, seguía embarcándose el trigo.
Tarea
a) Selecioná 2 citas de Semejante a la noche de Alejo Carpentier. Recordá que se cita siempre entre comillas.
b) ¿Quién es el narrador de esta historia? ¿Cuál es su pertenencia social? ¿Hacia dónde se dirige y para qué?
c) Buscá el significado de las palabras subrayadas. ¿Qué tienen en común todas estas?
d) ¿Qué tipo de palabra son miceniano y acaieno? ¿Qué indican?
e) Releé el siguiente fragmento y explica brevemente la relación con la película Troya y el poema la Ilíada:
"Durante días y días nos habían hablado, los mensajeros del Rey de Micenas, de la insolencia de Príamo, de la miseria que amenazaba a nuestro pueblo por la arrogancia de sus súbditos, que hacían mofa de nuestras viriles costumbres; trémulos de ira, supimos de los retos lanzados por los de Ilios a nosotros, acaienos de largas cabelleras, cuya valentía no es igualada por la de pueblo alguno. Y fueron clamores de furia, puños alzados, juramentos hechos con las palmas en alto, escudos arrojados a las paredes, cuando supimos del rapto de Elena de Esparta".
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